La llovizna caía por toda la ciudad y convenientemente el silencio emanaba en las calles, que eran testigo de la discusión de los dos hombres. -¡Se razonable! -decía el mayor de los Durán, siguiendo a su hermano bajo la llovizna-. ¡Estás haciendo una estupidez! -Déjame tranquilo. -¡DÉJALA EN PAZ! -exclamó Mauricio, sujetando el brazo del contrario para detenerlo-. ¡Deja a la mina ya, weón! -Mauri no te metas. -Piensa en Ce... -¡TÚ NO ENTIENDES! ¡No estás entendiendo nada! -gritó Francis, tratando de calmar su respiración. -Tienes razón... no te entiendo. No entiendo como podí ser tan weón y no pensar las cosas. ________________________________ Esta historia tiene el puro fin de entretener.