-No puedo respirar...
Esa fue la frase clave para que mis brazos dejaran de presionar su cuerpo como si la vida se me fuera en ello.
Ni siquiera sé si transcurrieron minutos o simplemente fueron segundos. Solo sé que de no haber sido por estar cortando el paso de su oxígeno, hubiera permanecido en esa misma posición incluso horas.
-Lo... lo siento... -Me disculpé apartándome rápidamente. -Yo... yo...
Y no. No me salió ni una sola palabra más, en el momento en el que me encontré con sus ojos observándome tan de cerca.
Ella me mira atenta, incluso confundida me atrevería a decir. Probablemente, el repentino abrazo que acabo de darle, no haya sido en comparación a lo que debe pensar, mientras observa el brillo que seguramente tengan mis ojos en este momento. Un brillo que le otorgan las lágrimas, que a toda costa intento contener hace minutos.
-¿Estás segura de que quieres quedarte aquí, Amelia?
La voz de Natalia interrumpió el contacto visual entre ambas, haciéndonos recordar, o haciéndome recordar, que no estamos solas en esta habitación.
-No demasiado. Pero... por algo debo estar aquí.
-Está bien... -Aceptó la doctora, extendiendo unos papeles sobre la mesa. -Entonces firma este documento.
-Hay una cosa más -Advirtió ella. -No quiero terapias, ni charlas, ni absolutamente nada de lo que intentaron hacer conmigo cuando llegué a este lugar.
-¿Entonces, como pretendes que podamos ayudarte?
-No necesito ayuda. Solo quiero... -Dirigió su mirada hacia mí antes de continuar. -Mantenerme lejos de ese mundo exterior, al que no consigo verle nada bueno.
La observé en completo silencio, mientras la escuchaba repetir las mismas palabras que yo le había dicho anteriormente. Y una extraña emoción invadió mi pecho.
Lo cierto, es que no sé si no intervenía porque quería limitarme a escuchar, o porque realmente parecía haber olvidado la forma en que debía ser articuladas las palabras.
-Pues lamento informarte de que esto es un centro de salud mental, no una residencia de verano. Y tú eres una paciente que necesita ayuda.
-Natalia... -Intervine por fin, sin apartar la vista de Amelia.
-Luisita, no... -Sentenció mi amiga, adivinándome como siempre.
-Natalia... -Volví a repetir, esta vez sí, volteando para mirarla. -Confía en mí.
Ella me observo con el ceño fruncido, tratando seguramente de aniquilarme con la mirada, o advertirme de lo que está pasando por su cabeza; "No haces más que echarte tierra sobre ti misma y meterte en un terreno que no conoces". Pero la insistencia de mis ojos, expresando un especie de súplica, emoción y alegría, fueron suficientes para que segundos más tardes, suspirara resignada y le ofreciera un bolígrafo. Amelia se acercó, aceptando el objeto y procediendo a firmar allí donde Natalia le indica.
-Solo les voy a advertir una cosa... -Amenazó con su dedo índice acusador, mientras intercalaba la miraba entre ambas. -Cuando tu padre venga hecho una furia, ustedes se van a hacer cargo.
-¿No tienes otro papel para auto prohibirme las visitas?
En ese instante, se produjo un repentino silencio. Natalia la observaba con una ceja alzada, esperando que algún gesto suyo le hiciera entender si se trataba de una broma o hablaba realmente en serio. Ni siquiera yo lo sabía, pero el comentario me hizo ahogar una risa entre mis manos y Amelia como si nada, prosiguió firmando el documento mientras mi amiga rodaba los ojos.
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La luz de tu mirada
FanficUn choque de miradas accidentado. Así comienza la mayoría de las grandes historias. Y esta, no iba a ser menos. Un maravilloso cuento real, sin caballo blanco, ni príncipe encantado. La increíble historia de dos personas encontrándose. . Esta histor...