El día que algunos sí y algunos no esperaban, el más frío de la temporada que solamente era calmado con algo cálido, un solo momento donde toda la atención del mundo estaba a tus pies.
Un solo día en donde pedías estar en paz.
Los mechones rubios del mayor se mantenían quietos, mientras sus manos sostenían una taza de café humeante al mirar el móvil que se encontraba a un lado de la pequeña mesa ubicada al lado de la ventana más alta del departamento.
24 de diciembre, 10:56 p.m.
El sitio estaba en completo silencio, podía haber cualquier fantasma que acompañara al joven Mikaela, quien con su humor por debajo de los suelos podría hacer un gran dúo con cualquier alma en pena. Aunque eso quisiera expresar, sabía que su rostro no hacía mucho esfuerzo por ser tan expresivo en tipos de festividades como esas.
Un día normal, los grados bajando más del cero, familias reunidas en una noche posiblemente estrellada. Sí, igual que el filme de Grinch. Había olvidado cómo era celebrar Navidad desde que sus padres murieron hace años y lo único que lo soportaba era su tío Shinya; aunque éste no era un motivo por el que ese día se volviera despreciable, sentía que cada año podía ser peor y mucho peor.
Solitario en su vida, sin ninguna cosa seria con la cual seguir presumiendo en su corto camino, prefería mantenerse en ese límite donde no encontraría un motivo por el cual mejorar.
En sus puntos de vista desde su lugar, podía presenciar a una familia con sonrisas de oreja a oreja mientras abrían los obsequios, acompañados de un pequeño que estaba emocionado por encontrar el tesoro que escondían los pliegos de papel decorativo. El rubio sintió un poco de empatía, la suficiente para convencerse que ese cálido sentir que provocaba esa fecha nunca volvería.
Volvió a mirar a sus edificios vecinos, era la rutina en su agenda más importante por realizar que no quería perderse, igual a un viejo programa que fuera lo suficientemente entretenido para mantenerlo horas sentado en el mismo sitio. Podía estar ocupando ese tiempo en su trabajo, pero sus compañeros eran tan normales que nunca tendrían labores por hacer en esa fecha.
Una total pérdida de tiempo.
Las pálidas manos del rubio quisieron sostener la taza para sorber un poco del líquido oscuro, cuando sus sentidos se alertaron al escuchar el timbre de su puerta. Era muy extraño, no recibía visitas sorpresas en Navidad si no son del molesto Ferid Bathory, de ahí no podía saber de alguien más que pudiera estar dispuesto a interrumpir su "momento especial de luz".
Ignoró el sonido, tal vez solo fue por error al encontrar la puerta correcta. Quiso volver a tomar la taza hasta sus labios y... de nuevo sonó.
Mikaela estaba por perder la paciencia.
Un suspiró de molestia salió de sus labios cuando sabía que tenía que lidiar con el intruso que estaba parado frente a su puerta tratando de resaltar sus venas de irritación, sin tener otra opción más que encaminarse hasta la puerta. No tenía tantas ganas de hablar con desconocidos ni con lidiar con los posibles que le conocieran, era casi imposible en un día tan ocupado para muchos como para recibir una visita inesperada.
Estuvo segundos tardados delante de la puerta decidiendo si debía abrir o dar su camino de nuevo a la solitaria sala de estar, y mientras estaba ahí podía jurar que estaba una energía que le obligaba a abrirla. Quiso ignorarla nuevamente, y de nuevo le jugó la contraria cuando el timbre volvió a sonar.
El rubio arrugó el ceño sin tener de otra más que pasar minutos soportando a aquel sujeto. La perilla fue girada por su mano atrayendo la puerta hacía él y encontrarse con algo peculiar; o mejor dicho, alguien: un chico de cabello negro y ojos llamativos en tono esmeralda se abrieron con emoción cuando recibió una respuesta por el residente del departamento.