El secreto que ocultas

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Maizono y Naegi siguieron hablando tras descubrir que trabajaban en la misma empresa. Lo más gracioso es que el cubículo del chico era justo el de delante de la joven por lo que a veces ambos se distraían del trabajo hablando el uno con el otro. Aquel día era especial, pues acompañaría a su jefa a reunirse con el jefe de una gran agencia de detectives. El muchacho estaba especialmente emocionado, agradecía de todo corazón que Kirigiri lo tomara en cuenta. Y es que todos hablaban mal de ella, decían que ocultaba algo, que había algo raro en su inexpresiva forma de ser, que era demasiado fría y estricta. Y era cierto que a veces parecía algo dura pero no consideraba que fuera una persona mala o con malas intenciones. Y es que a su parecer era normal que ella guardara secretos, ¿quién no lo hacía al fin y al cabo? La única a la que no había escuchado hablar mal de la joven empresaria era a la recepcionista.

-¿Emocionado?-la de cabello azul lo sacó de sus pensamientos.

-¿Y-yo? Eh si... ¡Claro!-respondió nervioso.

-¡Tú tranquilo seguro que te saldrá genia...!

El ruido de un taconeo incesante los callo a ambos.

-No creo que el horario de trabajo sea momento para charlar.

Aquella voz, tan monotona y que tanto imponía...

Maizono se sobresalto pero Naegi solo se limito a hacer una reverencia desde su asiento. Se había acostumbrado a ese tipo de apariciones tan repentinas.

-Discúlpenos, Kirigiri.-dijo el joven antes de darse la vuelta.

Evitó mirarla de frente, le incomodaba ver cómo aquellos ojos amatistas se clavaban en los suyos.

-¿Pudo acabar el informe que le pedí? Ya sabe que la reunión es hoy y lo necesitamos.

-Por supuesto. Acabo de enviárselo por correo e incluso hice una copia a papel si la prefería.- le dio varias hojas.

La mujer de cabellos lavanda revisó levemente lo que él le había entregado y asintió.

-Buen trabajo, Naegi. Debo reconocer que esta bastante completo, tiene mis felicitaciones. Dentro de media hora el señor Saihara llegará así que me gustaría que estuviera preparado.

-De acuerdo.

-Le espero en mi despacho, no tarde.-ordenó antes de desaparecer a través del largo pasillo hasta su despacho.

La chica de ojos azules suspiró aliviada al ver que ya se había ido.

-Uuf que miedo...-susurró ella.

-¿Miedo? 

-Si. Nunca sé como debo actuar cuando la tengo delante.

-Bueno, lo cierto es que es nuestra jefa. Así que es normal, ¿no?

-En realidad... no. Cuando Fuhito era quién dirigía esta empresa el resto estábamos más tranquilo pero desde que ella llegó no sabemos cómo actuar. 

-Pero Kirigiri parece una mujer bastante profesional y tranquila...

-Puede parecerlo pero lo cierto es que rumores horribles sobre ella corren por estos pasillos.

-¿Es en serio?

La chica le respondió con un apenas audible "si".

-¿Es decir no ves lo extraña que es? Esos guantes que jamás se quita y su forma tan insensible que tiene. Se rumorea que los lleva por culpa de su padre... Nunca ha hablado de él pero por lo que sabemos el hijo de Fuhito era un hombre despiadado, y es posible que le hiciera algo a su hija... Por esa razón seguramente nunca se los quita, son su forma de ocultar su oscuro pasado.

-Aún si eso fuera verdad... Ella no tiene culpa de cómo fuera su padre, ¿no?

-Pero si resulta parecerse a él, entonces...

Aquella frase despertó la furia de su interior.

-¡Ni siquiera nadie sabe si eso es verdad, Maizono!

Todos los curiosos que pasaban por allí se quedaron mirándolo. Él, al darse cuenta de esto recuperó la compostura.

-Debería irme. La jefa me dijo que estuviera allí en cuanto pudiera. Nos vemos luego, Maizono.

A su amiga no le dio tiempo a despedirse, se había quedado atónita.

-¿Por qué habrá reaccionado así?-pensó.

Pocas veces lo había visto enfadarse así de repente, esta había sido una de ellas.

Y puede que para ella no hubiera un motivo para hacerlo pero para él sí.

Llegó al despacho de Kirigiri. Como habitualmente ella le dio permiso para pasar pero esta vez le pidió que se sentara a su lado.

-Bueno, ese lado es para los invitados. Hoy le toca sentarse conmigo, ¿le molesta?

-E-En absoluto.

Ella sonrió levemente.

-Solo lleva una semana aquí. Relajese, lo está haciendo bien.

-G-Gracias pero no puedo relajarme. Hay gente en casa que depende de mí. Al fin y al cabo soy el único allí que trabaja.

La de pelo largo reflexionó.

-Hmph... ¿entonces quién fue la chica que me respondió cuando lo llamé?-pensó.

-Entonces debo suponer que no vive con su padres, ¿no?

-Supone bien. Ellos... no viven conmigo.

-Ya veo... ¿quiere decir que esa chica que respondió a la llamada era su novia? -supuso.

-Entonces, ¿vive usted con su pareja?-preguntó Kyoko.

-¿M-Mi pareja? ¡No, no! Quiero decir... la única persona con la que vivo en mi casa actualmente es mi hermana.

-Aah, de acuerdo. Supongo que me precipite al hacer suposiciones, disculpa la intromisión. Era solo simple curiosidad.

-No se preocupe. Cualquiera se preguntaría que hago aquí, supongo.-dijo él castaño restándole importancia.

-Bueno es verdad que es algo raro pero lo cierto es que me alegra tenerlo aquí. Es muy comprometido con su trabajo y es bastante agradable tratar con usted.

A ella normalmente no le gustaba hablar con la gente, expresar sus opiniones o hacer suposiciones cuando no debía pero al parecer con este chico la cosa cambiaba. Despertó su atención desde el primer instante y es que parecía alguien muy dedicado a su trabajo. Y no solo eso si no que ocultaba grandes secretos dentro de su corazón.

-Gracias a usted por contratarme. Le estaré eternamente agradecido.-contestó con una gran sonrisa en el rostro.

La puerta sonó y ella dejó que la persona pasara.

-Jefa, un tal Saihara pregunta por usted.- Asahina se asomó por la puerta y habló.

-Genial, dígale que pase.













¡A sus órdenes, jefa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora