Capítulo 3

202 7 0
                                    

Frunzo el ceño ante su aparición. Por un momento creo que es una coincidencia, pero conseguir mi número de teléfono, nombre y saber en qué rincón del parque --el más escondido-- me encuentro...

--¿Volviste a perder la voz o...? --me volteo a ver el lago--. ¿Porqué no me contestas? --responde, molesto. Siento como sus dedos rozan mi barbilla, pero tomo su mano y la aparto de mi cara, molesta.

--¿Me... me estás siguiendo? --pregunto con el ceño fruncido. Frunce el ceño y voltea a ver el césped.

--No. Sólo pasaba por aquí.

Arrugo la frente y estoy a punto de pararme, pero tengo que dejar algo claro antes de irme. No puede ser así, no puede seguirme, no pude acercarse sin que yo lo quiera. Tal vez es paranoia, pero eso de que investigue tanto...

--¿De veras? ¿Aquí? --señalo el lugar. Apunto la pared de árboles que están detrás de nosotros, por donde se asoma la pequeña grieta escondida por dónde cruzo a este escondite. No se puede venir aquí sin saber de la pequeña entrada a menos que vengas en bote-- ¿Detrás de la pared de arbustos que parecen imposibles de cruzar? --pregunto sarcástica--. Sinceramente no sé que planeas o porqué me estás siguiendo.

Voltea a verme y se queda mirando mis ojos.

--Sólo... pasaba y vi la grieta --en su voz hay algo de inocencia, y casi hace que le crea.

--¿Y porqué te sentaste junto a mí? --le insisto.

Agacha la vista hacia sus tenis, que están junto a los míos. Mueve un pie y me da un golpecito en mi converse. Le devuelvo el golpe, de juego, pero al momento me arrepiento. No soy su amiga, así no se hacen las cosas.

--Pues... eres una de las pocas personas que conozco.

Decido quedarme un rato más para sacarle toda la sopa. Por más que quiera creerle, es demasiada coincidencia. Saco un cigarrillo y me lo llevo a la boca. Le ofrezco uno a Dylan, pero niega con la cabeza.

--No fumo --sonrío y pongo los ojos en blanco. Regreso mi cigarro a la cajita dorada y saco el encendedor--. Dijiste que tus padres no se dan cuenta de que fumas pero... creo que es demasiado obvio. Cualquiera que te vea diría que tienes una pinta de chica mala.

Cierro los ojos y suelto una risita. Los abro y veo que Dylan está demasiado confundido.

--¿De qué te ríes? --pregunta. Veo en sus ojos algo de desconcierto.

--Me río de ti --ahora parece más desconcertado que nunca--. Apenas me has visto un par de veces desde esta mañana, y ya crees que sabes todo sobre mí. A mi mejor amiga le tomó un par de años que le contara toda mi historia, y no sabe la mayoría de mis secretos. Y ahora, un idiota consigue mi número, me sigue hasta el parque y cree que me conoce más que mis padres --lo volteo a ver. Me está mirando, dolido. Me levanto y me pongo de cuclillas, quedando frente a frente de él, con nuestras caras a escasos centímetros--. No me conoces, pequeño Dylan, y nunca lo harás.

Me levanto de donde estaba, tomando mi mochila y camino hacia el espacio abierto entre el par de árboles. Giro discretamente para ver a Dylan. Sigue sentado, mirándome. No puedo identificar ninguna emoción específica, pero asumo cómo se debe de sentir. Me da un poco de lástima, pero decido seguir el ejemplo de mi tía Jenna. Paso por la grieta que se encuentra entre un par de árboles y piso las ramas con cuidado de no resbalar. Vuelvo a pisar el césped y camino pacíficamente hacia la acera, de regreso a mi casa.

--Esa no es la forma de salir, lo sabes, ¿verdad? --pregunta mi tía Jenna. Está sentada en el jardín, con un refresco en la mano y sus lentes de sol. Se ha quitado el abrigo y se puso algo menos cálido que las mallas y botas. Trae un vestido corto con escote de tela rayada horizontalmente a blanco y amarillo. Tiene unas sandalias que combinan y está por un lado de la mesita donde pone la lata de su soda.

Ligth (Dylan O'Brien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora