Hambre y descontrol

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― ¿Sabe cuándo empezará la ceremonia? ―preguntaba una pequeña rubia a su lado, tan parecida a ella cuando era niña.

―Más tarde, cuando lleguen los demás.

―Nunca he estado en una ceremonia de estas, pero mi padre me ha contado que es muy divertido ―decía la niña.

― ¿Qué edad tienes?

―Acabo de cumplir nueve ―respondió e Irselia notó que le temblaban las manos, la niña se dio cuenta de esto y dijo―: Estoy un poco nerviosa.

―Créeme que yo también lo estoy ―Irselia sonrió solo de pensar lo que pasaría.

― ¿Cómo fue su primera vez?

Ella soltó una carcajada al imaginar el doble sentido de la pregunta.

―Disculpa ―dijo riendo―, yo tenía quince años y fue en China donde se celebró, yo no sabía hablar mandarín así que me comunicaba con los líderes por señas y pues ese día fui la única de mi edad en ganar a un hombre obeso por lanzarle un puñal desde lejos y clavarlo en medio de sus ojos, asesinándolo de inmediato.

―Oh ―una ola de preocupación invadió a la pequeña haciéndolo notar en sus gestos―, pero yo no sé hacer nada de eso.

―No te preocupes ―la consoló Irselia―, no tienes porqué, solo disfruta ahora que estás pequeña. Ahora si me disculpan me tengo que ir, fue un gusto conocerte.

Irselia se alejó de la pequeña y caminó por la arena hasta llegar a un grupo de personas y socializar un rato.

―Oh Irselia, que guapa estás hoy reina mía ―le decía un tipo calvo mientras la besaba en ambas mejillas.

―Me he alimentado bien ―dijo y los demás soltaron carcajadas.

―Pues nosotros necesitamos de lo que comes ¿no? ―dijo una chica morena y los demás asintieron.

―Y pronto ―dijo el calvo.

―No se preocupen por eso, entre un rato comenzará la ceremonia ―les sonrió ella.

―Eso no los dijo tu madre hace un rato ―dijo el calvo―, y ya pasó ese rato.

―Créanme que no falta mucho ―dijo Irselia―, ahora si me disculpan, me tengo que ir.

Irselia se alejó de donde ellos estaban, escuchando murmullos a sus espaldas, estaban enojados, solo que no se lo decían, tenían hambre, a pesar de estar comiendo carne de vaca y de cerdo, ellos tenían hambre de humanos.

La chica entró a su casa y cuando iba a buscar su teléfonos se encontró con su padre que la tomó por el brazo y la apartò hacia una esquina.

― ¿Se puede saber por qué demoran tanto?

Ella lo miró con desagrado y lo empujó hacia un lado.

―Primero que nada así no se le habla a tu líder ―replicó la chica―, segundo, no me vuelvas a agarrar de esa manera.

―Soy tu padre, Irselia.

―Pero yo tengo más poder que tú ―dijo ella―, así que no me trates de esa manera antes de que llame a alguien y venga por ti.

― ¿Pero qué diablos te sucede? ―dijo su padre con asombro―. Mira, tus problemas personales no me importan, pero necesito que Burgin esté aquí, ahora.

― ¿Y qué quieres que haga? ―dijo Irselia―. ¿Lo teletransporto o qué?

―Llámalo, a nosotros no nos responde.

― ¿Y qué crees que iba a hacer, idiota?

Su padre abrió y cerró la boca, estaba claro que no comprendía la actitud de Irselia, ni ella misma lo hacía, pero no soportaba ver a sus padres y pensar que de cierto modo les provocaría felicidad enterarse de que Moon había muerto.

Encontró su teléfono y marcó a Burgin, sonó dos veces e inmediatamente le contestó.

―Burgin

―Hola Irselia preciosa ¿Cómo estás?

― ¿Por donde vienen? ―preguntó ella.

―Acabamos de pasar la cafetería, en quince llegamos al puerto.

―Ok, porque esta gente ya tiene hambre.

―No se preocupe mi linda Irselia, ahí estaremos.

― ¿Cómo está el producto?

―Están tensos ―dijo el hombre al otro lado de la línea―. Como a mí me gustan.

― ¿Y Edvard?

―Su amado pues... ha estado hablando solo, se alteró y lo tuve que aturdir porque estaba gritando.

―Pues cuídalo o si no...

Irselia fue interrumpida por la muchedumbre alterada afuera, soltó el teléfono y corrió a ver qué pasaba. Al estar afuera se encontró con la gente tirando la carne de cerdo y de res al mar y aclamando por comida de verdad. Luego un hombre alto y barbudo agarró a uno de los tipos que botaba la comida y lo empujó en la arena a golpearlo por no respetar a los dueños de la casa. La gente gritaba que querían comida, luego una mujer sacó un pedazo de alambre y lo pasó por el cuello del tipo alto que golpeaba al otro, haciendo que de su cuello se derramara sangre como si de un grifo de agua se tratara. La esposa del hombre al que acababan de asesinar agarró el palillo de la carne que se estaba comiendo y se lo atravesó a la otra mujer en el ojo, luego se lo sacó junto con el ojo y se lo metió en el otro ojo para girar el palillo y sacárselo de paso. La chica gritaba de terror y la esposa del muerto ordenó a sus dos hijos adolescentes que la sujetaran mientras ella estaba encima y se comía ambos ojos como si fuera una deliciosa carne asada. Luego de eso se levantó y fue a orarle al cuerpo de su esposo degollado.

La madre de Irselia se acercó a la chica preguntándole, qué hacer, todo mundo se acercaba y le preguntaba qué hacer, o qué haría ella, y ella sin saberlo y como si fuera su instinto el que la dominaba agarró a su madre por el cabello y la arrastró hacia la tarima, pidiendo en el camino que todos fuera hacia allá. Su madre gritaba como loca, y su padre y hermana trataban de detenerla, pero los guardias que servían para ella le impedían el paso.

Estando en la tarima con las miradas de todos posadas hacia ella, agarró fuertemente a su madre por el cabello, levantó su cabeza y dijo:

―Hoy estamos aquí reunidos para gozar de una agradable y espectacular fiesta, así como en todos los años anteriores, llena de juegos, competencias, premios y mucha comida. Pero hasta este momento no habíamos comenzado ya que falta parte del producto que no ha podido llegar por inconvenientes claves en el camino, pero ya casi llega, así que no se desanimen. En este preciso momento empieza esta ceremonia, y yo como anfitriona de esta fiesta, ofrezco esta ofrenda a mi Dios, a sus dioses, y al que no tenga dioses, se la ofrezco a ellos mismos. Esta ofrenda es mi madre, quien me hizo sufrir en mi infancia, quien me obligó a regresar al canibalismo y gracias a ello, madre ―la sujetó más fuerte del cabello―, aquí en frente de todos devoraré tu carne, me alimentaré y seré tan bella como lo eres tú.

Irselia sacó un puñal de su bolsillo, veía que tanto su padre como su hermana ahogaban un grito, pero no le importó, agarró fuerte a su madre y deslizó en un movimiento rápido el filo por el cuello de la mujer. Rápidamente la sangre corría por su cuello y su pecho y ella inútilmente intentaba detener el sangrado pero era muy tarde, la mujer cayó al suelo desangrándose y esperando a ser comida por sus propios amigos e invitados.

―Quiero que le den un fuerte aplauso a mi madre ―sonrió Irselia―, y ahora sigamos con la ceremonia, con unas oraciones por parte del padre Víctor, y luego de eso podemos comenzar a comer.

Todos y cada uno de los presentes aplaudieron, gritaban, reían y se abrazaban; todos a excepción de Soledad y Mike, hija y esposo de la difunta Hedda Sveen.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2022 ⏰

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