Lo sabía, una y mil veces lo sabía.
Esos humanos peleando por el poder, buscar autoridad y razón sobre todos, eran los mismos de siempre. Le hervía la sangre con tan solo verlos a través de sus ojos.
Iba creciendo más, con el moreno en brazos a punto de salir corriendo de ahí no podía pensar en nada más que en escapar, pero prefirió tomar lugar con Krul para cierto plan: convertirlo en vampiro.Ésto tampoco sucedió, puesto que el ambiente fue peor.
Todos peleando, sangre por doquier en espadas y golpes directos, más un serafín desatando un caos con sus cadenas tomando vidas inocentes.“¿Qué demonios?” pensó Mikaela.
Giró un instante, volviendo a lado de Yū que estaba a punto de ser atacado por uno de los monstruos gigantes que rondaban por el campo de batalla.
Por fortuna llegó a tiempo, recibió el golpe.—¡Mika! Resiste.
De nuevo esa escena, ese rostro, ¿cuántas veces debía presenciarlo? Era como un castigo que cargaba para siempre. Aunque su corazón se fue hace horas, las cálidas caricias del ojiverde al tenerlo en sus brazos y experimentar por primera vez el sabor de su piel, sus sentimientos no se iban. No lo harían.
— Escapa, idiota.
¿Cedió? No.
Cuando menos lo pensó, Yū se había convertido en un serafín: el rey de la sal.
•
—Mika-san.
El rubio alzó la mirada después de un largo rato mirando el piso, desde que estaban ahí no pensaba nada más que el pelinegro siento poseido por aquel demonio dentro suyo y todo el desastre ocasionado antes de escapar de Nagoya. Su escuadrón cedió por escapar a orden de Shinya, quién quedó en custodia debido al desatado de su equipo que quiso adelantarse y cometer tonterías innecesarias, en pocas palabras, Guren Ichinose.
Y por orden contraria, Mikaela tuvo que ir con ellos por orden de Krul, que se había perdido paradero junto con el otro progenitor Ferid.Todo en menos de un día.
Creyó que la paz les había alcanzado, que podrían estar felices y poder tener la oportunidad de escapar como lo habían planeado pero no, jamás sucedería ni aunque se deseara con tanta insistencia.
Miró a la pelimorada con cierto enojo, no tenía una razón tan fuerte para hacerlo, pero por ahora no quería bajar la guardia a pesar de ser del bando con Yūichiro.—¿Está bien? Ya sabe... Ha estado varios días ahí con Yū-san. ¿No se siente incómodo?
No quería contestarle, si tuviera algo que hablara por él sería una buena idea y ese no era su oportunidad de escape.
En efecto, han pasado tantos días reflejados a un mes desde que el demonio no escapaba completamente del cuerpo del menor y eso le mantenía intranquilo por dos razones: la estabilidad del chico y su sed de sangre.No había día que visitara el interior de la habitación para saber su estado o si regresaba, ni siquiera su brazo a torcer cuando esa criatura trataba de humillarle con palabras ajenas a lo que sentían mutuamente, como si tratara de buscar una debilidad por el cual fuera renunciar completamente a él.
Mikaela jamás lo haría.Aunque... Si trataba de recordar cierto momento podía tenerlo repitiéndose en su cabeza. Una noche, el rubio se atrevió a dejarle un poco de comida al cuerpo poseído de su amado, sin embargo éste aún no estaba consciente.
Una risa burlona adornó los espacios vacíos de la habitación y sus ojos, sin ese color esmeralda que anhelaba cuando sentía soledad, lo buscaban directamente.