Harry ya había visto a Anna antes. No personalmente, claro, pero sí en fotografías.
No era ningún aficionado a las redes sociales, pero a veces, cuando estaba demasiado cansado como para hacer algo productivo pero imposibilitado a dormir, se lanzaba en algún sofá y se dejaba arrastrar por esa sensación solitaria que le causaba todo aquello.
Cada vez que Gemma y Anna se veían su hermana se encargaba de documentarlo. Mimosas compartidas en algún brunch, manos entrelazadas sobre alguna mesa, una abrazada a la otra frente algún espejo. Eran buenas amigas, lo cual resultaría gracioso si no fuera tan doloroso, sobretodo porque de pequeños los dos solían pelearse por su cariño. "¿A quién quieres más, Anna, a Gemma o a mí?" Anna nunca podía decidirse así que nunca respondió. Eso estaba bien para él, porque internamente conocía la respuesta. O eso creía. Hubo un tiempo donde estuvo seguro de ser el Styles que Anna más quería.
Puede que se equivocara.
Harry nunca preguntó sobre aquellas reuniones ni las cosas que decían, a pesar de las ganas que siempre ha tenido de hacerlo.
Pero también sabía de ella como sabría cualquier otro desconocido, como quizás ella sabría de él: a través de revistas.
Todavía tiene el primer enunciado que leyó con su nombre: Anna Rothwell, la joven londinense que conquista nuestro corazón en el nuevo éxito de Broadway.
Siempre supo que así sería. Anna era una estrella y se sabía mucho antes que él mismo manifestara su inclinación artística. Protagonizó cada obra escolar y hasta lo arrastró a él a actuar en un par de ellas.
Su voz era...caray, tenía una voz maravillosa. Harry solo podría describirla como mágica. No había forma de que alguien la escuchara cantar y no sintiera una explosión de sentidos retumbar en su alma.
Cuando Harry anunció que audicionaría para The X Factor quiso arrastrarla consigo, pero no hubo forma de convencerla.
Después todo acabó entre ellos, así que no sabe con certeza qué caminos recorrió para llegar a donde estaba ahora. Leyó en su wikipedia que tuvo actuaciones destacables en la Royal Shakespeare Company.
Ahora Anna vivía en Nueva York la mayoría del tiempo, aunque sabía que se movía por Inglaterra e Irlanda con bastante frecuencia. Su última actuación en Broadway le valió una nominación a los premios Tony.
Claro que Anna pertenece al teatro, pensó Harry mientras la miraba disimuladamente. Su cabello negro recogido en una alta coleta, un flequillo suave sobre la frente, aquel estilizado cuello, su postura perfecta pero no forzada. Esa aura elegante, expresiva y ondulada con la que se mueve, a pesar de que solo está sentada en un taburete bebiendo ponche, como si estuviera en el agua.
Anna siempre ha sido un tanto excéntrica, aunque no en el mal sentido. Es explosiva, como un conjunto de cosas que no deberían funcionar juntas, pero de alguna forma lo hace. Harry no pudo evitar pensar que esta era la misma chica que le ganaba en las luchas sobre lodo.
Pero se supone que tenía que ignorarla.
Así que decidió ponerse a hacer algo útil en la cocina mientras todos los demás conversaban.
—¿Necesitas que te ayude con algo? —Anne siempre tiene algo que necesita ser atendido.
—Oh, no, cielo, todo está resuelto.
Vaya, genial.
—Debe ser bueno estar otra vez en casa, ¿verdad?—le dijo Holly con una sonrisa, pero como siempre pasaba con ella, sus conversaciones no requieren necesariamente una respuesta—. Siempre te estoy viendo en todos los noticieros.
Esa no es una frase que le guste escuchar a Harry, pero no dice nada.
—Richie y yo siempre hablamos de ir a verte a un concierto, pero nunca te pasas por nuestra ciudad.
—Eso mismo le digo yo—reafirmó su madre.
—Oh, ¿pero sabes a quién sí vimos? A ese muchachote apuesto que cantaba contigo...¿cómo era su nombre?
—Niall, mamá—Harry escuchó la voz de Anna intervenir—, incluso lo conociste, ¿recuerdas?
—Ah, sí—se llevó una mano al pecho—. Compré un boleto vip. Qué niño más dulce.
Harry sonrió—. Lo es.
Siguieron conversando sobre Harry como si él no estuviera presente, pero ya estaba acostumbrado. Gemma estaba arriba envolviendo sus presentes de navidad y pensó en subir para ayudarla, pero le parecía grosero dejar por fuera a Anna. Además, una parte de él no quería dejar de estar cerca de ella, incluso si solo estuvieran ignorándose.
—muy bien, chicos—su madre revisa su reloj—, es hora de que vayan por la tarta de navidad.
Harry casi pudo sentir como Anna se tensaba al mismo tiempo que él. Ninguno dijo nada por unos segundos.
—¿Qué? —finalmente preguntó él.
—La tarta—repitió Anne como si fuera obvio—. ¿la tarta de arándanos? ¿En la pastelería del centro comercial?
—Mamá, pudiste haberme pedido que la comprara de camino aquí.
—No, ya sabes que me gusta recién horneada—se excusó con dulzura. No le importaba ir por la tarta. Lo que le incomodaba es que Anna se sintiera obligado a ir con él—. Vamos, apuren el paso.
—Ya voy yo—dijo Harry buscando sus lentes de sol—. Estoy seguro de que Anna quiere quedarse a charlar con ustedes.
—Anna, querida, ve con él—ordenó Holly—, ¿qué pasa si lo reconocen y quieren atacarlo?
—¿Crees que yo puedo defenderlo si alguien lo quiere atacar?
—Bueno, siempre lo has hecho. ¿Recuerdas cuando esos niños que lo molestaban intentaron meterlo en un contenedor de basura y tú lo salvaste?
—No lo salvé—Anna frunció el ceño—, sólo los perseguí con mi bici hasta que se asustaron.
—Aw, Anna, eras tan sobreprotectora con él.
Harry tuvo suficiente. Se encaminó al arco de la cocina dispuesto a salir pero en último segundo giró para verla, descubriendo que ella ya lo estaba mirando.
—¿Vienes?
Sorpresivamente, Anna lo siguió.