Capítulo 12.

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Ni siquiera el sonido de la puerta me hace levantar la cabeza de portátil. Puedo sentir mis sienes en tensión y un dolor agudo de cabeza debido a las horas que llevo tecleando con los ojos entornados. No es que no vea la pantalla, de hecho, utilizo lentes para no realizar un sobreesfuerzo con la vista.

Vuelven a llamar.

-¡Adelante!

La puerta de abre al instante de dar el permiso.

-Te iba a preguntar si estabas sola, pero viendo como parece que le estás lanzando "rayos x" a esa pantalla, creo que lo que estás, es excesivamente concentrada.

Al escuchar la voz de Amelia, esta vez sí, aparté la vista del monitor y la descubrí de pie frente a mi mesa. Por un momento se me olvidó lo que estaba haciendo hace tan sólo unos segundos y por un momento también, se me olvidó preguntarme qué está haciendo ella aquí. Pero su expresión de extrañeza y su media sonrisa, me devolvieron al mundo real.

-Amelia... ¿Qué estás haciendo aquí? Quiero decir, ¿ocurre algo?

-Vaya, parece que tu concentración no te ha dejado ni ver la hora -Miré un momento el reloj del ordenador. 18:15 p.m

-¡Nuestra sesión! ¡Lo olvidé por completo!

-Creía que te encontraría hecha una furia por mi retraso y resulta que si no vengo, tampoco te hubieras enterado.

-No creo que esperaras verme hecha una furia.

-No... -Sonrió encogiéndose de hombros. -Doña diplomacia nunca se altera.

-No soy tan diplomática como piensas y sí puedo llegar a alterarme. Pero cómo te habrás dado cuenta, soy humana y también olvido las citas.

-¿Y qué es eso que consigue acaparar toda tu atención y sacarte del mundo?

-Trabajo -Respondo cerrando el portátil y poniéndome en pie. -Mucho trabajo. Como al resto de la sociedad. ¿Empezamos?

Extendí la mano hacía el sofá, invitándola a acomodarse y cambiando el tema de una forma muy obvia. Se ofrecería a intercambiar el puesto de interna conmigo, si se llega a enterar de que es ella precisamente, "eso", que consigue sacarme del mundo haciéndome olvidar incluso nuestra cita.

Como viene haciendo desde hace algunas sesiones, se sienta en el sofá subiendo y extendiendo las piernas como si estuviera en el de su propia casa, pero no llega a recostarse del todo. Deja caer su espalda sobre el apoyabrazos para quedar más erguida y las manos sobre la mitad de su propio cuerpo, entrecruzando los dedos.

Después de acercar la silla y sentarme justamente a su lado, hago algunas anotaciones en mi cuaderno antes de comenzar.

-¿De verdad es necesario que apuntes incluso cómo me siento? Puedo describirte mi personalidad sin que tengas que analizar mi postura.

Alzo un poco la mirada y sonrió. Es demasiado inteligente.

-La postura que adoptas al sentarte, seguramente me revele cosas que ni tú misma sabes que sientes ahora mismo.

-¿Cómo cuáles?

-Estado de ánimo, reacción y sensación ante la terapia, ante la terapeuta.

-Oh... ¿Y qué sensación tengo ante la terapeuta?

-Dímelo tú.

-Vamos, dime lo que apuntaste en el cuaderno -Insistió. -De esa forma comprobaremos si tus teorías psicológicas funcionan o son un fraude.

-No puedo decirte qué me hace saber cada cosa, porque de esa forma condicionaría tu actitud y estamos aquí precisamente para que dejes de condicionar tu actitud y seas simplemente tú misma.

La luz de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora