Capítulo 1.

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El chirrido de la cafetera me hace salir prácticamente corriendo del cuarto de baño. Esta maldita manía que tengo de tardar tanto en arreglarme, un día como hoy me puede pasar factura.

Estoy a unas horas de comenzar mi período de prácticas y de ninguna manera puedo llegar tarde. Así que... ¡Aligera el paso, Luisita!

Detengo el molestoso ruido y al mismo tiempo, siento como el delicioso aroma, abarca todo el departamento. Puedo notar un ligero temblor en mis manos, al agarrar la cafetera para servirme el negro y humeante café. Hoy es un día importante, pero a pesar de los nervios, algo me dice que todo va a salir bien.

Con mi taza favorita en mano, bebo pequeños sorbos, mientras continuo terminando de prepararme. Estoy segura de que mi estómago no aceptaría nada de alimento en este momento, por eso mi desayuno se reduce a este delicioso pero simple café, que como mínimo debe despertar mis neuronas.

Adoro la hora del café. Esos minutos de tregua en los que el líquido calienta mi estómago y no importa nada más que eso. Ni siquiera importa lo ocupada que pueda llegar a estar o la cantidad de lecciones que tenga que introducirme en la cabeza a base de estudio. No importa, el café es mi respiro.

"No se trata de dónde estés, sino a dónde quieres llegar".

Curiosa frase para adornar una taza que veo todos los días, en varias ocasiones. Curiosa, porque cada vez que la leo, sonrío débilmente y me cuestiono precisamente eso: ¿A dónde quiero llegar? ¿Debería saberlo a estas alturas de mi vida? Probablemente.

Mientras comienzo a vestirme, observo mi reflejo a través del espejo y un millón de pregunta más, me asaltan: ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿En qué momento de mi vida decidí que la carrera de Psicología era la más adecuada? ¿Qué me voy a encontrar hoy? ¿Servirá de algo todo lo que he estudiado durante los últimos años? ¿Y si, no? ¿Y si realmente aún no estoy preparada? ¿Qué haré entonces?1

El sonido de un pequeño ladrido, me sobresalta, consiguiendo que esas absurdas preguntan desaparezcan. Miro a mi izquierda y lo veo ahí, sentado sobre sus patas traseras, observándome con su pequeña cabeza algo ladeada, y sonrío.

-No debería estar pensando tanto, ¿verdad? -Le pregunto tras un suspiro. Él vuelve a ladrar, y yo vuelvo a sonreír.

En ocasiones, me cuestiono si realmente entiende lo que le digo. Un pensamiento muy lógico para una Psicóloga... Lo sé.

¿Qué más da? Lo cierto es con esa cara de no haber roto un plato en su vida, intenta advertirme de que, como siga un segundo más frente a este espejo, llegaré tarde, y entonces sí que empezaré con mal pie mi primer día de prácticas.

Pero me es inevitable no continuar haciéndome preguntas. Quizás no elegí la ropa adecuada. ¿Qué tipo de ropa se suele llevar a un primer día de trabajo? ¿Informal? ¿Cómoda? ¿Elegante? ¿Por qué no me dieron un manual sobre cómo vestirme en la universidad? Genial, ya comienzo a descubrir las diferencias entre la teoría que he estudiado durante todo este tiempo y la práctica real que comienza a partir de hoy.

¡Dios! Debe ser absurdo sentirme tan insegura por algo que nunca me ha preocupado demasiado, la vestimenta. Y... ¡Mi pelo! Debería cortármelo un poco, ya me llega casi por mitad del abdomen y las puntas comienzan a agrietarse. Definitivamente, el castaño me da una imagen algo más... ¿madura?. Aunque no sé si este gorro de lana marrón, constribuje demasiado a ello. Siempre he creído que me hace cara de niña. Pero estamos en otoño, es la época perfecta para llevar gorros y además, me gusta mucho como me destaca la mirada. La vuelve más... intensa. Pero a lo mejor no es adecuado. Con estas botas sin tacón y estos "leggings", además del gorro y el fino jersey que me llega a la altura de una minifalda, se podría decir que voy a un centro comercial, al cine o a pasear por la ciudad. A cualquier sitio, menos a trabajar.

La luz de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora