La realidad.

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El triar de unos pajarillos me despiertan de mi placentero sueño.
El amanecer apenas rompe el cielo oscuro de la noche, pero los débiles rayos se vislumbran en el horizonte.
Me siento muy a gusto aquí con Christian, y me encantaría quedarme aquí toda la mañana reviviendo la placentera manera con la que un hombre y una mujer pueden unirse con lazos tan antiguos como el tiempo.
Siento sus besos y me despierto con suavidad. Parece como si llevara toda la vida con él. Bueno, en realidad sí, en mis sueños.
Christian tensa el brazo que me rodea el vientre y me pega a su cuerpo desnudo.
Me ruborizo al sentirle por entero. Caliente y duro.

—Buenos días —susurra en mi oído —. ¿Has dormido bien?

—Muy bien. Te pegas mucho a mi, y eso me encanta. —Jamás me había sentido tan arropada.

—Es que eres muy calentita —ronronea en mi oído y muerde el lóbulo de mi oreja.
La tensión se dispara en mi cuerpo concentrándose en el vientre y saltan chispas. Pero me encojo un poco al sentir un ligero dolor en mi entrepierna.
Me besa el cuello con suavidad.
—¿Estás dolorida, cariño? —pregunta bajito y aunque no me puede ver la cara por completo, me ruborizo y asiento —. Un baño caliente te vendrá bien.
Mete un brazo por el hueco de mi cuello, lo cruza por mi pecho hasta mi bíceps y me acaricia el brazo. Me tiene completamente rodeada. Y me encanta.

—Tengo que volver a mi casa, Christian.

—No. —Se me encogen los dedos de los pies.

—Mi madre debe estar preocupada —me excuso.

—Tienes un teléfono aquí al lado y uno en cada esquina de todo el palacio. Llámala y le dices que estás aquí. —Me besa la cabeza y huele mi pelo —. Que bien hueles a mí y a sexo —gime haciéndome perder el hilo de mis pensamientos.
Un delicioso escalofrío me recorre el cuerpo.

—Mañana tengo que coger un vuelo a Nueva York —recuerdo.
Christian se tensa deteniendo sus caricias y me hace gira para tenerme de frente.

—¿A qué vas a Nueva York? —pregunta no muy feliz con la idea.

—Van a entrevistarme para Vogue y tengo una invitación a un desfile.

—¿En Navidad? —inquiere ahora bastante descontento con la idea.

—Sí, en Navidad. Estaré de vuelta para Nochebuena —le informo pero él sigue con la misma expresión de molestia.
Levanto la mano y le acaricio la mejilla, la barba le ha creído durante la noche ensombreciendo su cara. Está aún más guapo y sexy.
—¿Te dejarías barba para mí? —pregunto coqueta y le beso con suavidad los labios.
Su expresión se suaviza y me da un suave apretón con sus brazos.
Su nariz roza la mía y ladea la cara para darme un beso.

—Claro que sí —concede—. ¿Me llevarías contigo a Nueva York? —pregunta con inocencia haciéndome reír.

—Solo son dos días —rebato con un sonrisa radiante.
¿De verdad quiere venir conmigo?

—¿Y?

—Los dos son actos públicos —marco con una ceja levantada y una mirada afilada.

—¿Y? —alarga la sílaba cerniéndose sobre mí con su torso, hundiendo la cabeza en mi cuello.
Me río.

—No quiero que me vean contigo, ya sabes que tienes una fama horrible... —bromeo claramente.
Grito cuando hunde los dedos en mis costillas y me hace cosquillas.

—Salimos esta noche. En mi avión. Tengo un piso en Manhattan, nos quedaremos allí —ordena.

—Sí, majestad. —Rompo a reír cuando me cose a cosquillas.

Una princesa para un príncipe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora