Capítulo 1

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La mesa de la cocina estaba completamente cubierta de folletos de viajes.

Las amigas de Alex se los habían proporcionado todos.

Ella estaba sentada en la mesa, con una taza de té y uno de los bollos de arándanos caseros recién hechos que Kelley le había llevado aquella mañana.

Estaba estudiando las fotografías sin tocar los folletos, como si temiera admitir lo mucho que le tentaba dejar a un lado sus responsabilidades y salir huyendo.

Sus amigas habían acertado al seleccionar los folletos, eligiendo los de todos los lugares de los que ella tanto había hablado en el instituto.

Londres, por supuesto, era su favorito, dado que gran parte de sus libros preferidos se habían escrito allí. Italia, por el arte de Florencia, por la historia de Roma y por los canales de Venecia. París por los cafés de oscuras callejuelas, por el Louvre y por Notre Dame. Además, habían incluido un crucero por las islas griegas y una estancia en un maravilloso complejo turístico de Hawai.

Las imágenes que una vez hubiera dibujado en su imaginación, la excitación que habría sentido ante la posibilidad de escoger uno de aquellos destinos, se habían convertido en una profunda tristeza. Finalmente, después de todos aquellos años, tenía la posibilidad de que su sueño se convirtiera en realidad, pero solo porque su marido estaba muerto, solo si volvía la espalda a todo lo que le había importado a él. A ellos.

Servando estaba muerto.

Aquellas palabras todavía tenían el poder de conmocionarla, incluso después de que hubieran pasado seis meses del entierro.

¿Cómo podría haber fallecido un hombre que todavía no había cumplido ni siquiera los cuarenta años? Siempre había parecido tan saludable, tan fuerte. A pesar de que era diez años mayor que ella, Alex se había sentido atraída desde el momento en que lo vio por su vitalidad, por sus ansias de vivir. ¿Quién habría creído que un corazón que era capaz de dar tanto amor, tanta ternura, fuera tan débil?

Los ojos de Alex se llenaron de lágrimas.

Estas se le deslizaron por las mejillas y fueron a caer sobre los relucientes folletos de viajes, que anunciaban lugares que ella había pospuesto visitar para casarse con el hombre de sus sueños. No pasaba ni un solo día en el que Alex no culpara al rancho de haberlo matado, junto con su testaruda determinación por asistir a la reunión del instituto.

Seis meses no habían podido mitigar el sentimiento de culpa que tenía por la muerte de Servando ni habían aliviado su pena.

Sus amigas estaban preocupadas por ella, lo que explicaba que, aquella misma mañana, hubieran llegado todos aquellos folletos. Se habían acordado de cómo ella había hablado una vez de marcharse de Wyoming, de convertirse en azafata, en agente de viajes o en directora de un crucero, en realidad cualquier cosa que le permitiera ver el mundo. Estaban utilizando todos sus viejos sueños en un esfuerzo por tentarla para que se tomara un respiro.

¿Cómo podía hacerlo cuando lo que había deseado que fuera un respiro había sido la razón de que Serv estuviera muerto?

Ocuparse de un rancho no permitía respiros, al menos no un rancho del tamaño del de ella. Era un trabajo en el que había que emplearse las veinticuatro horas, interminable y muy duro, que suponía a menudo unas exiguas recompensas.

Enamorada de la enemiga (Cinco Amigas 01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora