Capítulo 4

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Alex se despertó antes del alba, hizo las tareas necesarias y, tras dejar una nota en el establo para Pete y Dooley, se marchó del rancho.

Se dirigió directamente a Winding River, aunque no tenía en mente un destino específico.

Si estaba huyendo, ¿qué importaba? Tenía derecho a hacerlo, ¿no?

Su hogar ya no era su hogar. Evidentemente, Tobin tenía la intención de aparecer y desaparecer cuando quisiera.

La noche anterior, sentada con ella en la mesa, se había sentido más turbada de lo que nunca hubiera deseado. Su presencia no la había molestado. El asunto del rancho no había surgido en ningún momento de la conversación. En vez de eso, se había mostrado atenta y conversadora.

La charla que habían mantenido había sido inteligente y la compañía que le había proporcionado había sido muy buena. La había halagado, recordándole que resultaba agradable recibir un cumplido de alguien de vez en cuando.

«Pero no de Tobin Heath», se recordó.

No podía confiar en nada que saliera de su boca. Todo tenía una finalidad, que era arrebatarle el rancho de los Carrasco.

Resultaba extraño cómo seguía considerando al rancho como una propiedad de los Carrasco, con ella simplemente como custodia de la finca. Últimamente, aquel deber le pesaba mucho sobre los hombros.

Mientras entraba en Winding River, había empezado a amanecer. Se dirigió directamente al restaurante de Mia's. Allí, no solo encontraría café caliente, sino que Sydney seguramente estaría trabajando.

Ella había insistido en seguir trabajando, a pesar de que Dom le había dicho que no lo hiciera. Después de todo, él estaba en casa para cuidar del pequeño Cassius. Además, aunque las cosas iban mejorando entre ellos, Syd había querido tener su propia independencia económica, ya que no confiaba del todo en que aquel matrimonio durara.

—¡Dios mío! Debes de haberte levantado con las gallinas—exclamó Mía, cuando Alex entró por la puerta.

—Antes.

—¿Te preocupa algo?—le preguntó la mujer, mientras le servía una taza de café— Los clientes todavía tardarán en llegar. Podría escucharte.

—Bueno, si no te importa.

Mía se sentó enfrente de ella. Lo conocía todo sobre las cinco amigas desde que estaban en el instituto, justo cuando Mia había abierto el restaurante.

Había sido madre, amiga y consejera de todas ellas.

—De acuerdo. ¿De qué se trata? ¿Sigues triste por la muerte de Serv?

—Sí, claro. Solo hace seis meses que murió.—dijo Alex, algo precipitadamente, como si tuviera algo que demostrar.

—Por el modo en que lo has dicho, tan a la defensiva, cuando yo solo te he hecho una simple pregunta. Se trata de otra persona, ¿verdad? ¿Te sientes atraída por alguien y te sientes culpable?

—No... Bueno, tal vez. Es solo que ese "alguien" quiere adueñarse de mi rancho. Me ha estado insistiendo.

—Tobin Heath. Ya he oído hablar de ella.

—Supongo que lo sabes por Syd, me imagino.

—Por ella y por la propia Tobin. Viene aquí de vez en cuando.

—¿A comer tu carne asada?

—Sí, le encanta. Tampoco le disgusta mi pollo asado o mi guisado de carne. Cualquier persona que es capaz de conducir tantos kilómetros por mi comida o está muerta de hambre o de verdad le gusta.

Enamorada de la enemiga (Cinco Amigas 01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora