I. AMOR

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El amor es quizá la palabra más confrontante entre las personas como seres sociables, y no precisamente por pronunciarla, sino por aplicarla de forma correcta. Especialmente los jóvenes tendemos a confundir este término, porque se idealiza, algunos piensan que el amor es únicamente soportar dolor, otros creen que “quien ama no sufre”.

Lo cierto es que en la vida diaria se pueden distinguir diferentes tipos de amor, como se explica a continuación:

El amor se puede demostrar cuando le damos una sonrisa amable a alguien, cuando le damos alimento a quien lo necesita, cuando oramos por quien nos hizo daño, cuando tratamos bien a quien nos trató mal, entre otras cosas, el amor lo podemos manifestar de diferentes maneras.

En el artículo 113 del Código Civil colombiano, el matrimonio es un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen con el fin de vivir juntos, de procrear y de auxiliarse mutuamente.

El amor que un hombre siente por su cónyuge no es el mismo que siente por su mamá, el amor que siente un hijo por su mamá no es el mismo que siente por un amigo, y el amor que siente alguien por un amigo no es el mismo que siente por un desconocido. El amor entre esposos además de auxiliarse y vivir juntos, en la mayoría de los casos lleva un elemento pasional, cosa que no ocurre en el amor sano que tiene un hijo por su madre.

De hecho, la biblia nos enseña en Mateo 19.5 “El hombre tiene que dejar a su padre y a su madre, para casarse y vivir con su esposa. Los dos vivirán como si fueran una sola persona.”

He visto y oído matrimonios que han fracasado totalmente, por factores como alcoholismo, violencia intrafamiliar, abuso sexual, infidelidad, entre otros. Sin embargo, he escuchado y observado matrimonios que han sido como un buen sueño hecho realidad, llevan muchos años juntos pero su llama no se apaga, y el factor común que encuentro es que ambos aman a Dios y generalmente lo obedecen y como resultado cada uno vive una vida sana y en rectitud, no toman alcohol, se respetan mutuamente y saben que son iguales por el hecho de ser personas, no abusan en ningún sentido de su cónyuge, son fieles, entre otros principios. Realmente admiro las relaciones que son así, porque generan la esperanzan de que sí se puede tener un matrimonio en victoria.

Yo discrepaba demasiado en el matrimonio, porque para mí estar soltera es una forma de protección, por la posibilidad de superarme sin preocuparme porque “no me llamó, me engañó, ya no me quiere”, entre otras cosas que uno escucha a menudo en la calle.

Incluso, después de haber aceptado a Jesucristo en mi corazón, y darme cuenta de que habían hombres con un corazón puro, seguía dudando sobre el matrimonio, y pensaba “prefiero quedarme soltera siempre con tal de no tener un mal matrimonio”.

Con el tiempo me di cuenta que el matrimonio fue creado con un buen objetivo, por ello la importancia de elegir bien, si como jóvenes consultamos a Dios para elegir a la persona correcta en el momento adecuado, lo más probable es que este matrimonio sea victorioso y un ejemplo para nuestra generación.

Con lo anterior, no quiero decir que te tienes que casar de una vez, de hecho, es mejor tener un orden: amistad, noviazgo y por último matrimonio.

Hablando del amor referente a las parejas te sugiero lo siguiente:

1) Que tengas la edad  para tener novio y para posteriormente casarte (sea en meses o en pocos años): para llegar a este punto ya es necesario haber conocido lo suficiente a la persona como amigos, es decir, cuando está feliz, triste, con enojo, con asombro, entre otras emociones que puedes tomarte el tiempo de conocer, pedirle ayuda al Espíritu Santo de Dios y tomar una decisión sabia, en cuanto a si debes o no dar el siguiente paso. "Amistades largas, noviazgos cortos, matrimonios para siempre".

Un Joven DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora