~La reina de corazones tomó el hacha y fue cortando la cabeza de todo aquel que la desafiara~ Antonio Martínez
A pocos metros de la aldea nos detuvimos en un pequeño estanque. La ropa ya se me había secado, al igual que las viejas botas que siempre usaba cuando salía al bosque. Belmont dejó el cuerpo de su hermana sobre el pasto verde, y Fleur se inclino a tomar un poco de agua. Me arrodilla cerca del agua y junte las manos para lavarlas un poco. Me di cuenta que el color de mi piel se había tornado pálido y suave, mi cabello más oscuro y al ver el reflejo de mi rostro en el agua me quedé asombrada del color de mis ojos. Eran de un azul cielo extremadamente bello, tanto, que podía ver el firmamento en ellos.
—¿Qué me esta sucediendo? —me senté y cruce las piernas sin apartar la vista del agua.
—Solo es tu verdadero ser —Fleur se limpio el rostro con un poco de agua—. El color de tus ojos revela que tipo de persona eres.
—¿Qué tipo de persona soy? —pregunte sin comprender aun.
—Te lo explicaré —Belmont se sentó a mi lado—. En Garland existen personas como tú, como Fleur y como yo. Me refiero a todas las personas que poseen un don. También existen personas que las llaman únicos, pues nacen siendo normales. Es fácil identificar quienes son los dotados y quienes son los únicos, pues los dotados poseen ojos de colores, a diferencia de los únicos que tienen los ojos color café.
—A excepción de Evolet —intervino Fleur.
—¿Quién es Evolet? —cruce mirada con ambos—. Es decir, todo el camino llevan mencionando su nombre.
El rostro de Belmont se apago y clavo la mirada en el suelo.
—Evolet es una mujer sin alma. Es despiadada, sin corazón, mata todo lo que no cree correcto para su conveniencia —comenzó a jugar con una rama sobre la tierra—. Evolet mato a nuestros padres. Ella no tiene ojos de ningún color, son negros como la noche y posee un don que jamás habíamos visto en la tierra de Garlan. Puede arrebatarte tu don y usarlo en tu contra.
Me quedé en silencio, arrepentida de haber preguntado. Fleur tomó la mano de su hermano e inclino su cabeza sobre su hombro.
—Lo siento mucho. No debí haber preguntado.
—Ya no importa. Si estarás aquí deberás saber todo sobre este reino, y más sobre la reina Evolet.
Mi vista se volvió hacia el castillo y pregunté sin titubear.
—¿Ella es su gobernante? ¿Nos encontraremos con ella en el castillo?
—Por supuesto que no —Fleur se puso de pie y corto una pequeña flor que sobresalía del estanque—. Evolet vive del otro lado del reino. Ni siquiera es nuestra reina. Se proclamó dueña de esas tierras y amenazó a muchos para que se unieran a ella.
—Basta Fleur —exclamó Belmont viendo a su hermana—. Todo eso te lo contará nuestra comandante, Mérida. Tenemos que seguir, no es seguro estar tan lejos del castillo.
Sin decir una sola palabra más nos pusimos de pie y comenzamos a caminar hacia la aldea. No quedaba mucha distancia, y habíamos recobrado un poco de fuerzas. Este lugar era tan bello para imaginar una guerra entre sus lares. La tarde estaba cayendo, pero la distancia cada vez era más corta.
Llegamos a la puerta de la aldea, la cual era enorme. Estaba hecha de madera pura, con dibujos tallados a mano. En uno mostraba la imagen de una mujer acostada en una cama durmiendo, mientras tres pequeñas hadas lloraban a su alrededor. El segundo dibujo parecía un hombre convirtiéndose en una clase de bestia, y el tercero solo era una manzana con una serpiente enrollada.
—¿Qué significan? —pregunté tocando la puerta con la palma de mi mano.
Fleur se acerco a mi lado y observó conmigo.
—Pronto lo sabrás. Solo te diré que estos dibujos representan el dolor que aún no olvidamos.
Belmont dio un golpe en la puerta se escucho una voz del otro lado.
—¡Si hubiera un final feliz!
—¡Evolet debería morir!
Las enormes puertas crujieron y se abrieron de par en par. Dos soldados con armaduras doradas y lanzas afiladas se postraron en los lados. Asintiendo sin bajar la guardia nos indicaron que avanzáramos.
Las calles estaban hechas de piedra. Cada casa era de color blanco y tenían ventanas decoradas con madera tallada. Avanzando cada cierta distancia se encontraba un arco, del cual colgaban flores que emanaban un exquisito aroma. La gente iba y venía con atuendos desgastados. En una esquina un grupo de niños jugaban con una pequeña salamandra. No tenían zapatos, y sus ropas tenían parches por todos lados. Llegamos hasta una pequeña plaza. En el centro había una fuente con seis mujeres lavando sus ropas con una sola barra de jabón. Un anciano se acerco hasta el lugar y tomó agua a toda prisa.—¡No, espere! —di unos cuantos pasos y la mano de Fleur me detuvo-. No puede tomar de esa agua, esta sucia y llena de jabón.
—La guerra nos dejó sin opciones Amber —Belmont me miro desilusionado—. Todos luchamos por sobrevivir. Los dotados peleamos por los únicos, por aquellos que no se pueden defender.
—Pero hay que hacer algo por esta gente. Hay niños que no tienen ropa, y apuesto que esa barra de jabón ah sido usada no solo por esas mujeres.
—Nadie sale de la aldea. Es peligroso hasta para un dotado —mencionó Belmont mientras seguíamos nuestro camino.
Las siguientes calles fueron aún más duras de ver. Una madre y su hijo pedían un poco de comida entre la basura. Las pocas familias que tenían una casa mantenían sus puertas cerradas por miedo a que fuesen a entrar a robarles. Este lugar se estaba cayendo a pedazos.
Después de haber caminado por más de una hora llegamos a las afueras del castillo. El color de las paredes parecía desgastado, pero eso no le impedía que se viera hermoso. Las torres tenían en cada punta una bandera de color azul rey que era ondeada por el viento. Las ventanas a pesar de estar a la distancia tenían pequeños cristales que las hacían brillar. Camine para observarlo más de cerca, dando pequeños pasos sin poder creer lo que tenía frente a mis ojos. De pronto siento un golpe en el pecho al mismo tiempo que una descarga eléctrica corre por todo mi cuerpo. Antes de cerrar los ojos solo pude escuchar el grito de Fleur.—¡AMBER!...
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Erase Una Vez-Después Del Final Feliz
FantasyLa familia de Brown viven aislados en una pequeña cabaña en las montañas. Amber y Lyly disfrutan de solo contar con sus padres para que sus días sean llenos de amor. Tras la desaparición de Lyly, los pilares que sostenían a la familia se vendrán a b...