Al bajar las escaleras, Melissa Lang visualizó al nuevo huérfano, un niño flacucho igual que ella; con el cabello negro que le llegaba a los hombros, tenía el rostro demacrado con ojeras y bolsas en los ojos como si no hubiese dormido en más de una semana. El pequeño que aparentaba tener once o doce años iba acompañado de una señora robusta de mirada severa.
Melissa miró al niño ilusionada por un rato y luego siguió su camino a la enfermería.
― ¡A que no adivina! ―dijo la chica al entrar.
Edvard estaba sentado detrás de un pupitre con la mirada perdida, las uñas de sus manos estaban extremadamente cortas y la voz de la chica lo sobresaltó de sus pensamientos.
― ¿Ahora qué pasa? ―preguntó sin interés alguno, mientras se rascaba la barba.
―Ha llegado un niño nuevo ―esta le contó lo que había visto, totalmente emocionada.
―Quizás tenga suerte y se haga su amiga ―dijo Edvard con una sonrisa tan repentina en sus labios, pero Melissa no captaba que era falsa.
―Es que no soy buena haciendo amigos ―dijo ella con el ánimo descendiendo―, siempre se alejan de mi sin razón alguna o los adoptan que es peor.
Edvard no sabía qué responder a eso así que solo asintió.
― ¿Usted tiene amigos? ―preguntó Melissa mientras se sentaba al frente del pupitre.
―Tenía, pero ya no ―dijo este arrugando el entrecejo.
― ¿Por qué? ¿Qué pasó? ―preguntó ella con la curiosidad de una chica de trece años.
―A veces la gente es arroganye y luego es muy tarde para arrepentirse ―El joven se acomodó en el asiento pestañeando rápidamente―, mejor dígame usted ¿Qué hace aquí?
―Ay, es que ya mañana se terminan las clases y tengo pereza de estar ahí, escuchando los consejos de los profesores, créame que es extremadamente aburrido.
―Así que dijo que se sentía mal ―Edvard resopló y se levantó del asiento―. Le daré la nota que la autoriza estar ausente, pero por favor váyase porque no estoy de ánimos.
―Se lo agradezco mucho señor Edvard, en un rato iré y le hablaré al chico nuevo.
Melissa salió de la enfermería con una sonrisa radiante y una nota en mano que se la enseñaba a cualquiera que le preguntara por qué no estaba en clases, salió al patio trasero que daba una hermosa vista al lago, pero al que le prestó atención fue al chico espelucado quien estaba sentado en una de las bancas de madera con un pequeño maletín al lado.
― ¡Hola! Mi nombre es Melissa Lang, tengo trece años, me gusta pintar paisajes, leer sobre historia y soy muy amigable. Llevo en el orfanato desde que tengo cinco años ―Melissa hablaba tan rápido que el pobre chico se alejó de ella discretamente.
El niño no dijo nada, solo se limitó a mirarla de arriba abajo, su mirada iba de un lado a otro como buscando a alguien que lo sacara de esa situación.
― ¿No vas a decirme quién eres? ―Melissa a ese punto ya estaba sentada al lado de él mirándolo fijamente―. Tal vez seas mudo, si es así no podré ser tu amiga ya que no sé comunicarme por lenguaje de señas y sería muy aburrido no poder comunicarnos, aunque bueno es peor estar solo...
―Soy August Olson ―dijo el chico con voz apenas audible y siguió mirando el paisaje.
―Oh ―dijo Melissa también viendo el paisaje―. ¿Quieres fumar?
El chico giró la cabeza repentinamente y se encontró con unos grandes ojos azules que lo miraban con ilusión.
― ¿Se puede fumar? ―preguntó el chico curioso por la idea―. Nunca he fumado ―le dijo a Melissa.
―Yo tampoco ―dijo ella con su característico tono alegre en un susurro―. Y no, no se puede fumar; eso quiere decir que estamos rompiendo las reglas, por lo tanto, amigo mío ―volvió a susurrar ella―, somos geniales.
Ambos chicos hablaron por varios minutos, aunque August era algo tímido y solo respondía y escuchaba a Melissa. Al rato se despidieron por que otro chico había llegado y debía mostrarle el lugar a August.
Melissa se levantó de las bancas, cruzó sus cabellos rubios detrás de sus orejas y caminó al edificio con una gran sonrisa porque ahora tenía un amigo y en la noche ambos se escaparían al lago a fumarse el cigarro que Edvard le había regalado.
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Entre Caníbales
Mystery / ThrillerUna tormenta de pensamientos lóbregos torturan a Edvard día y noche, pues meses atrás encontró a su madre en un grave estado de descomposición y putrefacción. Sucesos que lo llevaron a tener innumerables de pesadillas y alucinaciones de ese día. Su...