Era la quinta en la semana.
Desde que el rubio comenzó su tiempo de trabajo en una empresa, Yuuichirō pasaba la mayoría de su tiempo en casa. Él a comparación del mayor no tenía un empleo completo y no regresaba a casa con todo los quehaceres de la empresa faltantes.
Eso significaba menos tiempo y menos atención. Al pelinegro no le gustaba no ser su centro de atención.
Pocos años llevaban desde que su relación se formalizara y en sus principios eran felices y apegados, iguales a unos tórtolos de novela. Sin embargo, Mikaela se iba metiendo muchos en sus pendientes mientras Yuu buscaba formas –hasta las más tontas– de llamar su atención, ya sea tratando de cocinar, decir un comentario sobre lo muy solo que se sentía, fingir comenzar una actividad con la que solo lo hacía con su pareja.
No. Ninguna funcionó. Quedó grabado en su mente “Perdoname Yuu-chan, mañana estaré contigo todo el día. Lo prometo”.
El tiempo que lo veía era poco y eso le empezaba a molestar al chico. No solo eso, desde hace meses notó la lejanía y falta de comunicación por su parte, eran menos veces en donde hablaban de sus inestabilidades, problemas, avances de alguno de sus gustos... Todo se iba en un “Bien” o solo un “Hum...”.
No era la misma conexión como antes, algo tan doloroso en su interior.Y... No solo era ese pequeño detalle descuidado.
Cuando tienes tiempo en un lugar nuevo, lleno de gente nueva, es obvio que habría más de una amenaza –denominado así por el de mirada esmeralda– cerca de su pareja, inclusive una en particular: castaña, estatura baja, una inocente mirada y de belleza al tope de cualquier hombre, cuerpo perfecto... Todo lo que de seguro al rubio le hubiera encantado complacer, y no a él. Solo un chico gruñón, necio, de poca gracia, falta de habilidades en una cocina.
Sí, lleno de defectos.
Esa joven iba y regresaba al apartamento en inicio y término de horario de trabajo para “Acompañar” a Shindo, y no creería que ese pequeño detalle se iba a ir de la penetrable mirada del moreno.
Era fastidioso caso, la razón del llegar al estado actual de Yū.
Viendo la televisión, un programa que a él le gustaba ver a solas y de vez en cuando con Mikaela, lo conocía tan bien que debía explicarle algunos puntos importantes de ello y entender a grandes rasgos lo demás. Podría decirse una de sus cosas favoritas. Era una simple caricatura para niños.
Se encontraba sentado en el sofá, con un vaso de agua en una mesita en frente de él, la sala estaba iluminada solamente por un foco mientras los demás estaban apagados, ningún alma más que la suya estaba dentro de las paredes que conformaban su espacio.
Dos de la madrugada... Y Mikaela no llegaba aún.
Lo sabía. Pasó por su mente.
El cansancio se hacía notorio, tanto que debido a eso Yū explotó en emociones y fue a encarar al mayor.
Fueron muchas quejas, tanto de él como del contrario. La relación, los empleos, falta de cariño y atención...No se borraba de su mente toda esa conversación:
—¡Eres tú quien empezó a centrarse más en su estúpido empleo!
—Yū, entiende — al decirle de esa forma no había sentido mayor tristeza en su vida —. Es algo que no puedo evitar, me comprometí desde que me aceptaron en la empresa, no puedo fallarle a Krul. Sé que esto se volvió una relación lejana, pero creeme que lo hago por ti.
—¡Sí lo hicieras por mí lo habrías dejado y estarías compartiendo tiempo conmigo! De seguro a esa chica se lo das más que a mi.
—Amane... Calmate. No saques incongruencias, Akane solo es una amiga, una con la que me he encariñado mucho. Es amable y solo quiere cumplir su sueño de ayudar a muchas personas, está comprometida con un chico.— aclaró con irritación, a veces soportar su carácter era un gran reto.