Más y más

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Roger había palidecido como un muerto luego de escuchar esas palabras de la chica y al notar el miedo en los ojos de su padre. Los presentes comían descabelladamente carne cruda y eso le había dejado con muchas dudas en su cabeza. Se dirigió hacia Edvard y este le confirmó que la chica hablaba en serio.

Estaba en medio del sótano, alrededor de muchas personas, estos lo miraban extrañado y él sin saber cómo reaccionar empujó a varios, golpeó en la cara a otros, corrió, subió las escaleras, pero estando en la puerta del sótano un hombre como de dos metros lo lanzó rodando por las escaleras de cemento y quedó tirado en el suelo en medio de esos caníbales que lo miraban enojados.

― ¿Qué pensabas hacer, amiguito? ―preguntó un hombre de bigote con una sonrisa.

―No quiero estar aquí ―logró gesticular Roger, quién sentía un fuerte dolor en la espalda por la caída.

― ¿Por qué será que todos dicen eso? ―dijo Irselia―. No te haremos daño pequeño, solo al asesino de tu padre.

―Yo... no quiero que lo maten ―dijo el chico un tanto sofocado―, quiero que sufra tras las rejas.

―No te preocupes ―sonrió Irselia y le dio una mano para que se levantara―. Créeme que lo haremos sufrir y mucho.

Roger se levantó y vio como todos le sonreían a excepción de Edvard y su padre quién estaba aterrorizado y no dejaba de gemir.

―Tu hermano Edvard fue quién nos ordenó practicar tortura contra tu padre, y como ya es parte de nuestra asociación no se le puede decir que no ―sonrió Irselia a Edvard.

Edvard se encontraba terrible y no se atrevía a decirle nada al chico, Roger fue maliciosamente hasta donde este se encontraba y le preguntó con su voz temblorosa.

― ¿Estás de acuerdo con esto?

―Ese sujeto abusó y asesinó a muchas mujeres, incluida mi madre ―respondió Edvard con la mirada encolerizada y demacrada, luego sonrió y se encogió de hombros―. ¿Por qué no lo estaría?

―Porque es tu padre biológico ―dijo el chico.

―También el tuyo, pero eso no le impidió maltratarte ¿o sí?

Roger se quedó sin palabras y se alejó de su hermano sin escuchar lo que hablaba Irselia a su lado, sumido en sus recuerdos de la niñez donde aparecía su padre constantemente con un cinturón en sus manos que le dejaba grandes marcas en su pálida piel.

― ¿Me estás escuchando? ―Irselia interrumpió sus pensamientos.

―No, no te escuché.

Irselia suspiró y este le prestó más atención.

―Como ya sabes mucho de nuestra asociación te permitiremos entrar a esta con Edvard como tutor ya que tu padre... pues ―rio ella acompañada de los presentes―, tu padre no podrá, pero tu hermano Edvard sí, así que si deseas entrar lo puedes hacer, sino, no hay problema.

― ¿O sea que me puede ir a mi casa? ―preguntó el chico, esperanzado.

―Oh pequeño, por supuesto que no ―contestó Irselia con una voz demasiado tierna―. Si te niegas, simplemente te volverás comida para nosotros.

Roger palideció nuevamente, no deseaba morir a tan temprana edad, pero la idea de entrar a esa asociación le parecía tan asquerosa y repugnante.

Rogó a Irselia que lo dejara libre, que no diría nada a nadie, pero como era de esperarse la chica se negó en rotundo así que sin pensarlo Roger terminó aceptando, totalmente perturbado por la idea.

Irselia le presentó a los líderes de los demás grupos y este sin saber porqué eligió entrar al grupo Klinci, segundos después se arrepintió al pensarlo un poco mejor, pero le comentaron que ya era tarde, tenía que esperarse un año entero para poder cambiar de grupo. Pronto comenzaría a trabajar en el restaurante y luego le asignarían misiones para llevar comida a la mesa.

Burgin el líder de su grupo dijo que esperarían un tiempo mientras este maduraba para asignarle misiones, pero en cambio le propuso a Irselia frente a todos, que Edvard debía hacer algo muy grande ya que no se admitían personas así porque si en la asociación y menos dos hermanos en un mismo día.

―Les traje a mi padre ―dijo Edvard con el rostro demacrado y la voz cansada.

― ¿Uno por dos? ―dijo Burgin con una sonrisa―. No parece ser una buena oferta, amigo mío. Creo que hay cosas más valiosas con las que nos puedes satisfacer.

Roger notaba como su hermano estaba inquieto en la silla de ruedas y como sus ojos se cerraban de repente.

―Creo que conoces de un lugar ―volvió a sonreír Burgin―, este orfanato donde trabajaste hace unos meses ¿Cómo dices que se nombra?

Edvard no respondió, parecía sorprendido y tartamudeaba. Su padre seguía gimiendo en la tarima.

―No le haré nada a esos niños ―dijo con el miedo marcado en sus ojos.

―Eso no lo decides tú ―pronunció Irselia con los labios fruncidos―. Lo decidimos todos ―La chica volvió a alzar su voz un poco más fuerte―. Levanten la mano los que están de acuerdo con que Edvard nos de información sobre el orfanato para darnos un gran banquete con la suave carne de los niños del lugar

Los presentes fueron levantando las manos poco a poco, algunos carcajeaban, otros aplaudían y unos tantos silbaban de la alegría. Absolutamente todos a excepción de Edvard y Roger; y mucho menos Adolf; quién tenía los brazos atados a la silla mientras esperaba el momento en que los caníbales decidían comenzar la tortura en su contra.

Entre CaníbalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora