Cena

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Habían transcurrido dos meses desde la llegada de Edvard a su casa en Östersund, capital de Jämtland, Suecia.

Sus primeras semanas no habían sido para nada sus favoritas, estaba constantemente en estado de pánico, no dormía porque pensaba que lo podían atacar en la noche, y cuando lograba hacerlo sus pesadillas se encargaban de atemorizarlo el doble. Pensaba que uno de esos días su padre llegaría a matarlo como lo hizo con su madre, pero en ese tiempo no llegó nadie a la casa, solo en sus alucinaciones hablaba con su madre, luego ella se desvanecía de sus pensamientos y eso lo hacía sentirse ingenuo e iluso por creer nuevamente que era real, tenía poco dinero en su cartera, no le alcanzaba para comprar los narcóticos así que al menos lo utilizó para comprar comida chatarra y no morir de hambre mientras pasaba por su crisis.

La mayor parte del tiempo la pasaba encerrado en su habitación polvosa; pensando en como salir, socializar y buscar trabajo, pero cuando salía y la gente se le acercaba, lo agarraban en un mal momento y su parte arrogante sobresalía a actuar groseramente. Cuando se percató de que no tenía dinero pensó que ya estaba acabado, pero entonces fue cuando cayó en cuenta de que gran parte de sus ganancias en el orfanato iban directamente a su cuenta bancaria, y por otra parte tenía los ahorros de su madre. Al recordar eso sintió un gran alivio y hasta un poco de felicidad por saber que no tendría que hurgar en la basura, ni recorrer las calles de la ciudad pidiendo limosna, trató de relajarse, y con éxito pudo aclarar sus ideas para planear qué hacer una vez sacara el dinero del banco.

<< Este lugar es un asco >>, pensó al reparar las sábanas polvosas de su habitación, las telarañas en las paredes y el olor a madera podrida que recorría toda la casa.

Revisó el lugar más a fondo y se percató de que el techo tenía varios agujeros por donde la lluvia había dejado caer sus gotas y estas habían ocasionado que la madera del suelo y de las paredes empezara a pudrirse, y por eso el mal olor. Supo que tenía que comprar varios materiales para reparar los daños, productos de limpieza para la casa y después de eso tendría que limpiar los alrededores. Era mucho trabajo para él y le llevaría bastante tiempo, pero las agencias de limpieza y reparaciones eran muy costosas para su presupuesto, y si pedía ayuda a sus vecinos estos ni se lo pensarían dos veces antes de decirle que no, ya que nunca han simpatizado los unos con los otros, pero en ese momento pensó en su nueva vecina del frente.

Cada vez que salía de su casa y la veía, ella le sonreía alegremente y lo saludaba, Edvard por otro lado no entendía el porqué de su actitud, dada la manera en cómo la trató cuando fue a su casa, solo que si pensaba pedirle ayuda al menos haría las paces con ella y no ser un arrogante.

...

La mañana del nuevo día era soleada con una refrescante brisa, Edvard sacó su abrigo de la maleta de viaje que no había desempacado y salió de su casa, cruzó la calle y se encaminó a la casa de su nueva vecina. Tocó la puerta tres veces y esta abrió.

―Hola ―la saludó Edvard con una pequeña sonrisa―, creo que debería estrellarme la puerta para que estemos a mano.

―No se preocupe ―dijo ella entre risas.

―En serio, le pido disculpas ―dijo él―, ese día no estaba en mi mejor momento.

―Bueno, me debe unas galletas ―dijo ella sonriendo.

―Le daré sus galletas, se lo aseguro ―Edvard soltó un suspiro y fue directo al grano―. Pues no solo vine a pedirle disculpas... mire es que no he tenido tiempo de limpiar mi casa y ahora me di cuenta de que hay muchos daños... y quería pedirle que me ayudara... yo le pagaré lo que quiera, no se preocupe.

―Pues... creo que puedo, solo me tiene que decir el día.

― ¿Qué le parece hoy?

―Como... ¿en una hora? ―preguntó, mirando su reloj de mano.

Entre CaníbalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora