Fogatas y hospitales.

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Mika, Cassie, Oliver, Jeff y Kyle habían logrado escapar por unas horas —encubiertos por el abuelo— de la casa, debido a que estaba casi desbordada de personas. Si bien, Galway en si no se destacaba por sus playas aptas para el baño, tenía una ventaja sobre muchas partes en Dublín, en ellas si se podían encender fogatas.

Con la guitarra de Oliver se encaminaron a algún lugar que no se viera desde la casa, terminando casi debajo del muelle. A pesar de no tener frío, igualmente hicieron un fuego para alumbrar un poco el lugar, que tan sólo era acompañado por la tenue luz de la luna.

—Me gusta este lugar, me agrada que no esté rebosante de gente a las diez de la noche. —Cassie fue la primera en sentarse, siendo secundada por Kyle y así sucesivamente.

—Es porque estamos lejos del centro, allá debe ser un caos a esta hora, pero es peor en pleno Agosto, ahí no puedes ir al mercado.

—Bien, queremos saber los por menores de todo, comenzando por ti, Mika —la señaló Jeff, quien se había sentado a su lado.

—Bueno, no son noticias positivas, puede que este sea mi último verano fuera de un hospital.

—¿De qué depende?

—Un donante compatible o un milagro. Cualquiera de los dos es poco probable, así que espero verlos por allá pronto.

—No digas eso, nada es imposible. Y nos tendrías allá quizá a fines de septiembre.

—No hay buenos pronósticos Kyle, incluso dejé el instituto, ya era una pérdida de valioso tiempo.

Oliver sólo escuchaba apenado por la situación, nunca creyó estar escuchando de los labios de su propia prima que estaba muriendo, él lo sabía, pero es distinto conocer que asimilar.

—¿Quién sabe?, quizá ya cumplí mi propósito acá y ya es tiempo de que mis padres puedan dormir tranquilos por las noches, sin temer a que me vaya a sucederá algo. Van a tener cosas más importantes de las que preocuparse.

—No hables así, joder, que no es fácil para nadie lo que está pasando. —Oliver sintió un repentino ataque de ira, por lo que se levantó y caminó hasta la orilla del agua, tan lejos como para no mojarse los pies, pero cerca para sentir las gotitas de agua salada que saltaban directamente a su cara.

Su rostro estaba congelado después de un rato mirando hacia literalmente la nada, pero no quería volver y encontrarse con su hermana y sus primos charlando de algo que él aún no quería escuchar.

Mika despertó por el ruido de los platos provenientes del comedor a la mañana siguiente de la fogata en la playa. A su lado estaban Cassie y Danielle, en el sofá cama dormían plácidamente Summer y Peyton.

Al llegar en la noche se había encontrado con su tío Max, quien la retuvo por unos momentos para conversar acerca de su situación (que sorpresa). Mika ya no quería eso, quería que la llamaran para fastidiarla o para cosas realmente estúpidas de las cuáles no había que preocuparse, pero todo siempre recaía en catéter que salía de su cuello.

—Buenos días, bellas durmientes. Quiero que tomen desayuno porque iremos a pasar el rato a la playa —anunció James al ver a tres de las cinco chicas que usaban la habitación de la planta baja.

—¿Dónde están los demás?

—Los adultos aburridos han ido al mercado y los demás están afuera.

Mika se dirigió al ventanal para verificar quienes eran los demás, comprobando la presencia de cuarto carpas sobre el césped. Seguramente eran todos los chicos.

Era una casa realmente grande considerando que generalmente sólo la habitaban cuatro personas, pero los chicos ignoraban eso y sacaban las carpas del desván, para vivir la experiencia completa, como dijo Charlie.

La chica de los mil pañuelos.《Niall Horan》|corrigiendo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora