Capítulo IV

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Estamos en la biblioteca del apartamento. Es de madera de oscura como mi salón, pero el suelo es de piedras gruesas que forman un mosaico alternando dos piedras horizontales y dos verticales. Las paredes laterales están tapadas por las infinitas estanterías de madera de Ébano Negro. Cubículos desordenados e irregulares que sujetan los libros y enciclopedias primitivas.

Primeras ediciones, encuadernación bíblica... La mayoría de los libros tratan sobre el tema mitológico y las leyendas.

Un libro me resulta peculiar...

Parece tener una extensión larga, unas quinientas páginas al menos. El encuadernado bíblico es como el cuero blanco y tiene el título en relieve donde se lee de abajo a arriba la palabra "Luna" Por la parte superior sobresale un marcador de fina tela color púrpura como la misteriosa puerta. El extremo está un poco deshilachado. Al fondo, un pequeño sofá de cuero marrón y una mesa de más madera barnizada. Esta es de Palisandro. Y para acabar, bajo una lámpara de techo que acaba con un cono truncado sin bases y de un plástico traslucido rojo, se sitúa una gran mesa de billar con tapizado rojo. Abajo y en los laterales se guardan los tacos, el triangulo, las bolas, la tiza, un poco de talco para que se deslice con facilidad el taco en la mano y una bola blanca con un pequeño punto violeta de un centímetro de diámetro. 

- Exactamente... - Articulo mientras acaricio con los dedos de mi mano derecha el suave tapizado rojo rodeando la mesa de billar. - ¿Qué vamos a apostar?

Derek se acerca desde la puerta, totalmente sigiloso y arqueando su leve sonrisa maliciosa.

- ¿Qué quiere apostar, señor Stiles?

- Mmm... Puesto que a penas sé de billar... - Miento de forma convincente. - Si te gano, quiero una recompensa por mi esfuerzo. A si que... me dirás lo que esconde la puerta. - Prosigo con mirada desafiante. Él no evita dejar escapar una risita. Se cree que va a ganar cuando no sabe que yo he pasado media vida jugando al billar con mi padre. Algunos días que pasábamos recaía en la bebida, pero mayormente nos divertíamos juntos en un bar llamado "Bola Ocho"

- Está bien..

¡Ha cedido! Ahora solo tengo que ganarle.

- Pero si gano yo... - Prosigue mientras me rodea con sus brazos y me arrincona contra la mesa para susurrarme al oído. - Te castigaré por curioso.

Oh, Dios.

Trago saliva. Mi libido se despierta de golpe dando vueltas por todos lados y pensando que hacer, pero por alguna razón que desconozco, mi Dios sigue su juego. 

- ¿Qué me vas a hacer? ¿Quitarme la BlackBerry y dejarme sin móvil?

- Oh, señor Stiles. No es una buena idea desafiarme.

- Prefiero arriesgarme, señor Hale.

- Vamos a jugar. - Susurra con doble sentido intencionado. 

- Creí que el juego ya había empezado... - Añado inocente cuando aparta sus brazos para preparar la mesa.

- No. Lo que hacías era provocarme.

¡Oh! ¿En qué sentido?

- ¿Cómo quieres que juguemos? - Pregunta mientras pasa la tiza azul por la punta del gran taco de madera.

- A billar clásico. No conozco otra modalidad. - Continuo mintiendo. Mi Dios y mi subconsciente pactan un acuerdo y deciden reírse en silencio por mi mentira piadosa.

- Pool continuo de rotación. 

Me sitúo en la mesa, preparado para tirar después de hacerle creer que ni siquiera se como colocar la mano para golpear. Él me observa, disfrutando de nuevo de como me inclino para dar a la bola blanca mientras mira intimidante desde el sofá de cuero.

50 Triskeles: De Hale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora