Cap 24 "Sobre mi madre"

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Varias semanas después.
Hoy, 29 de Septiembre, se cumplen 4 años desde la muerte de mi mamá.
Ella era el sol de la casa, todo giraba entorno a ella. Fue una mujer maravillosa, amorosa y tolerante, el pilar de la familia.
Antes de su enfermedad, ella estaba llena de vida, siempre se le veía alegre. Recuerdo que todos los días a las 5:00 PM iba al jardín para cuidar sus plantas. Las regaba con un poco de agua, quitaba las hojas secas y a veces uno que otro gusano. Nunca le importó ensuciar su vestimenta de marca con un poco de tierra.
Era enfermera, trabajaba medio tiempo, más que por dinero lo hacía por ayudar a las personas. Se consideraba filántropa, todos las navidades hacía una colecta con sus compañeros de trabajo y compraban juguetes para donarlos a niños huérfanos.
Todo empezó con unos pequeños dolores y una masa extraña, ella ignoró aquellos síntomas para no preocuparnos, pero pronto empeoró. Mi padre la llevó a un médico especialista, entonces le diagnosticaron cáncer de mama agresivo, de estado avanzado. Fue un golpe duro para todos nosotros, mamá parecía permanecer tranquila, o más bien resignada. Papá en cambio buscó a los mejores oncólogos del país y los tratamientos empezaron.
Primero le practicaron la quimioterapia inicial para reducir el tamaño del tumor y poder proceder con la cirugía. Le extirparon el seno izquierdo y después de la cirugía continuaron los tratamientos con quimioterapia.
Para ese entonces mi madre ya no era la misma de antes, el cáncer la había deteriorado física y psicológicamente, estaba triste y desganada. Perdió todo su cabello. Constantemente sufría de náuseas y vómitos, sin contar la perdida del equilibrio. Su piel adquirió un color lívido.
Para nosotros fue tan doloroso el verla así, como para ella el estar atravesando por todo eso. Para nuestra desgracia las cosas no terminaron ahí, las células cancerosas se expandieron a su otro seno y otros órganos cercanos estaban expuestos. Habían pocas esperanzas, las terapias cada vez se hacían más dolorosas y las pastillas numerosas.
Mi madre ya no pudo aguantar más y nos comentó abiertamente sobre su decisión: la eutanasia directa activa.
Al principio estuvimos en contra de ello, pero después de hablar con varios doctores, llegamos al acuerdo de que era lo mejor. Ella quería una muerte digna y nosotros erradicar con su sufrimiento.
En un día como éste hace cuatro años, después de una ceremonia donde ungieron a mi madre con los santos óleos, estuvimos todos reunidos en la sala de espera del hospital. Mis abuelo, mis tíos, amigos cercanos de mamá y, por supuesto, mi papá, mi hermana y yo.
Las despedidas iniciaron, entraban uno por uno y salían con lágrimas descendiendo sobre los pómulos. Entonces me tocó a mí. Era una pequeña niña de 14 años, débil e inmadura. Me acerqué hacia ella, con el rostro lleno de lágrimas me dijo: "No llores, mija, antes de irme quiero verte sonreír". Al escuchar eso no pude evitar romper en llanto, ella me abrazó y lloró conmigo.
A decir verdad no me puedo acordar de alguna otra cosa que me haya dicho además de esa frase, pero sé que hablamos mucho.
Cuando mi tiempo acabó, salí del cuarto del hospital, salí y mi abuela me abrazó. Mi padre fue el ultimo entrar. Después los médicos procedieron, le inyectaron una sustancia que hizo que muriera sin dolor alguno en cuestión de segundos.
Al día siguiente fue el funeral, asistieron aproximadamente 500 personas. A pesar de las palabras de aliento de todos, a pesar del "acompaño tu dolor" o "me imagino lo que sientes" nada cambiaba. Sabía en mi interior que nadie podía comprender lo que yo sentía.
Los meses siguientes fueron igualmente difíciles. Había un enorme vacío en la casa, las plantas empezaban a marchitarse. Nadie hablaba con nadie, a demás de el "Buenos días/buenas noches" por cortesía, entonces nos convertimos en una familia disfuncional.
Nos mudamos a otra casa, una más grande y llena de lujos, pero nada llenaba aquel vacío. Mi papá cambió su trabajo por uno más exigente y con mucha más paga. De alguna manera quería permanecer ocupado para no pensar en mamá y llenarnos de cosas caras para mantenernos "felices".
Visité la antigua casa antes de que llegaran los nuevos dueños y llevé conmigo las plantas favoritas de mamá. Las sembré en nuestro nuevo jardín y empecé a cuidar de ellas como ella hubiese querido.
Siento que una parte de ella esta viva, en las plantas.
Mi padre nos comentó a Sofia y a mí sobre contratar a una empleada para que se encargara de la casa. A él le daba igual, pero yo refuté y me ofrecí a ocupar ese cargo. Poco a poco nos recobramos pero jamás volvimos a ser los mismos de antes. Y cada 29 de Septiembre es como si volviéramos al pasado y revivieramos todo.

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