Capítulo 1: Prólogo

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Narrador

El pequeño no muy inocente chico caminaba entre la neblina, con esa característica sonrisa espeluznante que ocultaba su verdadera mueca de tristeza, con una pequeña pizca de seriedad.

Era poco común que la gente le viera así, normalmente actuaba como un demente que se reía por cualquier situación bizarra con la que se topara.

Fuera de lo que todos conocían, se lamentaba por toda cosa que realizaba, cada acción era un jodido error. Pero para mala suerte de Maryland, lo único que veía como una habilidad en su ser, era asesinar, y no se veía perfecto en eso. Así que practicaba día, tras día, tras día...

Logrando tener una mierda de vida.

Entró por una ventana, pasando entre la oscuridad de la casa, en completo silencio. Le parecía una gran ventaja la poca luz, en el día le dolían demasiado los ojos, a causa de acostumbrarse a atacar a altas horas de la madrugada, además de tener leves problemas visuales por los químicos que le cayeron cuando era pequeño, junto con los cortes en sus párpados que no le dejaban cerrar sus ojos por completo, parecía alguien que sólo dejaba sus ojos entre abiertos en vez de parpadear. Ese enanísimo chico tenía una infancia triste, poco conocida y dura.

Era sorprendente su capacidad para hacer esa clase de trabajos. Lograba caminar sin que la madera bajo sus zapatos blancos y viejos crujera tanto, su respiración era suave, muy poco perceptible ante el oído humano.

Sonrió, escuchando atento los leves ronquidos de su víctima, podía notar como los resortes de la cama sonaban, caminó escaleras arriba, prestando suma atención, esperando que no hubiera algún animal o alguna persona que no haya notado.
Llegó a la puerta, abriendo ésta con lentitud. Un chirrido resonó en el cuarto, algo notorio. Pero le daba igual.

En ese momento no le interesaba que incluso alguien pusiera música a máximo volumen en otras casas, el bastardo ya podía despertar, igual no iba a ganar. Le valía una reverenda mierda que ahora le escuchara, ya no tenía salida.

Miró al chico castaño que se encontraba descansando plácidamente acercándose con su preciado compañero de lucha, un cuchillo afilado a la perfección, podía verse resplandecer, con unas leves marcas de batallas pasadas. Había pasado demasiado tiempo con él.

Apretó la empuñadura de madera barnizada y oscura, se subió a su presa, logrando que este diera un pequeño salto y respirara más agitado.

El pobre hombre no pudo decir nada al paralizarse. Jeff rió maniático, llamando la atención de las personas de casas vecinas que trataban de dormir.

Pasó las manos por el torso de ese señor, colocando sus piernas sobre los musculosos brazos de este. Su cuchillo apuntaba a su tráquea, amenazándolo con una sonrisa. Eso le llenaba de excitación, se relamió los labios y a un segundo de decir su frase fue cargado y lanzado, se levantó como si nada, dándole lucha.

Muchos le insultarían por meterse con alguien mucho más grande que él, pero, para alguien con su habilidad y su sed de pelea, eso era lo divertido.
Por más que su contrario le había alejado y tratado de golpear, Jeff reía.

No era de sorprenderse, incluso cada vez que esos hermosos ojos se llenaban de lágrimas, varias carcajadas enfermizas sonaban a su alrededor.

Recibió un golpe que claramente pudo haber sido esquivado de no ser por esos zapatos tan rotos que le hacían ir más lento, soltó un leve sonido de placer falso, algo común que hacía para espantar a su presa aún cuando esta se defendía con todo lo que tenía, pero joder, le dolió del carajo.

No dejaba de sonreír, mostrando un poco de sus no tan blancos dientes; tal vez por el hecho de sufrir, algo que sentía que debía hacer.

J: Ugh... Eso se sintió genial...~-Habló ronco y rió de nuevo, sus pupilas se encongían. A decir verdad, por más que decía eso... La mayor parte de él sollozaba de dolor. Era un gran actor.– Bueno, dejemos de jugar.

Atrevido [Jeff × Zalgo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora