Capítulo 9

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Abro los ojos como platos y frunzo el ceño. Dylan me mira, sonriente. Dios, ¿qué hace él en la casa de mis vecinos?

Se escuchan un par de pasos en las escaleras de la casa donde está Dylan y él aparta rápidamente la vista. Se gira y puedo ver su perfil mientras se cruza de brazos. Se ve perfecto. Camina con los brazos sobre su pecho y sale de la habitación. Como la casa esa está en venta, no tiene ventanas, y, aunque la mía está cerrada, puedo escuchar las voces.

--... sí. Ésta será mi habitación... --murmullos por parte de una voz grave--. ¿Qué? --su voz aumenta el tono--. ¡No! Digo, sí. Amo la casa. ¿Nos podemos quedar aquí? --oh, no, ya sé que intenta.

El muy maldito quiere ser mi vecino.

--¡Sí! --grita-- ¡Te amo, mamá! --escucho pasos y vuelvo a mirar: Dylan acababa de entrar a la habitación--. Adivina qué.

Pongo los ojos en blanco y respondo débilmente.

--¿Qué? --en mi voz hay falsa emoción.

--Tienes un nuevo vecino.

***

Hace dos horas, Dyan se fue de "su nueva casa", dejándome claro que sería mi nuevo vecino. Al pensar en él, recuerdos se me vienen a la mente: el día en el parque, las papas fritas, cuando hablamos y yo estaba afuera del horfanato... y el beso. Más bien El Beso, con mayúsculas. No diré que fue lo más increíble que he sentido, porque me prometí no mentirme a mi misma. Lo que sí, es que dejé mi territorio bien marcado frente a Blair, quien, después de ver la escena, estuvo con cara de amargada por las otras cinco clases, según me dijo Angie. ¿Lo que pasó con Dylan? Sinceramente, no tengo idea de qué sintió, pero pareció haberlo esperado. También pareció que lo disfrutó.

Simplemente, el beso duró tres segundos. Cuando terminó, Dylan me miró sonriente. Yo lo miré como si estuviese retándolo con la mirada, luego miré a Blair y su incómoda expresión de disgusto. Le guiñé un ojo y ella sólo apartó la vista hacia su ensalada. Cuando vi a Angie... Dios, tenía la boca abierta y los ojos como platos. Después de que salió del aturdimiento, me miró, sonrió como si hubiese cumplido la misión a la perfección y aplaudió. "Por fin." gritó. Dylan la miró, sonriente, y luego salí de la cafetería a toda prisa. Me dirigí hacia el baño, me metí en un cubículo y ahí duré las hasta que sonó el timbre indicando el final del almuerzo. Lugo salí de la escuela, saltándome las últimas tres clases. Me fui al parque y ahí me quedé hasta que dio la hora de comer, y volví a casa.

Después de todo, no fue tan malo. Hasta ahora. Dylan como mi próximo vecino. Creo que jamás olvidaré la expresión en su cara, como victoriosa. No habíamos hablado desde el beso, y ahora me lo imagino en su antigua habitación, guardando todo en una maleta, listo para venir y dejarlo aquí. Lo que es peor --tal vez ni tan malo-- es que su habitación quedará justo enfrente de la mía, y la única vista que tendré al asomarme en la ventana o al sentarme en la cama será la habitación de Dylan. Aunque... dicen que las buenas relaciones empiezan con buenos vecinos.

Me llega un mensaje a mi celular, y por el tono sé que es la aplicación "Reserver". Es un tipo de plataforma de mensajes con los colores que tú seleccionas y el nombre de usuario que tú decidas. Yo lo tengo con el color pre-seleccionado: según Angie, me caracterizo por lo seca y básica que soy. Lo que más amo de esta aplicación, es que para acceder a las conversaciones necesitas un código.

Estiro mi mano y cojo mi celular. Lo desbloqueo, abro la aplicación y leo el mensaje.

"Reese: 06 de Julio, Griever's Park, junto al motel Paradise.Te espero ahí o te encargas de la misión sola?"

Bien, lo explicaré rápido; como mi madre tiene mucho que mantener --un imbécil y una casa de un millón de dólares--, yo consigo mi dinero por mi cuenta. No puedo robarle para comprar cigarrillos, ¿o sí?

Aunque parezca increíble, me duele hasta el alma que a veces, mamá no llegue a casa temprano. Y que Robert ni siquiera salga a la tienda.

Y he aquí el cómo consigo mi dinero: La segunda vez que salí de fiesta, cuando Tobby aún estaba aquí, y Frederick apenas se había ido, conocí a un chico. No fue su rostro o actitud lo que me agradó, si no el fajo de dinero que sacó para pagar todas mis bebidas. Al rato, me atreví a preguntar de dónde conseguía tanto dinero, y ahí fue donde me hizo una de las preguntas más decisivas de mi vida. Literalmente, aún la recuerdo a la perfección. Parecía que me había invitado a jugar Ouija.

"Esto es algo de vida o muerte, si le entras, no saldrás. ¿Quieres entrar?".

Como niña tonta, asentí. Y así es como me hice distribuidora de hierba. Reese es uno de mis compañeros, aunque su nombre real sea Bryan, él lo prefiere así. Y no diré que fue una mala decisión: lo que gano no es poco. El problema es que si falto a algún evento, quedo fuera. Y no es lindo quedar fuera.

La puerta se abre de repente, y como acto reflejo, volteo. Jenna está asomando la cabeza, como esperando ver algo malo o incómodo.

-Lo siento -se disculpa-. Debí tocar -hace una mueca y saca la cabeza. Empieza a cerrar la puerta de nuevo, pero la detengo.

-Déjalo así. Pasa.

La puerta se vuelve a abrir y entra. Después cierra la puerta detrás de ella y me mira.

-¿Por qué tan oscuro, niña? -pasa por delante de mí y se arrodilla en la cama. Voltea hacia la ventana, cubierta con una persiana hasta el tope-. Abre esto -empieza a subir la persiana, dejando ver un par de maletas en la habitación de la otra casa. La habitación de Dylan-. ¿Ya hay compradores? -pregunta.

-Sí. Y los conozco -respondo con amargura. Jenna voltea a verme e inclina la cabeza.

-¿Quiénes serán tus nuevos vecinos y porqué hablas como si fueran lo peor del mundo?

Ruedo los ojos.

-No los llames así. Diles... -no tengo un nombre para Dylan y su familia- eh... La familia de alado -respondo. Jenna me mira, entrecierra los ojos e inclina la cabeza.

-Como sea -exclama. Hace una pausa y se levanta de la cama. Alisa su suéter negro aterciopelado que le llega hasta las rodillas y acomoda el cuello de la camisa que trae debajo, hecha de tela roja y negra a cuadros-. Te vine a decir que iré a visitar a Joseph -frunzo el ceño. ¿De verdad lo quiere adoptar?-. ¿Quieres ir? -me ofrece.

Inspecciono la situación por un rato. Asiento después de todo.

-Claro. Sólo déjame alistarme, ¿ok? -le sonrío falsamente, aunque es una de esas sonrisas actuadas que se ven más reales que una de alegría.

Ella asiente y sale de lmi habitación. Me levanto de la esponjada cama, con el cuerpo adolorido por estar boca bajo, acostada y recargada en los codos, con el libro de Biología por un lado y el celular en el otro. Me veo en mi adorado espejo de cuerpo completo y empiezo a examinar mi ropa. Camisa azul, mallas negras, short de mezclilla y converse clásicas. Frunzo el ceño mientras busco qué le falta a mi ropa. Camino hacia mi celular abro la aplicación "iTube" -Sí, no todos tenemos tanto dinero como para escuchar música legalmente- y selecciono una pista que me agrada. Le subo hasta el tope y empiezo a seleccionar ropa de mi armario. Elijo una camiseta blanca sin mangas y decido que eso será lo único que cambiaré.

Me quito la camiseta azul, dejando a la vista mi sujetador negro de encaje perfecto. Cuando mi playera pasa por la cabeza y sale, disparada hacia el suelo, es cuando veo el rostro de Dylan al otro lado del cristal.

Primero la sorpresa se presenta en modo de grito, pero la esquivo. Camino hacia la ventana -la cual está libre de la cortina gracias a Jenna- y sonrío•.

Dylan cambia su sonrisa por otra expresión muy diferente: arquea las cejas, abre completamente los ojos y entreabre la boca. Se cruza de brazos mientras me ve de cabeza a cintura. Inclino la cabeza y le lanzo un beso. Ahora sí que abre la boca completamente.

***

Salgo de mi casa a toda prisa, con Jenna pisándome los talones. Me empuja hacia el carro y me subo en el asiento del copiloto. Se sube después de mi y arrancamos.

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Ligth (Dylan O'Brien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora