Capitulo XI

25 2 3
                                    

Después de una bonita cena con el doctor Brashier, nos quedamos en el restaurante platicando un poco más de cualquier tema o tontería que se nos viniera a la mente. Ambos reíamos, nos mirábamos o simplemente no decíamos nada. Luego de ello fuimos a su auto, ahora íbamos camino a mi casa.

—Gracias por esta noche, doctor. Fue muy especial para mí.

—Es un placer, Tessa.

Nuestros ojos hicieron conexión, me regaló una bonita sonrisa y, no supe si era prudente, le di un abrazo rápido.

—Gracias por traerme.

—Ya sabes.

Curvó sus labios una vez más, bajé del auto y, sacudiendo mi mano en gesto de despedida, entré al edificio. Posteriormente fui al ascensor. Mientras estaba recargada en la pared de la caja metálica, me puse a pensar en todo. No era tan malo salir con mi psicólogo, no dejo de pensar que está prohibido, porque lo era; pero estar con él me hace sentir increíblemente y relajada, me hace sentir capaz, que tengo fuerza y que todo lo puedo. Connor me hace sentir fuerte, él era ese amigo que tanto necesitaba. Me inyectó la confianza que tanto pedía. Se lo agradecía eternamente, porque me ayudó a no olvidar quién soy y que vale la pena seguir adelante.

—Muchas gracias, Heather —dije para mí misma con una sonrisa.

En realidad, a ella le debía todo. Le agradezco tanto que me haya convencido de tomar las terapias, de lo contrario, no sabría ahora qué es lo que estaría pasando conmigo.

El ascensor se abrió en mi piso, me dirigí a mi apartamento y, al estar frente a la puerta, justo antes de sacar las llaves y abrir, unas hojas y cartas en el suelo llamaron mi atención, por lo que me agaché para recogerlas. Estando en cuclillas comencé a leerlas. Una de las cartas no tenía remitente, sólo decía anónimo; así que pasé a la siguiente, era una de mis tíos de México. Sonreí y pasé la siguiente. Un recibo de pago de la escuela de mi hermana, aun me faltaba una parte por pagar. Bufé, mordí mi labio y continué con la última carta. Ojalá no lo hubiera hecho.

Mi alma volvió a hacerse pedazos. No ahora, por favor, no ahora que me siento tranquila y mi paz mental es poderosa; ya que, cada que estaba con mi doctor, me sentía así. ¿Por qué ahora? La última carta era de aviso de que en tres días me correrían del apartamento. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué demonios haría? Yo no importo mucho, pero mis hermanos sí, ¿dónde vivirían si nos echan? No había pagado la renta, porque los recibos de luz y agua habían salido altos, por una razón que desconozco; además, me habían hackeado la tarjeta y me quedé sin el dinero de mi liquidación de uno de mis tres empleos.

"Respira, Teresa, respira. Se fuerte, tú puedes"

Me dije una y otra vez. Me puse de pie, tomé una gran bocanada de aire y abrí la puerta sintiendo muy poco ánimo. Heather fue la primera en posar su mirada en mí, luego mi hermana, pero no veía a Jacob.

—¿Qué tal te fue, Teresa?

No contaría nada, prefiería ocultarlo. Ya no quería preocupar a nadie, basta de eso. Sabía que está mal, pero no podía depender de otros.

—Muy bien, me encantó la cita. Me llevó a la playa de Aliso y luego fuimos a cenar.

—Uy, mi hermana ya tiene novio —canturreó Renata y me hizo reír.

—No, nena, él no es mi novio. Es sólo un buen amigo mío.

—Pero pueden ser algo más, Teresa.

—Renata —me sonrojé.

—¡Ah! Mi hermana está enamorada como las princesas de los cuentos.

Querido Psicólogo Brashier (C.B.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora