9. Otro Kanima... Cómo no

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9. Otro Kanima... Cómo no

Tuvimos que poner a Tracy en el asiento trasero del Jeep. Malia se subió al asiento del copiloto y mi hermano en el del conductor. Antes de que pudiera descifrar dónde entraría yo ahí dentro con la chica inconsciente, Scott me tomó de la mano y me guió hasta su motocicleta. Como siempre hacía, me entregó el casco y me ayudó a ponérmelo, ya que no teníamos tiempo para perder. Luego, me subí detrás de él en su moto, abracé su cadera y encendió el motor.

Fue rápido el viaje y mi mente estaba tan ocupada en otras cosas que apenas sentí miedo por la velocidad a la que Scott iba. Pensaba más que nada en aquella extraña escena que Tracy veía. En esos tres hombres altos con ropas de época viejas y oscuras, junto con unas tétricas máscaras de metal. Al pensar en cómo se movían hacia mí y hacia Tracy, hacía que mi piel se erizara. ¿Quiénes eran? ¿Y por qué Tracy los veía en vez de a mis amigos y profesor?

Llegamos a la clínica animal, Scott se encargó de trasladar nuevamente a la chica a través de las puertas traseras del lugar. Deaton pareció intuir nuestra llegada, pues apareció a los pocos segundos, indicándonos por dónde entrar. Por suerte, parecía que no tenía turnos pendientes, así que no hacía falta disimular con algún cliente del lugar. Scott dejó a Tracy en la camilla metálica y se movió a un lado para dejar al profesional actuar.

Deaton tomó una pequeña linterna y evaluó los ojos de la chica — Las pupilas se dilatan en condiciones normales. —prosiguió a tomarle el pulso—. Tiene pulsaciones de 250. —sus ojos continuaron evaluando analíticamente—. Tiene un injerto de piel en el hombro derecho. Y esto de los labios... —enfocó su mirada en el líquido que se había desprendido de ella—. Nunca vi algo similar. Parece mercurio...

—¿No puedes darle alguna inyección? —propinó Malia, con un tono un tanto preocupado.

Deaton alzó su mirada — No parece estar sufriendo. —aclaró, luego su mirada se posó en mí. Silenciosamente pedía confirmación de su comentario. Estaba al otro lado de la camilla. Me acerqué a Tracy y toqué su brazo. Por suerte, no entré en su mente, ni volví a ver a esos sujetos extraños. Me concentré en mi habilidad curativa, por si encontraba alguna herida interna. Sin embargo, no sentí nada. Dejé de tocarle y abrí los ojos. Mire al veterinario y negué con la cabeza.

—No, me refería una inyección para matarla. —corrigió Malia, aún con ese extraño tono de desesperación. No sabía por qué la chica estaba tan preocupada. Si Tracy llegaba a despertarse y atacarnos, ella junto con Scott probablemente podrían detenerla.

Stiles suspiró ante aquello, se relamió los labios listo para disculparse por la insensibilidad de su novia. A Deaton no le cayó muy bien ese comentario y habló antes de que mi hermano pudiera decir palabra — Generalmente, no me rijo por códigos éticos que permitan esos límites.

—Malia, sabes qué no haremos eso. —agregó Scott, acentuando su postura en el tema.

—Pero, ¿cómo sabes que ella no nos va a matar? —señaló a Tracy.

Stiles ladeó la cabeza — Ahí tiene un buen punto. —opinó a favor de la coyote—. De todas formas, eventualmente tendremos que avisarle a papá de que está aquí. —sus ojos castaños se giraron hacia mí, yo asentí ante su comentario.

—Concuerdo. —dijo el veterinario—. Y aunque estoy en contra de la eutanasia, no me opongo a un poco de... —se giró hacia detrás de sí y de uno de los gabinetes sacó un frasquito de cristal—. Protección extra.

Monsters In Disguise [Teen Wolf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora