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—No te vayas... —sus manos estaban entrelazadas con fuerza.
Claro que no quería dejarla, pero no era su elección.
—Himiko, regresaré por ti, solo espérame —acariciar sus hebras rubias eran todo un castigo divino.
No podría hacerlo más, el internado era su próximo destino y el de Himiko, seguir en la escuela para convertirse en alguien ejemplar.
—Encuentra a alguien con quien puedas encajar mientras no estoy, ¿sí?
Toga asintió convencida pese al temor que comenzaba a embargarla. Jamás había estado tan alejada de Uta, siempre habían sido ellas dos contra el mundo... contra los propios demonios de Toga y ahora todo comenzaba a derrumbarse.
—No duermas tan tarde, Himiko-chan —Uta besó su cabeza y abordó pacientemente la camioneta que la esperaba.
"¡Tengo un boleto a otro mundo, Himiko!"
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—¡Bakugō! —ella estiró su mano hacia el rubio pero algo la hizo hacia atrás.
Bakugou Katsuki y Yoshino Uta habían sido secuestrados por la Liga de Villanos.
Sus ojos se sentían pesados y aunque quisiera abrirlos, le era imposible. Su cuerpo se sentía débil, como si Todoroki la hubiera obligado a luchar contra él.
Murmullos y una risa que se le hacía extrañamente conocida llegaron a sus oídos.
—¡Yoshino! ¡Fea, arriba! —olvidé mencionar los gritos de Bakugō.
Algo la empujó hacia adelante y su silla terminó por romperse para luego caer ella al lado de Bakugō.
Sus ojos casi se salen de su órbita y el rápido latir de su corazón era debido a una sola persona.
Toga Himiko.
Luego de 8 años, ella estaba allí, pero en el bando contrario. Ella era parte de la Liga de Villanos.
—¡Uta-chan! ¡Hace tiempo que no nos veíamos!
—¡¿La conoces?! —Bakugō creaba explosiones con una mano y sujetaba a Uta con la otra.
La de hebras lilas agachó la mirada y se rasgó el brazo para crear una lanza a base de su propia sangre.
