Capítulo 5: Eres un maldito acosador

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Cuando llega la hora de salir de mi trabajo, me siento feliz y muy cansada. Me despido de mis amigos y de mi jefa. La noche estuvo muy agitada y súmenle a eso el hecho de que Logan estaba ahí, nos da igual a una noche muy, pero muy exhausta. Creo que él se ha ido hace maso menos una hora, porque no lo vi más en mi última hora de trabajo y creo que es mejor así. 

No necesito que nadie más me irrite hoy.

Pero te gusta así de irritante

Oh no. Otra vez tú. Debo de aprender a apagarte conciencia.

Nunca lo podrás hacer.

Oh, solo cállate. 

Salgo a la calle y me pongo una bufanda y mi gorrito de lana, porque acá fuera está haciendo demasiado frío. Me paro en una esquina del bar para ver si algún autobús pasa a estas horas de la noche por aquí. Saco los audífonos de mi mochila y los conecto a mi celular. Coloco Waves de Dean Lewis, mientras espero aquí. 

Creo que estoy esperando durante lo que me parecen cinco minutos, cuando siento que alguien se para a mi lado. No le hago caso, porque puede ser algún borracho o alguien sin importancia, así que sigo jugando Candy Crush en mi celular y escuchando música en el mismo. Estoy muerta de frío, porque olvidé mi abrigo en casa de Abby y apenas estoy vestida con mi camisa de mangas cortas y mi falda. 

Diablos, porque lo olvidé. La culpa la tiene Abby por empezar con su show de drama queen y darnos la necesidad de abandonar ese lugar a tiempo.

No me cambié la ropa, porque estaba ansiosa de irme a casa.  Literalmente estoy temblando mucho, decido envolver mi brazo izquierdo con el derecho para abrigarme un poco. Mis dientes empiezan a castañear. Entre el ruido que provocan mis dientes y la música, logro escuchar unas pequeñas risas. 

Me saco de un tirón los audífonos de mis orejas y eso provoca que luego me arrepienta de hacer eso.  Cuando estoy a punto de girarme para preguntarle que le causa gracia, él se me adelanta.

—¡Ay, Pequeño Panqueque! No puedo creer que no hayas traído un abrigo — se queja Logan quitándose su abrigo para ponérmelo en los hombros y lo acepto solo porque no quiero morir de frío.

—Gracias — le digo —. Pero... ¿Te puedo hacer una pregunta, Logan?

—Ya la estás haciendo, Brooke- responde él divertido.

—Jaja, muy gracioso — digo sarcástica — Pero en serio, Logan. Tengo una pregunta para ti — le digo de las forma más relajada que puedo. 

—Claro, panquecito. Pregúntame lo que quieras — coloca las manos en la cintura para recibir la pregunta que le estoy por hacer.

—¿Qué rayos estás haciendo aquí en medio de la noche? — le grito y al mismo tiempo cruzo los brazos sobre mi pecho para indicar que estoy molesta.

—Bueno... te esperé en mi auto hasta que salieras de tu turno.

—¿Para qué exactamente? — digo temblando de frío.

—Para llevarte a tu casa, por supuesto — me espeta él alzando una mano, como si fuera lo más obvio del mundo.

—No necesito que me lleves a casa — le espeto —. Y además tengo otra pregunta.

—¿Cuál? — resopla.

—¿Cómo supiste donde trabajaba? — le digo lentamente y entrecerrando mis ojos.

—Tengo mis fuentes, pequeño panqueque.— dice él orgullosamente, y hasta se agarra las solapas de su camiseta que por cierto le queda muy bien — Un buen detective nunca revela sus fuentes, señorita Smith — susurra este tonto.

Enamorarse es estúpidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora