Adentro ya todas las luces estaban encendidas y el viejo tocadiscos reproducía los mismos villancicos de cada de año. Harry todavía se sentía mareado, adolorido y fuertemente deprimido por lo que pasó apenas unas horas. De modo que se sentó en un mueble de la sala y le escribió a la única persona que merecía la pena molestar este día.
Espero que tu cumpleaños esté resultando mejor que mi Noche Buena.
La respuesta de Louis llegó en unos segundos.
Ho ho no! ¿problemas navideños?
Medio sonrió antes de escribir:
Algo así, pero ya te lo contaré luego.
Bueno, si te hace sentir mejor, mi heredero acaba de sentarse sobre mi pastel de cumpleaños.
No preguntes, yo tampoco sé cómo pasó.
Seguidamente adjuntó una foto donde el pequeño salía con el pantalón lleno de crema de mantequilla junto a la tarta destrozada.
Uh. Jamás tendré niños.
Su respuesta le arrancó la risa que necesitaba:
Pero cariño, si este es hijo tuyo.
Bloqueó el teléfono cuando todos salieron de la cocina a unírsele a él. Gemma le pasó una taza de chocolate caliente y le dio esa mirada suspicaz de hermana, advirtiéndole que estaba al tanto de lo que estaba pasando.
Los invitados y su madre comenzaron a hablar de los años en que se reunían a celebrar. Harry se fijó en la expresión opaca que volvía a cubrir los ojos de Anna cuando hablaban de la casa que acababan de visitar. No comentó nada, pero Harry sabía que sentía gran tristeza de haber visto en lo que se había convertido.
―¿Recuerdan cuando solían preparar bailes para nosotros? ―preguntó Anne con la mirada brillante.
―Mamá, no. Por favor.
―¡Eran tan lindos! ―apoyó Holly―, cada año una rutina nueva.
―Mi favorita fue cuando los tres se disfrazaron de pequeños Frank Sinatras para cantar Jingle Bells―opinó Richard, dándole un sorbo a su chocolate.
―Ninguna superará al año en que fueron los renos de santa―opina su madre, a la que quiere mucho, pero que está fulminando con la mirada en ese preciso instante.
―Deberían hacerla otra vez―sugirió Holly. A ella también quería fulminarla, pero por respeto no lo hizo.
―Sí, por favor―suplicó su madre―. Creo que todavía tengo la nariz de Rodolfo.
Harry era Rodolfo.
Anna era una actriz de teatro profesional y antes de eso estaba tan acostumbrada a hacer payasadas que esto no le hubiera causado ningún conflicto. Harry llevaba presentándose frente a millones de personas desde los dieciséis años y había experimentado todo tipo de vergüenzas al punto en que era inmune. Pero aquello era diferente.
Porque Anna y él ni siquiera se veían a los ojos.
―Esto va a ser divertido―se burló Gemma, claramente de los dos.
Anne volvió con tres cintillos de renos y una nariz roja brillante. Harry y Anna intercambiaron una mirada por primera vez desde que volvieron a la casa: Harry levantó una ceja y Anna casi sonrió.
―Que Dios nos ayude.
Tomaron posiciones frente al sillón, donde los tres padres se dispusieron como público (a Harry se le encogió el corazón pensando en que faltaba alguien, pero se repuso). Gemma y Anna a un lado y el, con un espacio de separación, en el otro.
Holly preparó la pista en su teléfono conectado a los altavoces y les hizo señas de que iba a darle play.
Gemma comenzó, como si estuviera rapeando:
You know Dasher and Dancer and Prancer and Vixen
Comet and Cupid and Donner and Blitzen
But do you recall
The most famous reindeer of all?
Los tres hicieron armonías y entonces entonaron:
Rudolph the Red-Nosed Reindeer
Had a very shiny nose
And if you ever saw it
You would even say it glows
Harry guardó silencio mientras interpretaba su papel de reno triste mientras Anna y Gemma cantaron, a la vez que pretendían burlarse de él:
All of the other Reindeer
Used to laugh and call him names
They never let poor Rudolph
Join in any reindeer games.
Entonces Anna pasó detrás de Harry para que quedara en el centro, un paso al frente de las dos y él tomó la voz principal:
Thenone Christmas Eve
Santa came to say
"Rudolph with your nose so bright
Won't you guide my sleigh tonight?
Anna, con aquella voz de musical de Broadway cantó:
Then how the reindeer loved him
As they shouted out with glee
Todos a su vez gritaron, a la vez que entrelazaban sus brazos detrás de sus espaldas y juntos pateaban a la derecha y luego a la izquierda, como un baile de Cabaret:
"Rudolph the Red-Nosed Reindeer
You'll go down in history"
Repitieron la rutina hasta que la canción acabó. En aplausos y vítores los tres progenitores compensaron la humillación a la que habían sometido a sus hijos adultos. Entre risas tomaron asiento, y Harry dejó inundarse por la sensación de estar en casa y poder comportarse como un joven tonto frente. A pesar de la noche que estaba teniendo, se sintió feliz por hacer reír feliz a su madre.
―¿Quién lo diría? ―sonrió Anne―. Dos estrellas en mi sala de estar.
―Sin ofender, Gem―se burló Harry con humor.
―Bah, por favor―bufó su hermana mientras se volvía a acomodar sobre su sillón―. Mi título universitario no tiene nada que envidiarle a ustedes dos.
―Hey―se quejó Anna―. Yo sí que tengo un título universitario.
―En artes escénicas, cariño―recalcó―, todos sabemos que eso no cuenta.
Anna le lanzó un cojín a la cara y todos rieron. Afuera comenzó a nevar.