-Pero todavía la amo, no puedo mentirte, Zay -dijo el chico de ojos azules. -¿Y por qué juegas conmigo? -dije entre lágrimas. -Es que también te amo a ti -respondió, acercándose. -No, Rick, tú no sabes lo que quieres, porque cuando yo no estoy, vas con ella, y cuando no está ella, vienes a mí. Ya me cansé -dije, secándome las lágrimas-. Vete de mi casa. Dije estas palabras para ver cómo Rick se alejaba, destrozándome el corazón otra vez, como siempre, haciéndome recordar una realidad que no aceptaba: que, en su cabeza, siempre seré el segundo plato en la mesa.