Sus tripas ardían y su legua estaba seca, tenía mucha hambre y sed, demasiada y muy pocas esperanzas de comer o beber algo.
Podía ver las marcas rojas bajo el agarre de las sogas, estaban muy apretadas y su piel pálida lo reflejaba.
Escuchó sonidos y rápidamente levantó la cabeza, gritó por ayuda, pero se decepciono al ver al mismo hombre de ayer, no sabía cómo era su cara, pero reconoció la profundidad de su mirada. Seguía vistiendo con esa ropa negra y ese pasamontañas, pero lo que en realidad llamó su atención fue el olor a comida que desprendía la bolsa que tenía en las manos.
Ellien al ver el hambre reflejada en los ojos se Maggi, se acercó y comenzó a sacar lo que había comparado para que ella comiera.
Habían sido un poco incómodos esos dos días de clase, pensaba mucho en que ella no había comido nada desde el día que la había secuestrando, se supone que no debía pensar tanto, pero no fue así. Mientras que Andru y Fernando, que a pesar de haberse opuesto al principio, se habían acostumbrado rápido a la situación y ya no estaban tan paranoiacos. Habían adelantado bastante el plan.
Como sus manos estaban atadas y no pretendía desatarlas bajo ninguna circunstancia, le dio de comer, primero acercó una papa a su boca y ella rápidamente la comió, era raro lo que él hacía , pero no le importaba, solo quería saciar su hambre.
Mientras la alimentaba se fijo en sus ojos, eran lindos y raros, nunca habían visto ese ámbar y debía admitir que era realmente hermoso.
Siguió dándole de comer hasta que ella dijo estar satisfecha, sin esperar mucho se alejó de ella, y tomó un porte intimidante, haciendo un fuerte contraste con lo que había hecho segundos antes.
—Gracias.--- habló Maggi.
— No agradezcas, no puedo permitir que mueras de hambre.--- aclaró--- No te confundas niña.
Cuando escuchó eso, ya con el estomago lleno, pensó con claridad, no sabía por qué le había agradecido. Obviamente no lo hacía por bondad, le dieron ganas de responderle, pero optó por no hacerlo, no sabía los límites de ese tipo, y nadie más que ella tenía las de perder.
—Quisiera darme un baño .--- dijo en su lugar, de verdad lo necesitaba.
--- Tú boleto de favores acabó por hoy.---respondió él, la comprendía, pero no podía portarse tan condescendiente, ya sería muy extraño.--- Espera a qué vuelva a estar de humor.
Y se fue, tenía mucha cosas que hacer de la universidad, aparte de escribir su reporte diario sobre todas y cada una de las cosas que pasaban con Maggi durante ese tiempo, así que no podía tardar más allí, solo fue a llevarle algo de comer.
Como siempre fue cauteloso a la hora de salir, vio a todas direcciones verificando que nadie estuviera por los alrededores y caminó al lugar donde dejaba su coche por si pasaba cualquier cosa. Cuando llegó a los matorrales que tapaban su auto, rápidamente subió a el y se puso en marcha, no solía llevar el coche a la universidad, su casa estaba serca, pero ahora debía hacerlo, después de clases iba a ver a Maggi y el lugar donde la tenía estaba bastante alejado.
Cuando llegó a casa se desvistió y se metió a la ducha, estaba muy estresado y un baño lo ayudaría relajarse.
No tenía hambre, así que solo se puso a escribir el reporte, redactó todo, desde su grito de auxilio cuando lo escucho llegar, hasta el color de ojos de la pelinegra.
Se dejó caer en el espaldar de la silla donde estaba sentado y por unos segundo se fijó en la puerta cerrada de su departamento.
Pudo escuchar el sonido de la puerta vecina al ser abierta.
Ya habían pasado dos días desde que la había secuestrando y no había visto ni un solo policía o investigador en casa de su vecino. Sabía que el protocolo policial era de cuarenta y ocho horas, pero a él le daba la impresión de que ni siquiera le había hachado de menos.
No podía creer que le importara tan poco su hija.
Sus compañeros también debían estar pendientes a los familiares de sus víctimas, pero eso a él no le importaba demasiado, su asunto era el padre de Maggi.
Sus padres.
Se preguntaba cómo reaccionarían ante su comportamiento, sin duda estarían decepcionados, ellos no lo habían criado así y él aún no entendía porque a pesar de ya estar metido en la situación no le daba miedo, y no sentía ese remordimiento, que sabía que debía sentir.
Sentía lastima por Maggi, por supuesto, nadie merecía eso, pero ella, no parecía mala persona, ni siquiera intercambiaron palabras nunca, sin embargo esa no fue suficiente razón para no hacerlo, hasta podría decir que le hizo un favor.
Debía admitir que no le agradaba para nada la idea, pero le hubiese gustado que su padre por lo menos se preocupara por ella, aunque le facilitaba las cosas no lo hiciera.
Era un hijo de puta al pensar así, pero debía ser sincero, por eso la había elegido a ella, sabía que su padre no haría el mínimo esfuerzo para saber de su paradero.
¿Cómo van?
Escribió en el grupo de WhatsApp que había creado para aquel tema, no hablaban demasiado, solo era por si sucedía alguna eventualidad, debían ser muy cuidadosos, en la situación que estaban, cualquier desliz podría traer consecuencias graves.
Con ese simple mensaje sabían a lo que él se refería y rápidamente recibió una repuesta de Megan.
Bien, mi perro está un poco menos rabioso.
Megan.Leyó eso y recordó lo difícil que había sido secuestras al chico que Megan había elegido, les había dado batalla hasta que no pudo más, fue el que más trabajo les dio, pero lo consiguieron, al final, cuatro eran más fuerte que uno.
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Estocolmo ©
Short StoryEl síndrome de Estocolmo aún es desconocido, no se saben cuales son las circunstancia exactas que llevan a una víctima a empatizar con su secuestrador. En una clase de la universidad de Oxford, los estudiantes de psicología deben realizar un proyect...