VIII

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La cena transcurrió con tranquilidad y Anna y Harry hasta se rieron de la misma cosa. No podía decir que era como antes, cuando pasaban toda la noche fastidiándose uno al otro, pateándose debajo de la mesa o haciendo que el otro riera con tanta fuerza que el vino le saliera por la nariz.

Pero fue bueno, fue más de lo que podía esperar. Anne dio un discurso conmovedor sobre tener a todos sus seres queridos debajo un mismo techo otra vez y que Robin estaría feliz de recibirnos a todos en casa.

Abundaron las historias vergonzosas de la infancia: cuando Harry se contagió sarpullido en el culo después de una semana de campamento con los exploradores, la vez que Anna vomitó dentro del bolso de su madre estando en la fila para el cine, esa historia que nunca faltaba de cuando Gemma olvidó ponerse sujetador en día de educación física.

Ninguno de los padres parecía estar al tanto del aislamiento de diez años que había entre Anna y Harry, lo cual era bueno porque ninguno quería que nadie se sintiera incómodo, pero cuando contaban historias que los involucraban a los dos (que eran casi todas) ambos evitaban la vista del otro y forzaban una risa.

Terminaron otra vez en la sala, esta vez con los instrumentos dispuestos para escucharlos cantar. Harry tocó unas cuantas canciones (a petición de Molly, PaperHouses de su buen amigo Niall) y después dejó que Anna tocara en el piano una bellísima sonata de invierno. Gemma se grabó y fingía llorar mientras Anna seguía tocando, haciéndola reír y sacarle la lengua a la cámara sin perder el hilo de lo que tocaba de memoria. Harry se fijó cómo era su hermana de cuidadosa: donde lo fotografiaba a él no incluía a Anna y viceversa.

―Canten algo los dos―pidió Richard.

Anna tocó un par de melodías en el piano, preguntándole con la mirada si conocía la canción. Harry, con el corazón hecho pedazos y la mente desordenada, asintió.

Anna fue la primera en cantar.

I hate that I remember, I wish I could forget what you did last December, you left my heart a mess―cerró los ojos y dejó que sus dedos se pasearan sobre las teclas con la facilidad de quien lo toca desde los cuatro años.Harry no fue capaz de seguirla, así que ella continuó―. Boy you blew it, how could you do it? Do it? Last Christmas I gave you my heart, but the very first day you threw it away. This Christmas to save me from tears, I'll give it someone special.

Harry dejó que su voz rasposa contrarrestara la suya.

Thought we belong together, at least that's what you say. I should know it better, you'll break my heart again―Anna lo estaba viendo entonces―. Girl you blew it, how could you do it? Do it?

Juntos repitieron el coro, esta vez sin apartar la mirada. Nadie salvo ellos entendía el significado tras los versos, la forma en que se miraban, la manera en que sus voces salían de lugares distintos y terminaban fusionadas en el aire.

Cuando terminaron todos aplaudieron, pero ellos no tenían nada que celebrar.

―Hermoso―aplaudió Richard, que siempre fue el más grande admirador de los dos. Mientras que sus madres siempre estaban grabando y grabando, Richard los escuchaba de verdad.

―Si me permiten―anunció Anna levantándose―, vuelvo en un momento.

A nadie le pareció extraño que se excusara tan deprisa y saliera, estaban muy metidos en lo que acababan de retener en video. Quizás tampoco se dieron cuenta de que Harry también se iba, sin avisar antes.

La encontró sentada en la acera, sobre la nieve, observando con detenimiento el cigarrillo en sus manos. No estaba encendido, pero parecía debatirse entre si debía cambiar eso.

Un Cuento de Navidad [HS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora