Permíteme

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Su cuerpo temblaba tanto del frío como de los mismos nervios que sentía en ese mismo momento.
Faltaba un día más, un día más y por fin Robin vendría por ella. Ya tenían hora para ver a la morena e irse con ella, tenía todas sus cosas preparadas para poder irse con Robin, incluso contó su dinero que mantenía ahorrando desde mucho tiempo, tenía suficiente para comprarse una casa y quizás uno que otro mueble... Habló de ello con sus dos amigas y estas incluso recomendaron comprar cosas de segunda mano para ahorrar más mientras que pueda conseguir más dinero para comprarse cosas nuevas. 

"Poco a poquito se hace muchito", eso diría su abuelo. Cuando recordó esa frase una sonrisa apareció en su rostro. Ah, su abuelo... Lo extrañaba tanto como a su abuela, extrañaba el ambiente que daban aquellas grandes personas, tan cálidas, tan amorosas... Tan agradable, la pobre rubia deseaba retroceder el tiempo y poder abrazarlos y decirles lo mucho que los quiere.

No había rastros de Doflamingo y de Katakuri tanto en presencia como en su celular en estos últimos días, sus días fueron tranquilos, pero eso no daba el hecho de que le dolía de forma sentimental, sobre todo lo de Katakuri... Un hombre como él se podía ver inalcanzable para cualquier mujer y él había estado en su cama para después irse sin más, no le rogó, no pidió estar con ella más rato sin importar que estaba comprometido. Quizás y hasta huir de la familia Charlotte... Pero ella, cuando vió cruzar a Katakuri aquella puerta, entendió que él le interesaba más otras personas que a sí mismo.

Y otra vez vino un recuerdo, cuando tenía 15-16 años... Su madre estaba gritando, caminando por todos lados de una forma desesperada, la menor sabía el motivó y era porque el novio de aquel entonces de Anastasia le fue infiel. Ella, como siempre, observaba desde la entrada de la cocina como su madre arrojaba todo lo que tenia a su alrededor, desde platos, vasos, sartenes y frutas que tenían ahí para que maduren, lloraba, gritaba y hasta pataleaba como una niña pequeña. ¿Fue normal lo que hizo?, quizas para una adolescente... Pero no para una adulta, tomar las cosas de esa forma era muy absurdo.

Escucho la puerta principal abrirse y cerrar, ella se encontraba en la sala, sentada en uno de los sofás mientras mantenía en sus brazos su guitarra, trataba de tocar su instrumento pero le dolia su mano, quizas por el frio o por lo mismo que su mano habia sido dañado hace meses atrás. Escucho las pisadas que daba aquella persona que habia entrado a la mansion, sabia que era Crocodile. 

-Aqui estas-Dijo Crocodile al verla.

-Aqui estoy.-Hablo ella con una pequeña sonrisa. Algo que borró de inmediato.

Crocodile nunca se disculpo por lo de aquella vez, no es que no quisiera, no sabia como decirle... Este se sento en su sofa favorito y su mascota fue hacia el para recibir cariño de parte de su dueño. Lo unico que se escuchaba en la sala es como Dolores trataba de aprenderse algunas notas pero terminaba quejándose de su mano.

–¿Estas bien?-Pregunto Crocodile.

–¿Me llevará a un restaurante para reparar el daño?-Pregunto sin pensarlo dos veces. Era claro que Dolores aún estaba molesta.

–Dolores, ya hablamos de esto...-Contesto Crocodile mientras volteaba a verla. Ella no lo volteaba a ver.- Ella es sólamente una socia.

–No, yo no hablé de nada... Usted se me ha acercado y me ha dicho la razón por la que no me defendió.

–Debe de entender que en los negocios tenemos que hacer sacrificios...

–Que sacrificio, antes y no me puso en una pirámide y me sacó el corazón-Contesto de forma sarcástica.

–Dolores, no me hables con ese tono.

–¿Y si ella o alguien más me habla así la vas a dejar?, ¿Por qué quieren respetó cuando no lo hacen?

Pequeño Angel [One Piece]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora