Capitulo XXII

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Días después

Faltaban doce días para Navidad y no podía estar más que emocionada. Amaba esta época, siempre lo hice desde que tengo memoria. El amor y la alegría se podían respirar, cuando era niña mi familia y yo solíamos divertirnos en la nieve haciendo monitos o guerritas. Este año tendríamos una Navidad diferente por obvias razones: mamá y papá no estaban y la celebraríamos con la familia Brashier. No era malo, pero sería algo nuevo festejarla con personas externas a nuestra propia sangre; aunque, siendo sincera, sentía a Connor y a su familia como la mía.

Hablando de Connor, las cosas seguían diferentes con él, necesitaba aclararle ya el malentendido; puesto que únicamente cuando su mamá estaba presente, hablábamos como si nada hubiese pasado. En realidad, pasaba todo. Nos tratábamos como si fuésemos extraños y ciertamente eso me mataba. Es mi culpa, yo metí la pata.

'Telesa'

Escuché a mi hermano hablarme desde el comedor, dejé de preparar el chocolate caliente y salí de la cocina para ir con Jacob.

—¿Sí, nene?

—Mira, terminé mi dibujo.

Dibujé una sonrisa resplandeciente, me acerqué un poco más y vi en la hoja monitos hechos a palitos y bolitas. Sentí tanta ternura que creí morir. Mi hermano tomó mi mano y fue señalando cada persona dibujada en la hoja.

—Ésta eres tú, luego papá 'Connol', 'hemana Lenata' y tía 'Heathel'. Es para ti.

—Oh Jacob, me encanta. Muchas gracias, hermanito —me agaché y le di un besito en la mejilla.

—¿Le gustará este dibujo a papi 'Connol'?

Me enseñó otro que hizo en el que se apreciaban un par de monitos, más me llamó la atención uno que tenía dos bolitas verdes pintadas como ojos y el cabello era amarillo. Sabía que era mi psicólogo.

—Le va a encantar, pequeño.

—Sí —alargó—. Mira, ése es papi 'Connol' y ésta eres tú a un lado de él.

Mis ojos casi se desorbitaban, al ver el dibujo, al principio, creía que era Connor con su madre; pero no, era yo. Justo en ese momento observé cómo el auto de Connor estacionó afuera, miré a mi hermano y acaricié su mejilla.

—Iré a seguir preparando el chocolate, bebé. Sigue pintando, pero dale este dibujo a Connor hasta que sea 24 de diciembre, ¿sí?

—Sí.

Regresé a la cocina, volví a encender la estufa y me recargué en la isla. En ese momento observé a Gingerbean acercarse a mí, se recostó junto a mis piernas y comencé a acariciar su pelaje mientras dibujaba una sonrisa. El can movió su colita animosamente y movió sus patitas, mientras yo pensaba que decirle a Connor, el hielo debía romperse.

—Hey Ginger.

Llamó Connor desde la entrada de la cocina y sentí mi piel erizarse. Observé cómo su mascota corrió hacia donde él, le ladró feliz y se apoyó en dos de sus patas para apoyar las otras en los muslos de su dueño. Hasta ese momento noté que Connor traía ropa diferente a la que usaba antes de que se fuera en la mañana a no sé qué lugar.

—¿Tienes hambre? Te serviré tus croquetas.

—Connor, yo... le di de comer hace una hora.

—Oh, gracias Teresa.

¡Maldición, extrañaba demasiado que me llamara Tessa! No me decía así desde que hablamos aquella vez a las cinco de la mañana en su sala, ¿podía sentirme peor que ahora? Solté un suspiro y analicé su atuendo. Ropa cara y de marca: sombrero, chaqueta de cuero, camisa blanca, pantalones negros ceñidos a sus piernas y bota negra. En la mañana él usaba ropa sencilla, como él solía ser; pero ahora se veía como una persona estirada, aunque yo sabía en lo más profundo de mi corazón que Connor jamás cambiaría y seguiría siendo ese mismo hombre noble de siempre y de sentimientos hermosos.

Querido Psicólogo Brashier (C.B.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora