Temple

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𝐏𝐞𝐚𝐤𝐲 𝐛𝐥𝐢𝐧𝐝𝐞𝐫𝐬


La madrugada nublada y fría entró con nosotros a Birmingham

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La madrugada nublada y fría entró con nosotros a Birmingham. La tenue luz, el humo de las chimeneas y el acostumbrado bullicio de Small Heat le dan la bienvenida a Eve a su nueva vida. El viaje no fue muy cómodo, ya que Esme no fue precisamente la mejor compañía para el camino. Estaba borracha y no dejaba de despotricar sobre las costumbres y las malas raíces de la familia Heredia delante de Eve. No fue precisamente la mejor bienvenida a su nuevo hogar.

- Bienvenida al infierno, Eve Shelby.

Le dice Esme, dándole un beso fugaz en la mejilla, Eve lo recibe con una sonrisa falsa en sus labios rojos y se aparta de ella.

- Gracias cuñada, será todo un placer compartirlo contigo.

- Esme, eres una jodida pesadilla, llevas dando la brasa todo el puto día, ¿no ves que no quieren oírte más? Vámonos ya, anda.

Jhon se lleva a Esme agarrada del brazo, refunfuñando por toda la calle. Eve suspira y recorre la vista por su alrededor y me mira levantando una ceja.

- Dime que no la tendré que ver mucho, porque por el Undebé te juro que la arrastro por toda la calle.

No le contesto, eso no era algo que importara mucho, ya que aunque fuera mi esposa, no formaría parte de la familia, por ahora. Le hago una señal con mi mano para que me acompañe a la casa de enfrente y veo como se cruza de brazos para mantener el calor de su abrigo en el cuerpo, hacía bastante frío y parecía que iba a llover. Rebuscó en mi chaqueta y buco la llave dentro del bolsillo y la miro mientras intento abrirla, tenía la nariz y las mejillas rojas, estaba helada.

- Espero que te guste, he intentado que esté lo más decente posible, si hay algo que no te guste, puedes cambiarlo en cualquier momento.

- De acuerdo.

Abro la puerta con un pequeño empujón y la dejo pasar primero a ella. Eve entra en la casa mirando todo a su alrededor, de frente, nada más entrar están las escaleras que llevan al piso de arriba y a la derecha está el salón, que no es muy grande. La chimenea está en medio de la sala, frente a un sofá chester color rojo de terciopelo y una alfombra beige, con una pequeña mesa de café de madera de roble en el medio. Una vitrina de comedor y un aparador a un lado del salón, con una mesa de madera oscura y las sillas a juego completan el comedor. Una lámpara de tela de araña dorada en el centro le da el toque elegante a la sala y a las paredes cremas. Y a la izquierda, detrás de la puerta está la cocina pequeña y sencilla.

- ¿Te gusta?

Le pregunto, apoyado en la pared junto a la puerta. Ella asiente sin mirarme, tocando el terciopelo del sofá. Su mirada recorre todo con curiosidad y se cruza con la mía y sonríe.

- Está muy bien, muy bonita. Me gusta.

Eve me sigue sonriendo y mira hacia la planta de arriba, me mira de nuevo un momento y sube las escaleras sin decir nada. Su melena larga y oscura se balancea al subir y la miro hasta que desaparece por el pasillo. Todavía llevo puesta la bolsa de cuero y me acerco al salón, miro hacia las escaleras antes de quitármela para abrirla de nuevo y sacar de ella los pequeños diamantes en mi mano. Miro una vez más a la planta de arriba, vigilando que ella no vea nada y me acerco al lado de la chimenea y aprieto la pared suavemente para que se abra y sin hacer ningún ruido, meto la bolsa junto al dinero que tengo allí guardado. Miro una vez más, para asegurarme de que no me ha visto y cierro la pared, me giro y voy directo a la puerta para salir y recoger las cosas de Eve. El frío me cala en los huesos en cuanto salgo fuera de nuevo y me coloco el abrigo, sacando la cigarrera de mi bolsillo, saco un cigarrillo y lo enciendo sacando el humo de mis pulmones y miro a mi alrededor, el sonido de los tacones de una mujer pasando por la acera de enfrente llaman mi atención y me quedo embelesado por un momento. Su pelo rubio y sus ojos azules me recuerdan tanto a Grace que ni siquiera me acuerdo de que aún tengo el cigarrillo encendido entre mis dedos y desaparece la mitad sin darme cuenta. La mujer se para y me mira, pero de repente ya no es una desconocida, es Grace, que me mira desde aquella posición. Cierro los ojos y suspiro y los vuelvo abrir tirando el cigarrillo, frustrado conmigo mismo. Dejó de mirarla y paso de largo a la mujer que me mira confusa. Me acerco al coche y bajo las cosas de Eve escuchando de nuevo el sonido de los tacones de aquella mujer, esta vez, avanzando por la acera y desapareciendo de mi vista por la esquina. Esto no podía pasarme esta misma noche, esta noche, Grace no tenía que pasar por mi mente.

𝐏𝐢𝐧𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 - 𝐓𝐡𝐨𝐦𝐚𝐬 𝐒𝐡𝐞𝐥𝐛𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora