He's Perfect for Me ➳ McLennon

Capítulo XXXIX

   Mis piernas se movieron apresuradamente por los pasillos del hospital, mientras recordaba con exactitud y sustos las últimas palabras de John a través del celular: 'no puedo hablar ahorita, sólo ve al hospital... Dios, en serio no puedo creer que mi hijo esté muerto...'

   Y yo, a decir verdad, tampoco podía creerlo. Seguí corriendo por los pasillos, en busca de la sala de espera que la recepcionista me había informado cuando le pregunté sobre Julian Lennon.

   Luego de unos segundos de correr, mis piernas dolían y mi respiración estaba entrecortada. Finalmente logré ver la figura de John caminando de un lado a otro con las manos sobre su cabeza. Corrí hasta él.

   —¡John, John! —espeté al borde del llanto—. ¿¡Qué sucedió!? ¿¡Cómo que Julian murió!?

   Él tenía los ojos llorosos, y cuando me vio, se apresuró en abrazarme. Comenzó a llorar fuerte y de una forma tan desgarradora que me rompió el corazón en mil pedazos. Se cayó y yo, en un vano intento por mantenerlo de pie, terminé recostado a su lado sobre aquel frío suelo.

   Intentaba calmarlo, pero no hallaba el método para hacerlo. Lo único que hacía era abrazarlo, permitirle llorar en mi pecho y acariciarle el cabello.

   —Dios, pero, ¿qué pasó? —susurré. Las lágrimas caían de mis ojos y humedecían mis mejillas—. ¿Cómo que murió? ¿Por qué? ¿Cómo?

   John intentaba hablar, pero de su garganta no salía nada más que el fuerte sollozo que acompañaba sus lágrimas.

   —F-Fue... fue un accidente... En la escuela... Él no quería ir, ¡me dijo que no quería ir a clases! Y... Cynthia le dijo que debía ir... ¡Si él me hubiera dicho a mí que no quería ir, yo no lo hubiera llevado y ahora estuviera vivo! ¡Fue culpa mía también! —su sollozo de hizo más fuerte—. Mi hijo está muerto, está muerto... Julian está muerto... Dios, no puedo creerlo...

   Sentía una profunda desesperación en mi interior que aceleró mis ganas de llorar con intensidad.

   —¿Cómo pasó...? —le pregunté susurrando—. ¿Cómo murió...?

   Las lágrimas de John no se detenían.

   —Acababa de dejarlo en la escuela... estaba... estaba subiendo las escaleras con el montón de niños... y se cayó de espaldas y pegó el cráneo contra el suelo... —le dolía recordarlo, y sabía que no era para menos. Lloré todavía más, abrazado a él—. Y lo trajeron al hospital..., pero llegó sin vida. Tuve fractura y un derrame cerebral instantáneo... Murió, Paul —un sollozo se escapó de sus labios. Se cubrió el rostro—. Murió. Mi hijo, mi Jules... Se fue, sólo se fue...

   Lo abracé fuertemente y lloré junto a él. Sentía un profunda pena en mi corazón e involuntariamente comencé a recordar las escenas vividas con él, esas que, de alguna u otra manera, siempre alegraban el día.

   —¿¡Qué fue lo que pasó!?

   El grito de Cynthia nos hizo mirarla. John, todavía llorando, se levantó del suelo y la encaró. A Cynthia el asunto también la había tomado por sorpresa, puesto que vestía su pijama, un suéter, zapatos deportivos y su cabello estaba desalineado.

   —¡Todo esto es tu culpa! —le espetó él, apuntándola con el dedo índice; Cynthia comenzó a llorar—. ¿¡Por qué no solo le pediste que se quedara en casa contigo!?

   —¿¡Y por qué tú lo llevaste al colegio!? ¿¡Por qué no solo fuiste a casa de Mimi cuando él te lo pidió!?

   Al parecer, antes de llamarme a mí, John llamó a Cynthia y le expuso toda la situación.

   —¡Por qué sabía que te ibas a molestar, maldita sea! —le gritó—. ¡Siempre te molestas cada vez que Julian falta! ¡Y si lo hubieras dejado quedarse, él ahorita estuviera vivo, contigo, en casa!

   Eso sólo hizo llorar más a Cynthia.

   —¡Iba a estar ocupada, John! ¡Necesitaba salir y no podía llevarlo conmigo!

   —¡Seguramente ibas a ver a Jane! —espetó—. ¿¡No es cierto!? ¡Y por eso preferiste negarte a quedarte con él!

   —No... —ella sollozó aún más—. No es eso, es que...

   —¡Ahora él está muerto! ¡Julian está muerto! ¡Mi hijo está muerto, Cynthia, está muerto!