Una propuesta

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La reunión fue un éxito. La empresa del fallecido Fuhito ahora colaboraría con la pujante Agencia de Detectives Saihara. Apenas había pasado una semana desde que se realizó el trato pero Kyoko sabía que ayudar a la Agencia fue su mejor decisión hasta ahora.

Se encontraba sentada frente a su mesa, mirando por los cristales transparentes de la ventana. Aquella ventana era un lugar perfecto por donde observar a sus empleados.
Pero a quien realmente miraba... solo era una persona.

Sentía que no debía pero no podía evitar fijarse en él. Su piel morena y tostada, los ojos verde esmeralda, su pelo alborotado y aquel traje que le quedaba tan ceñido.
No es que quisiera nada de él o le pareciera atractivo en demasía, era solo simple admiración.
Al fin y al cabo era un chico bastante dedicado y tenía, además, una actitud y cuerpos deseables.
Se había fijado en que, como era de esperarse, Naegi se llevaba muy bien con el resto de empleados.

Sobre todo con la tal Maizono. Recordaba bien a esa chica, su padre le suplicó a su abuelo que le diera un trabajo a su hija. Apenas tenían dinero para mantenerse y aunque a él le doliera su hija no podía cumplir su sueño de ser una idol famosa.
También podía contar con pelos y señales cuando la conoció.

Fue amable con ella, o eso quiso hacer parecer. Sayaka Maizono no la veía como una humana. ¿Le molestaba aquello? No realmente, era lo normal en la oficina.
Todos le tenían miedo, todos actuaban raro frente a ella.
Había escuchado que era por su actitud fría y sin emociones.

Pero no podía cambiarla, no ahora.

—Si no soy así el negocio no irá bien por mi culpa...—pensó la muchacha hojeando el papeleo nerviosa.

Las únicas personas que la trataban bien allí eran Asahina y Naegi.
Este último era muy dulce con ella, de hecho.
Pero por alguna razón, no le gustaba estar cerca de él. Le provocaba una sensación que no se le despegaba del cuerpo y la hacía sentir extraña.
Tenía miedo de que aquello la hiciera expresar libremente sus emociones, que rompiera su coraza.

—Disculpe... ¿Kirigiri?

—Oh, Naegi. Pasa.

Su voz la había tomado por sorpresa. Parecía como si supiera que estaba pensando en él en aquel instante.

—El Señor Togami ha llamado. Dice que su secretaria, la señorita Lundenberg vendrá a hacerle una propuesta.

—Ah, entiendo. ¿Cuándo viene?

—Dice que estará aquí dentro de media hora.

—¿Media hora? Bueno, supongo que puedo hacerle un hueco. Dile que no tarde, estoy desbordada.

—De acuerdo. ¿Quiere algo más?

—Si puedes tráeme un café, por favor.

—Sin problema.—contestó el oji verde con una sonrisa en el rostro.

Salió del despacho, dejando a la de cabello lavanda sumergida en sus pensamientos.

—Celestia Ludenberg... Me sorprende que aún te atrevas a aparecer por aquí.—susurró Kirigiri mirando al frente.

Tras un rato esperando Naegi le trajo el café. Ella le dio las gracias muy educadamente y él se fue satisfecho. Apenas pasaron dos minutos de eso cuando la joven Ludenberg apareció por la puerta.

—Celestia...

—Kirigiri, vamos. ¡Ya sabes que puedes llamarme Celes! No seas tan formal, por favor.—dijo riendo con aquel tono tan dulce y practicado.

Conocía lo bastante bien a Celestia como para saber que toda aquella amabilidad era una máscara creada por sí misma y que apenas escarbarás un poco encontrarías su lado más oscuro.

—Entiendo. Celes, ¿que te trae por aquí? No vienes desde que dejaste el trabajo.

—Ah es cierto. Debí venir a verte algún día, mis disculpas.

—Tranquila. Cómo secretaría de Togami supongo que estarás muy ocupada.

—Si... No me deja separarme de él. Y menos últimamente. Ya sabes... desde que tú le...

—Celes, ve al grano. ¿A qué has venido?

—De acuerdo, de acuerdo. No recordaba que fueras tan impaciente...

La muchacha se enroscó el pelo en uno de sus dedos mientras hablaba de forma desinteresada.

—Pues verás. Togami quiere que cenéis juntos mañana.

—¿Con él a solas? No creo que sea buena idea.
Celes sonrió.

—Que va. Yo seré su acompañante. Dijo que no le importaría que tú trajeras uno.

—Básicamente me está instando a que me lleve a un acompañante. Bien, se a quien.—pensó.

Agarró su teléfono y llamó. Así podría asegurarse de que esa persona sería quien la acompañará.
—De acuerdo. Yo también llevaré un acompañante.

—Perfecto entonces. Nos vemos mañana, Kirigiri.

—Si... Nos vemos.

Vio como Celestia abandonaba la sala con suma elegancia y sonreía satisfecha.
No sabía qué era lo que Togami pretendía sacar de aquella cena pero lo descubriría.

¡A sus órdenes, jefa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora