Capitulo VII

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15 de septiembre.
18:00 hrs del día.

Realmente aún no estaba lista para la cena de hoy y en media hora debía partir hacia mi destino con el psicólogo Brashier. Miré mi outfit: una hermosa blusa artesanal blanca con flores rojas que adornaban cerca del cuello de ésta y unos leggins y botines negros de plataforma no muy alta.

Le agradecía tanto a Mila el hecho de que a las 17:00 horas me retirara para poder ir a arreglarme a mi apartamento. El problema era que, desde entonces, no había podido hacer nada por la inmensa angustia que cargaba porque iría con mi doctor. Soy su paciente. Tenía buen presentimiento, menos por esa parte antes mencionada. No quería meternos en problemas, él podía llegar a perder su trabajo por mi culpa, aunque la decisión había sido de los dos. No, mejor dejo de pensar cosas que ni siquiera han acontecido. Solo esperaba realmente que no nos afectara a ninguno de los dos.

Rápidamente me metí a bañar, cinco minutos después salí y, seguidamente de secar mi cuerpo con la toalla, me vestí con lo antes mencionado. Busqué mi diadema negra y unos aretes patrios propios de mi país, me los coloqué y me puse maquillaje discreto. Ya estaba lista, me miré al espejo y fui adonde mis hermanos.

—¿Ya estás lista? —inquirió Heather, quien había llegado justo en el momento en que me me metí a bañar, y me miró—. Amiga, te ves muy bonita.

—Gracias, Heath, tú también—respondí con una sonrisa.

—Te lo agradezco —dijo—. Anda, ya es hora, es tu momento para que puedas despejarte un poco.

—Sí, por favor no olvides darles de cenar.

—No lo olvidaré, anda que se te hace tarde —abracé a mi amiga en gesto de despedida—. Cuídate mucho, diviértete.

—Igualmente. Adiós.

—Adiós.

Dijeron los tres en unísono y, después de besar las mejillas de mis hermanos, partí, en punto de las 18:30 horas, hacia Heisler, tal y como Connor me había dicho. Miraba hacia mis alrededores mientras caminaba, ¿hace cuánto no salía? Tengo que disfrutar mucho esta noche, porque dudo que vuelva a salir pronto.

En lo que menos esperaba, ya estaba frente a Heisler. No era tan tarde, llegué exactamente a las 19:00 horas. Busqué al psicólogo con mi mirada, no había nadie; pero cuando iba a recargarme en un muro bajo de piedra, observé una camioneta negra estacionarse cerca. Cuando me enderecé, vi al doctor Brashier bajarse de tremendo automóvil oscuro y, después de cerrar la puerta y colocar los seguros automáticos, vino hacia mí.

—Hola —saludó después de curvar sus labios en una bonita sonrisa.

—Hola.

Respondí y, por primera vez, observé a aquel hombre detalladamente: cabello rubio y lacio a la altura de la mitad de sus mejillas, ojos tan esmeraldas como la primera vez que los vi, labios rosados y rellenos que formaban un perfecto corazón y un mentón definido, el cual llegué a pensar que si me acerco lo suficiente, éste podría cortarme. Pude notar que su vestimenta consistía en una camisa de manta con una chaqueta azul encima, jeans ajustados y botas negras. Él se veía muy bien. Después de unos segundos regresé a la realidad.

—¿Cómo ha estado? —inquirí para romper el hielo, mientras le miraba a los ojos.

—Muy bien, gracias, señorita Briseño. ¿Y usted cómo se encuentra?

—Muy bien, doctor.

—Dígame Connor, por favor.

—¿Disculpe?

Querido Psicólogo Brashier (C.B.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora