Capitulo 8: Tu Aimes

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-¿Dijo que vendría hoy? – Pregunte emocionada y Lucille acaricio mi rostro con una cara de ternura

-No tardara querida, lo prometo

-Lo extraño tanto ¿Quieres que cocine algo en especial? – Ella se acercó con una leve sonrisa en su rostro y beso mi frente cariñosamente

-No querida yo me encargaré esta vez de cocinar, ve a abrigarte, estas helada. Saldré al correo, no tardo

-Está bien

Se fue y me quede en la biblioteca leyendo unas horas quizás ya que cuando se lee, se pierde la noción del tiempo, lo que encontrara de cuentos y dibujando cosas que creería que iban con el cuento, los hermanos Grim son mis favoritos, amo como muestran la cruda realidad de la vida, vivimos, crecemos, tenemos sexo, matamos y morimos, sé que debe consistir en más que eso pero ellos son lo más cercano a mi realidad. Dibuje como las aves amigas de cenicienta les arrancaban los ojos a las hermanastras, tenía un talento por el dibujo aunque nadie más lo sabía, ni siquiera los sharpe.

Escuche voces en el recibidor pero las ignore pues constantemente solo lo hacían para espantarme, había muchos "fantasmas" en esta casa pero ya había aprendido a lidiar con ellos, escuche el asesor y camine con un libro en la mano totalmente absorta en mi lectura, juro que si me espantan de nuevo llamare a un cura aunque Lucille me mate.

Escuche al perro de enola ladrar y fui a él cerrando el libro, seguramente tiene hambre, si Lucille se entera que lo conservo me ira muy mal, me tropecé con mi vestido azul, muy sencillo, como siempre estoy haciendo algo no tengo mucho frió aunque no esté abrigada, Lucille odia este vestido, dice que parezco una prostituta pero a mí me parece muy bonito.

-¿Qué hace esta cosa aquí? – Dijo Lucille con un poco de asco en su voz y fui a la cocina donde se escuchó su voz, no, lo encontró, ay no

-Edith – Susurre sorprendida y aterrada de verla parando en seco, no, no, no por favor, yo te di tu vida, que haces aquí, no, no lo vale, ella fue una estúpida por venir aquí, es muy evidente o al menos para mí que no tuvo que venir, no me explico cómo... su padre no lo hubiese permitido

-Isabella – Thomas me abrazo y yo a él, lo único que pudo sacarme de mi trance, tenía tantas ganas de besarle, de abrazarlo con más fuerza, se encorvo y descanso su cabeza en mi hombro – Te extrañe – Susurro para que solo yo lo oyera

-Y yo a ti – Su perfume olía a días de habérselo puesto

-Bienvenida Edith – Dijo Lucille casi ignorándola y él y yo nos separamos – Bien fui al correo, llegaron las partes de tu máquina – Ella empezó a quitarse el saco y corrí para ayudarle y tomarlo – Pide a Finley que vaya por ellas

-Excelente

-Tu padre está preocupado Isabella me pidió que te dijera que fueras a verlo pronto – escuche algo de despotismo en su voz, mi padre odia a los sharpe y Lucille a el

-Si – Camino a la cocina y actuaba como si Edith no estuviese presente

-¿Te pasa algo Edith? – Pregunto ella más desinteresada que nada

-Una sombra – Dijo Thomas algo divertido

-Ahhh quizás fui yo, lo siento, estaba en la biblioteca – Corrí a Edith y tome sus manos emocionada – Quiero mostrarte algo cuando tengas tiempo

La Cumbre Escarlata (El juguete de los Sharpe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora