Querida Beatrice, así empieza. Supone que casi todas las cartas que avecinan una despedida empiezan del mismo modo, aunque si es totalmente sincera consigo misma, nunca esperó tener las últimas palabras de Ava entre sus manos. Quizás es esa la razón que la lleva a revolver el sobre una y otra vez, jugueteando con el papel. Siempre piensa en abrirlo y leer la carta, y siempre desiste en el intento porque nada de lo que pueda haber escrito la portadora del halo podrá cambiar lo que ocurrió. Ava se marchó. Ava la dejó. Y ella lo permitió.
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