De camino al restaurante, Edvard pensaba todo lo que había ocurrido hace unos minutos, Adolf había negado nuevamente haber cometido tal crimen hacia Alma Dolan alegando que todo lo que dijo fue para salvarse de los caníbales que Edvard había mencionado, el hombre decía que no quería morir de esa forma y por eso mintió ya que Edvard lo tenía contra la espada y la pared.
Edvard claramente no creyó ninguna de sus palabras, aunque tampoco se sentía feliz por lo que le esperaría a su padre, de hecho, iba en el auto intranquilo ya que por orden suya un hombre moriría y no de cualquier forma sino de esa tan atroz. Se consolaba a él mismo pensando en los crímenes que cometió contra quien sabe cuántas víctimas, pero aun así no le entrada en la cabeza el sufrimiento que alguien podía pasar por todo lo que él le había ordenado a Irselia que le hicieran. Su mente había caído en un círculo vicioso de lo que era correcto y de lo que no.
Pero estaba seguro de que era una tortura cruel, muy cruel.
Al estar sumido en sus pensamientos no se había percatado de que ya habían llegado al lugar, a la fiesta tan esperada en el restaurante Björkman. Irselia había parado el auto frente al mismo restaurante, en su estacionamiento exclusivo, miraba a Edvard de reojo para ver si este hacía señas de querer bajarse.
―Debemos llamar a Roger ―dijo Edvard con la mirada perdida en la ventana―. Es su padre, él debe estar aquí.
Soledad le prestó su teléfono móvil ya que era la única que tenía y este le avisó a Roger donde estaban para que llegara, pero omitió la parte de lo que le esperaba a su padre.
―Mientras llega Roger vamos a entrar, necesitas presentarte a las personas de la asociación ―Edvard asintió con la cabeza, un tanto contraído por la situación.
Las chicas subieron a Edvard a la silla de ruedas y los mayordomos de la entrada le abrieron las dos puertas de vidrio gigantes. Al entrar al lugar Edvard reparò lo elegante que era todo, las grandes ventanas de ambos lados estaban cubiertas por cortinas rojas de terciopelo, estaban pasando por una larga alfombra dorada y a ambos lados habían mesas y sillas glamurosas donde estaban los clientes más refinados de la ciudad; El salón estaba decorado muy detalladamente sin cargarlo demasiado, en las paredes habían pequeñas lámparas de luz blanca, pero lo que en realidad iluminaba el lugar eran los candelabros que pendían del techo, y las grandes lámparas rectangulares que caían a cada mesa para la iluminación de los clientes.
Las chicas caminaron hasta el fondo y entraron a la cocina donde el ambiente era bastante caluroso.
―Ya los están esperando abajo ―dijo Sofía, una chef muy amiga de Irselia.
Edvard no sabía a qué se refería con abajo hasta que Soledad abrió una pequeña puerta y se encontraron con las escaleras para un sótano.
―Me duele todo el cuerpo y no aguanto las piernas ―dijo Edvard a las dos chicas―. ¿Cómo creen que voy a bajar por ahí?
Soledad bajò un momento por las escaleras de cemento y un grandulón subió y agarró a Edvard en los hombros. Edvard se quejó y pataleó, pero el hombre lo llevó abajo y lo sentaron nuevamente en la silla de ruedas que Irselia había bajado.
Edvard se acomodó en la silla y soltaba gemidos de dolor, pero quedó totalmente atónito cuando sintió las miradas de más de ochenta personas hacia él. Las personas estaban sentadas alrededor de mesas, otros estaban parados y había una pequeña tarima donde estaba Adolf Hedlund amarrado de manos y piernas.
―Damas y caballeros ―entonó Irselia―, les presento al nuevo miembro de la asociación Blodälskare, el joven Edvard Hedlund.
Edvard les sonrió, pero de ellos solo obtuvo miradas y gestos reparadores.
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Entre Caníbales
Mystery / ThrillerUna tormenta de pensamientos lóbregos torturan a Edvard día y noche, pues meses atrás encontró a su madre en un grave estado de descomposición y putrefacción. Sucesos que lo llevaron a tener innumerables de pesadillas y alucinaciones de ese día. Su...