Capitulo XXIII

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24 de diciembre

Hoy por fin era Noche Buena, claro que la alegría se podía respirar aun más. Esta noche tendría una fiesta con Connor y sus amigos, no habría problema porque mis hermanos se quedarían en casa haciendo maratón de películas con los padres del hombre que amaba. Elaine y Craig les habían tomado mucho cariño a Jacob y a Renata, a ellos y a mí nos trataban como si fuésemos sus hijos.

No quería usar algo ostentoso para la fiesta, quería usar algo sencillo. Tomé un suéter rojo con motivos navideños, un gorro de Navidad y unos jeans azul marino. Me di una ducha relajante en la que demoré un poco más de lo usual. Quería disfrutar, de verdad que sí, decirle por fin a Connor que lo amaba; pero siempre había algo que lo detenía, no hablaba de aquellas muchas veces que que nuestros labios estuvieron a punto de unirse; no, esta vez hablaba del apuro que sentía por nuestros papeles. Procuraba no pensar en eso todo el tiempo, pero era imposible; por lo pronto, me enfocaría en esta noche.

Salí del baño, sequé mi cuerpo con la toalla y me vestí en un santiamén. Rocié un poco de perfume en mis muñecas y en mi cuello, me puse las arracadas de mi madre y, luego de colocarme mis botas negras, bajé las escaleras. En el sofá estaban sentados mis hermanos con los señores Brashier viendo su primera película, dibujé una sonrisa y voltearon a verme.

—Oh Teresa, mírate, luces hermosa. Me encanta tu suéter.

—Muchas gracias, señora Brashier —respondí.

—Vamos, linda, eres casi de la familia y llevas como dos meses viviendo aquí, por favor dime Elaine.

—¿Qué? No, señora, ¿cómo cree que voy a llamarla así?

—Porque te lo estoy pidiendo, además, no soy tan grande.

Reí bajo y asentí.

—De acuerdo, voy a tratar.

Se acercó a mí y jugó con un mechón de mi cabello.

—Mi bebé Connor ya viene, hija.

—Oh de acuerdo, muchas gracias, señ... Elaine —corregí a tiempo sacándole una risa a la dulce madre de mi psicólogo, luego de eso, ella se fue a sentar.

En ese instante Connor bajó de las escaleras, se detuvo justo a un lado de mí y tomó mi mano.

—Ya estoy, vámonos.

—Aguarda, falta Dylan —le dije.

—¡Dylan! —exclamó Connor volteando las escaleras.

—¡Voy! —respondió el chico pecoso desde su habitación y bajó en un dos por tres.

—Papá, ya nos vamos. Regresamos en dos o tres horas —manifestó Connor tomando las llaves de la mesita que estaba junto a él.

—De acuerdo, hijo. Manejen con cuidado y no lleguen tan tarde.

Asentimos los tres al mismo tiempo y salimos de allí. Connor y yo nos fuimos en su auto y Dylan se llevó la camioneta de sus padres. En el camino de ida el rubio y yo cantamos a todo pulmón las canciones que se iban reproduciendo en su playlist, así hasta llegar a la casa de un amigo suyo.

—Bueno, llegamos. Te diré, esta es la casa de Justin Stirling. Él fue mi roomie junto con una amiga llamada Sylvie, viví con ellos durante tres o cuatro meses cuando estuve en mi cuarto de universidad —me explicó.

—¿Fue el que me dijiste que te llamaba "Tainy" o algo así? —hice comillas con mis dedos.— ¿El que te trataba como a su hijo junto con Sylvie?

Querido Psicólogo Brashier (C.B.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora