Capítulo 6

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Advertencia: violencia física y verbal.

Jaehyun bajó de su auto apenas arribó frente a las puertas de la empresa de su padre que, para ese entonces, era la más grande y reconocida compañía de servicios financieros del país. Con solo el hecho de pensar que esa enorme edificación, que se erguía formidablemente ante su insignificante presencia, formaría a ser parte de su déspota vida y que todo lo que alguna vez obtuvo por su propio esfuerzo como su departamento y trabajo iba a desaparecer. le revolvía el estómago. Además de esto, no tenía un muy buen presentimiento de lo que fuera a suceder dentro.

>>Cerró la puerta del auto y caminó hacia la entrada principal del edificio. Una vez que ingresó, le recibió una joven recepcionista que aparentaba ser nueva en su trabajo. Jaehyun había percatado la tensión acumulada en las expresiones faciales de la fémina y con ello concluyó que su padre no andaba de muy buen humor. La mujer, que amablemente le acompañó hasta el ascensor, no le dirigió palabra alguna y solo se mantuvo en silencio, temerosa de cualquier reacción proveniente del hijo de su jefe. Jaehyun apretó fuertemente los puños de la rabia. El miedo que su padre causaba en sus empleados hasta con la leve mención de su nombre era ostensible, pero tampoco era como si pudiera hacer demasiado suponiendo que lo que él recibía era por el quíntuple.

>>Con las manos temblándole, la joven le invitó a pasar al elevador y, posteriormente, le indicó con amabilidad el piso. Aunque Jaehyun ya sabía hacia a donde ir, optó por seguirle la corriente para así evitar que su día se estropease más de lo que su padre pudo haber ya hecho. Inclinando ligeramente la cabeza hacia adelante, le agradeció; gesto que bastó para que la recepcionista quedase perpleja, siendo su expresión lo último que Jaehyun vería antes de que las puertas se cerraran. Una vez en el elevador, pudo recién allí relajar la tensión de sus músculos faciales mientras echaba la cabeza hacia atrás, apoyándose contra una de las paredes. Respiró hondo. Tenía la mirada anclada al techo y le imploró a cualquier ente divino que hiciera que el tiempo pasara rápido o hasta lo imposible para que huyera de ahí. Deseaba con todas sus fuerzas regresar a su hogar y ponerse a corregir los trabajos que tenía pendientes de sus alumnos, pero era eso, un anhelo.

>>En cuanto las puertas se abrieron en el piso del corredor de la muerte, no tuvo de otra que abandonar el cubículo. Avanzó por un extenso pasillo donde varios empleados lo recibieron cordialmente y con una fascinación digna de un encantamiento, pero a simple vista se podía apreciar un imaginario revolver apuntando sus sienes. Era como si estuvieran recibiendo al hijo del monarca.

—Joven Jung. —oyó a sus espaldas, por lo que se dio ligeramente la vuelta topándose con una mujer de cabello negro atado prolijamente en un rodete. —Por favor, sígame. Lo llevaré al despacho del señor.

Su apacible mirada se fundía con el cansancio y el dolor de su magullado rostro. El olor que desprendía era digno de una Alfa de duro y tajante carácter, pero ni siquiera los más hercúleos de la casta eran capaces de hacerle frente al patriarca Jung porque si de por sí era imposible confrontar a un Enigma (que, de hecho, se trataba de un caso de uno en un millón), era todavía peor si este era un Enigma de un temperamento inestable e inconstante como lo era el de su padre.

>>Siguió a la mujer por otro extenso, pero más angosto pasillo tintado en tonalidades negras con detalles y diseños en dorado. Algunos cuadros renacentistas colgaban de las paredes; las ostentosas arañas de cobre que colgaban del techo, adornaban tenuemente el corredor y su fulgor se iba extinguiendo a cada paso que daban. La pesadez del ambiente se tornaba aún más densa, casi como si la mismísima señora Muerte estuviera al final del camino, aguardando impacientemente por él. Amedrentado por los temores que empezaban a tomar cuerpo y forma, no alcanzó en caer en la cuenta de que se yacían de pie frente a las inmensas puertas negras de la oficina de su padre. La mujer dio dos suaves e irresolutos golpes en una de estas, recibiendo al instante una afirmativa del otro lado por lo que, tan pronto como respondieron, abrió la puerta y entró.

Yo amo a ese Beta | JaeDo (PAUSADO TEMPORALMENTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora