Extra

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La alarma comenzó a sonar y de inmediato odié mi día. Giré en la cama y extendí el brazo sintiendo el lugar a lado mío todavía tibio, pero sin ningún cuerpo que lo ocupara.

Me quejé sabiendo que una vez abierto los ojos era imposible volver a dormirme. Miré de reojo el monitor sobre la mesita a lado de la cama. Estaba todo tranquilo, así que no me preocupé. 

Me estiré y mis huesos crujieron delicioso. Mis ojos se fijaron en la banda plateada en mi dedo y sonreí como el idiota enamorado que soy. La noche en aquella playa era algo que no iba a olvidar. Tampoco la ceremonia a escondidas donde firmamos unos papeles porque queríamos dar un siguiente paso. 

Me levanté de la cama y fui al baño. Me lavé la cara y me puse la bata que la noche anterior dejé sobre el colgador de la ducha. 

Mi vida había cambiado en cinco años. A pesar de que no necesitaba trabajar gracias al dinero de HanGeng, me era imposible estar todo el día sin hacer algo, por lo que tenía mi pequeña agencia de eventos. Por supuesto que Mei estaba conmigo como mi mano derecha. 

Ahora siendo mi propio jefe, podía tomarme ciertos descansos sabiendo que mis colaboradores podían con los pendientes. Ajusté el cinturón de la bata y salí del baño y habitación. 

Nuestra casa no era grande, pero sí perfecta. Tenía tres habitaciones y un jardín amplio con flores que mi mamá se encargó de regalarme en cada visita. 

El distinguido olor de tocino y cosas grasientas llegó a mí cuando estaba cerca de la cocina. Me detuve en el umbral mientras observaba al dueño de todos los latidos de mi corazón, bueno de una parte de ellos. 

Se había puesto unos pantalones de chándal y un suéter de mangas largas color crema. Me mordí el labio mientras le miraba el trasero que se le marcaba tan bien. Mi mal humor por despertar se fue apagando. 

—Siempre me va a excitar viéndote cocinar —juro que podría tener un fetiche con eso. Su risa fue música para mis oídos. Miró sobre su hombro y me guiñó el ojo. 

—Buenos días, cielo. 

—Ven y dame mi beso —reclamé. Apagó el fogón y se giró. 

En sus ojos estaba la promesa siempre de darme el mundo. Se acercó a mí mientras la sonrisa crecía en su rostro. Cuando estuvo lo suficientemente cerca sentí el olor de jabón. 

—Te duchaste —dije en un susurro. Inclinó el rostro para rozar su nariz con la mía. 

—Anoche no pude hacerlo —su aliento me hizo cosquillas sobre los labios. Alcé los brazos y los dejé sobre sus hombros. 

Pequeñas arrugas adornaban las comisuras de sus ojos y amaba cada una de ellas. Yo no era el único que había cambiado. HanGeng estaba en una edad deliciosa. 

—¿Qué estás pensando? —depositó un beso sobre mi mejilla. 

—En lo sexy que eres —una de sus manos se coló debajo de la bata y acarició mi piel dejando mis vellos erizados a su paso. Suspiré. 

—Gracias por eso —puse los ojos en blanco. 

—Es mejor que me beses ahora que tienes mi atención.

Yo estaba a punto de treparme en él si seguía haciéndome esperar. Por suerte no tuve que repetirlo. Sus labios tomaron los míos y dejé escapar un suspiro de felicidad. Sentí sus manos posándose en mis caderas y pegó su cuerpo al mío. Estaba atrapado en el arco del umbral y él. No había otro lugar en el que quisiera estar. 

Gemi por el puro placer de verle perder la cordura. Entre el tiempo viviendo juntos aprendimos lo que nos gusta a cada uno y el control era algo por lo que en la cama peleamos, yo por simplemente molestarlo, al final amaba estar a su merced. 

《HanChul》Sexo, Mafia y AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora