V. Quién es Red Riot

377 92 11
                                    


If you feel so filthy
So dirty, so fucked up
If you feel so walked on
So painful, so pissed off
You're not the only one
Refusing to go down

Riot, Three Days Grace

Quién es exactamente Red Riot, héroe profesional.

Tengo muchas respuestas a esa pregunta.

La primera empieza diciendo que es ese hombre que, tras un turno de noche, llega de madrugada, cuidándose de no hacer ruido. A veces, llevas todavía con pedazos del traje puesto y te escucho quitártelos en la entrada, pero nunca me levanto. Dejo que creas que no me despertaste un poco más. A veces, antes de que vengas hacia el cuatro, escucho el ruido del horno de microondas calentando agua para un té de bolsita. Ya sé que siempre calientas dos tazas, por si despierto.

(Porque siempre despierto y aunque pretendes que no, lo sabes).

Llegas con las dos tazas en la mano hasta la recámara y te sorprendes, cómo cada vez.

—¿Te desperté?

—Tengo el sueño ligero.

Es algo que pasa con los héroes. Incluso los que tienen el sueño más pesado acaban por despertarse al menor ruido. El pitido de un celular que podría ser una emergencia. Una llamada de número desconocido.

—Lo siento.

Pero me extiendes el té y yo me incorporo. Ya no traes todo el traje puesto. En la mañana, imagino, encontraré pedazos en el diminuto recibidor que tenemos.

Quién es exactamente Red Riot, héroe profesional.

—¿Qué tal estuvo hoy?

—Nada importante, la ciudad está tranquila. —Sonríes. Esos son días buenos. Hay días malos. Los reconozco porque te quedas mucho más tiempo en el recibidor y suspiras. A veces tengo que salir para arrastrarte hasta la cama y enterrarte entre las cobijas, sólo para que no te quedes dormido en el piso del puro cansancio—. Me reconocieron. Dos chicas. Iban borrachas. Querían que les firmara el pecho.

—¿Accediste?

Me inclino para tomar mi taza de té y aprovecho para dirigirte un guiño.

—Acabé por estampar mi nombre de héroe en una servilleta —dices—, nada más.

Le doy un sorbo al té y vuelvo a dejarlo sobre el buró.

—¿Qué hora es? —pregunto.

—Pasan de las cuatro. Deberíamos dormir. —Pero tú y yo sabemos que eso no pasará hasta que las tazas estén vacías y me hayas contado toda tu noche—. Tengo muchos reportes que llenar mañana. Tengo que ir en la tarde. —Sueltas un suspiro de fastidio y yo te abrazo por detrás.

Buscas una de mis manos.

La aprietas.

Quién exactamente es Red Riot, héroe profesional.

Sé responder mejor quién es Eijiro Kirishima. Cosas del oficio.

—¿Algo más relevante?

—No. Me alegra que no haya habido ningún villano hoy.

Pasamos de desear encontrarnos con los villanos para probarnos nuestro valor a agradecer que no haya ninguno en la calle porque eso significa que nadie está sufriendo a causa de ellos. Que nadie está siendo tentado para convertirse en uno.

Gajes del oficio.

Mis labios se posan en tu cuello. Tu mano vuelve a apretar la mía.

—Denki..., tenemos que dormir...

Pero no me detienes y tampoco detienes a mi otra mano que recorre tu torso. Mañana, cuando estemos cansados y apenas hayamos dormidos quizá pensemos que todo esto fue una mala idea. Pero es esa clase de pensamientos que sólo dura unos segundos y nada más.

Quién es Red Riot. Hum. Tengo que pensarlo.

Eijiro Kirishima me deja recargarme contra su pecho a las cuatro de la mañana, después de un turno de trabajo. Busca el contacto conmigo. Todo el tiempo. No sé de donde salió esas desesperación tuya y mía de tocar al otro. Quizá de asegurarnos que seguimos vivos, después de tantas veces a punto de morir. Constatar que seguimos en este mundo y que nuestros corazones laten y nosotros respiramos.

Tus labios buscan los míos y yo no los hago esperar.

Después de que llegas cansado, a las cuatro de la mañana, hacerte rogar por un beso mío sería de mala educación.

Me gustan tus labios, me gustan tus dientes. Es más, podría sentarme y listar cada parte de ti detrás de un «me gusta». También me gustan otras cosas. Me gusta tu voz al leer cualquier cuento de Las nieves el Kilimajaro. Y también tienes buena voz cuando lees a Faulkner. O a McCullers. O cualquiera de esos libros que yo tengo y que tú ojeas cuando estás aburrido. Me gusta tu colección de documentales sobre Crimson Riot y todos los videos que tienes de sus entrevistas.

Entiendo porque te atrae. Un héroe que no duda para salvar a nadie.

Y con tus labios en los míos, comprendo.

Tu corazón siempre ha sido el de Red Riot.

No hay una diferente entre tu yo de civil y tu yo héroe. Son uno y el mismo. Un hombre que nunca duda a la hora de salvar a alguien, no importa si salvar significa preparar dos tazas de té todas las madrugadas en vez de una, para tener este pequeño momento entre nosotros.

El beso termina.

—Hoy no tengo más historias interesantes —dices.

—Está bien.

Con el tiempo, valoramos más la tranquilidad que las historias interesantes.

Bueno, tú no sé, pero yo definitivamente sí. Si me preguntan, todavía no me recupero de cuando nos enfrentamos al Frente de Liberación Paranormal y eso que ya pasaron años.

Vuelvo a besarte. Una vez, dos veces. Luego besas mi cuello y siento tus dientes.

—¿Vas a morder? —pregunto.

—¿Qué van a decir de ti? —es lo que respondes, respirando contra mi cuello.

—Que tengo un novio guapísimo.

Y me río.

Es un tabú. No que seamos dos hombres, sino la parte en la que salimos públicamente. No fuimos los primeros en no esconder nuestra relación (esos fueron Katsuki e Izuku cuando el segundo besó al primero después de que estuvo desaparecido tres días en una misión), pero somos de los pocos que no lo hacen.

—No, en serio, Denki...

—No, en serio. Quién no querría a Red Riot como novio.

Bufas contra mi cuello. Pero al final me dejas el chupetón, como siempre. Una pequeña y estúpida marca de que existes y eres parte de mi vida y todos los días me pregunto cómo me las arreglé para salir con héroe profesional más guapo de todos.

Red Riot [Kirikami] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora