Capítulo 1

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Caminaba por los oscuros pasillos de la secundaria, los cuales ahora mismo estaban vacíos. Podía ver mis piernas reflejadas con una pequeña deformación en el piso, que parecía recién trapeado. Se podía respirar un lindo aroma, todo libre de humo de tabaco y de perfumes y olores humanos. Fresco. Los lockers azules se situaban uno a cada lado, en hileras de diez en diez, las cuales se separaban por el cruce de pasillos. Así es como me encanta estar, sola. Es lindo, pacífico y relajante.

De repente, la paz se vio interrumpida por un par de chirridos acompañados de pasos. Parecían un par de tenis recién estrenados. Los pasos aumentaba su velocidad hasta llegar a mi altura, un poco detrás de mí. La silueta de alguien se topó con mi vista de lado derecho, pero seguí caminando. Los pasos también me alcanzaron y disminuyeron su ritmo al llegar junto a mi. Aún sin girar la cabeza, pude ver que la silueta era masculina.

 –¿No te interesa llegar tarde?  –habló una voz irreconocible, amenos para mí.

Ahora sí giré el cuello, y pude ver a un chico de penetrantes ojos cafés. Negué levemente con la cabeza y volví a mirar en mi dirección. Bajé la mirada hacia el suelo que parecía de mármol, pero en realidad eran azulejos baratos pegados en patrón.

 –No hablas, ¿eh? ¿Perdiste la voz?  –siguió insistiendo. Volví a voltear, ahora para escanearlo bien. Cara linda, voz grave y varonil, cabello café oscuro, estatura promedio... es el chico nuevo.

 –No  –respondí.

 –¿Qué?

Pongo los ojos en blanco ante su confusión.

 –No me importa llegar tarde. Es la misma.

 –Oh --parece asombrado –. Así que sí tienes voz.

Inclino la cabeza y entrecierro los ojos. No necesito decir palabra: mi expresión habla por sí misma. "¿Enserio? No te creo" expreso con los ojos de manera sarcástica. Me concentro en caminar hacia el salón, pero por el rabillo del ojo sé que no me quita la vista de encima. Lo ignoro y volteo hacia mi cartera. Saco un cigarro y después un encendedor de cubierta plateada, que dice "Robert" en letras cursiva. Enciendo el cigarro y me lo llevo a los labios. El chico aún se me queda viendo.

 –¿Te regalaron un encendedor para fumar?  –pregunta después de un rato.

Lo miro mientras libero aire.

 –Se lo robé a mi padre –y me vuelvo a llevar el cigarro a la boca–. Ni siquiera sabe que fumo.

 –¿Cuál es tu nombre?  –pregunta con tono acelerado. Suspiro y vuelvo la liberar humo.

 –No.

 –¿Qué? -se mira irritado –. Tan solo te pedí tu nombre.

Regreso la vista al pasillo. Estoy a un par de puertas del aula, y ya va a media clase.

 –Sí, te escuché. Te respondí no.

 –¿No qué? –empieza a mover las manos en el aire, lo que me parece exagerado. Volteo a mirarlo completamente, girando mi cuerpo y le respondo después de un profundo suspiro.

 –Vas a llegar tarde  –se para en seco y voltea a verme como lo hice yo a él. Vuelvo a inhalar humo del cigarro y nos quedamos en silencio un par de segundos, cruzando miradas–. ¿Quieres mi nombre? Investígalo. Quiero ver cómo eres, y tu quieres mi nombre. Me toca economía, así que más vale apurarme.

Lo dejo con la palabra en la boca y camino hacia la sala de biología. La de economía está al otro lado de la escuela, pero es nuevo. ¿Qué puede saber?. Apago el cigarrillo en la entrada y lo dejo en el suelo. Lo piso, segura de que me sigue mirando, y entro sin siquiera tocar.

 –Señorita Jeff, ¿qué se le ofrece? –pregunta el anciano que Babes colocó como profesor. Toda la clase se gira a verme, interesados en algo que no les importa. Cierro la puerta con mis manos, deteniéndome en ella.

 –Quiero tomar la clase  –le respondo, desinteresada.

Se me queda viendo molesto, mientras la clase guarda silencio. Abre la boca para hablar, pero un sonido lo detiene. Siento como si me hicieran un masaje, alguien está tocando la puerta.

 –Pase –dice el profesor. Me incorporo y avanzo un paso hacia delante. La puerta se abre dejando ver al chico del pasillo.

 –Buenos días, profesor Collin, ¿me permitiría el pase a su clase? Sé que estoy retrasado como media cesión, pero me perdí. Creí que aquí era Economía y... –es interrumpido por Collin.

 –Sí, pasa. No me cuentes como nació tu madre –le responde, haciendo un ademán para que entre. El chico lo obedece–. ¿Cuál es tu nombre?.

Voltea a verme y le sonrío.

 –Dylan.

El profesor rodea su escritorio color chocolate, se levanta de su silla giratoria de cuero y camina hacia nosotros.

 –¿Eres el nuevo? –pregunta.

 –Sí –sonríe–.Debe disculpar a mi amiga... –me señala con tono incómodo. ¿Qué diablos planea? Lo volteo a ver con el ceño fruncido. Después escucho los rugidos de la clase. Los había olvidado. Los chicos empiezan a hacerse los decepcionados y las chicas actúan rudas. En especial Blair, con su cabello planchado perfectamente y sus cuarenta capas de maquillaje sobre su cara. Empieza un escándalo donde ella es quien administra el debate con sus argumentos--, yo fui quien la distrajo en el pasillo –se hace el silencio–. Ella trató de darme indicaciones para llegar aquí, pero al final me confundí –de nuevo el rugido acompañado de notables abucheos.

Collin me mira molesto y me hace un ademán para que me siente.

 –¡Silencio! –grita, y hasta Blair cierra su pintada boca–. Jeff, siéntate –se escuchan los abucheos por parte del grupo--. Para mañana un resumen de veinte cuartillas que diga cómo comportarse al momento de entrar al aula y que explique porqué no lo hiciste de tal modo.

Asiento en silencio con los ojos en blanco y camino hacia la ventana, donde están un par de asientos desocupados por el sol que pega en las bancas, las cuales están más descoloridas que las demás. Me encamino hacia allá, me descuelgo la mochila del hombro y la arrastro por el suelo. El asiento está a un lado del de Blair, quien enrolla un mechón de cabello en su dedo. Dylan se sienta detrás de mi, y veo como Blair lo sigue con la vista. Me apoyo en el respaldo de la silla y siento el calor a través de mi ropa, pero no me muevo. Los minutos pasan rápidamente, con preguntas de Collin y participaciones de Blair. Nada para mí o Dylan. Cuando calculo que han pasado diez minutos desde que me senté y Collin se voltea a borrar el pizarrón, siento un aliento en mi oído.

 –Jeff, ¿eh? –la cálida voz y el relajado tono hablan por sí solos–. Tu nombre no será un secreto por siempre.

Ligth (Dylan O'Brien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora