El frío los obligaba a mantener sus manos dentro de sus abrigos pero ocurría que, cada vez daban un paso, los hombros de ambos chocaban y después se separaban, como esos juguetes de métrica infantil.
Había música y celebración por todos lados y debió ser por eso que nadie le dedicó más de dos vistazos a Harry. Todos estaban muy ocupados en su propia excitación como para fijarse si en verdad se trataba de Harry Styles paseándose por las calles de Nueva York la noche de Año Nuevo junto con Anna Rothwell, la joven promesa de Broadway.
Además, a esta hora ya todo el mundo iba muy alcoholizado.
A Harry le agradaba ver que Anna estaba usando pantalón y que sus piernas no estaban expuestas al apabullante frío. Iba forrada con un gran abrigo beige, casi del mismo color del que él estaba usando para ocultar sus lentejuelas.
―Sabía que estabas en Times Square―Anna fue la primera en hablar―. Te vi.
―¿Me viste?
―En la televisión.
―Ah.
―¿Debería cobrarte regalías por algo? ―preguntó y el tono burlón hizo cosas locas en el pecho de Harry―. ¿Usar mi nombre, tal vez?
―No está oficialmente grabada, así que no te debo nada―le pinchó de vuelta y para su sorpresa, ella rió.
―Es pegadiza―elogió―, casi todas los son.
―¿Has escuchado mis canciones?
―Ay, por favor―rodó los ojos―, no actúes sorprendido.
―Lo estoy, y mucho.
―Que puedo decir, he mantenido un ojo en ti.
Harry no sabría decir si lo que decía era cierto o no, aunque viniendo al caso, Anna nunca le había mentido. Suspiró y confesó en una exhalación―. También yo.
Cada vez que ojeaba una revista o un periódico y encontraba algo referente a ella lo leía con detenimiento y después lo guardaba en un cajón especial. Una parte de él se había preguntado si Anna estaría haciendo lo mismo.
Y resulta que sí.
―En la universidad compartí habitación con una chica que estaba obsesionada contigo―agregó mientras seguían caminando, sin ningun rumbo marcado―. Quería sacarme los ojos.
Harry rió, pero luego se puso serio―. Debió ser duro para ti.
―Bueno, gritarte el otro día sirvió bastante―se econgió de hombros, pero de alguna manera Harry sabía que era verdad. Incluso para él mismo. Esa noche fue corta, absurda y tensa, pero también tuvo cierto efecto catártico. Ella se veía menos tensa a su alrededor, y él se sentía más cerca.
―Pudiste filtrar eso a la prensa, ¿lo sabes?
―¿Quién te crees que soy? ―lo miró ofendida, pero después negó en serio―. Nunca lo habría hecho, no importa lo mucho que estuviese enfadada. La prensa te hace mucho daño ya de por sí.
―Así que también has mantenido tu ojo en eso.
―¿En tus antiguos encantos de mujeriego? Por supuesto. No fue tu mejor época.
Harry odiaba aquella palabra. Era como un puñal en el estómago.
―¿Crees que así pasó? ―preguntó con un hilo de voz, temeroso a la respuesta de Anna.
―Oh, por supuesto que no―dijo con convencimiento―. Soy inteligente, Harry, ¿lo recuerdas? Incluso más que tú. Supe identificar perfectamente con quien saliste y con quién no.