Capítulo 11.

1.4K 171 14
                                    

Han transcurrido dos semanas.

Dos semanas en las que, ni un solo día, he faltado a una de nuestras citas. De hecho, estoy segura de que no podría hacerlo.

Los pequeños momentos que paso con ella, en los que me sonríe o nuestras miradas se cruzan manteniéndose en completo silencio y disfrutando de la simplicidad del mismo, se han convertido en instantes que llenan mi vida. Nunca lo imaginé. Nunca creí que cosas tan sencillas, pudieran hacerme sentir tan viva, tan "parte de algo".

Ni siquiera sé desde cuándo o cómo ocurrió, y tampoco sé el por qué. Pero de un momento a otro, mi día a día comenzó a basarse en hacer todo lo posible por conseguir una sonrisa suya, en el instante, de la forma y por el motivo que sea. Solo pienso en hacerla reír o en conseguirle libros que le aporten entretenimiento y además le gusten.

En resumen: Lo único en lo que mi mente piensa todo el tiempo, es en hacer su vida más fácil. Y lo más curioso, es que a pesar de todo, creo estarlo consiguiendo. Al menos en esos instantes en los que estamos juntas, sé que está tranquila, en paz, incluso poco a poco, he ido conociendo todas sus facetas, sus cambios de humor, su bipolaridad e incluso su locura. Sí, Amelia es probablemente la persona más bipolar del planeta. Y eso, lejos de asustarme, me produce cada vez más curiosidad. Es un ser tan complejo, que para cualquier psicólogo sería todo un reto. En cambio, para mí es una simple niña que necesita encontrar su sitio.

Caso aparte, son las sesiones que tres veces a la semana hacemos en mi despacho. Ahí sí que no puedo sentirme orgullosa de llegar a ella, profesionalmente hablando. De hecho, todavía me parece un milagro haber conseguido convencerla.

Llevo minutos recostada sobre la hierba, bajo este árbol que ya se ha convertido en nuestro lugar habitual para pasar la hora del almuerzo.

Observo el cielo soleado y el movimiento que hacen las hojas a causa de la ligera brisa, volviendo el día y el momento, incluso más perfecto.

Ella está a mi lado, probablemente sumida en su lectura, como cada día. Entonces vuelvo a sentir que no necesito absolutamente nada más. Y que la simplicidad de este instante, le da un extraño y absoluto sentido a mi vida.

Suspiro.

-¡Juguemos a algo! -La escuché exclamar, sacándome rápidamente de tanto pensamiento.

Dirigí mi vista hacia el lugar de donde procedía su voz y la encontré sentada, observándome desde arriba y en el sitio exacto donde cubría el sol con su cuerpo, evitando así que me cegara pero volviendo su silueta un tanto oscura.

-¿Cuánto tiempo llevas ahí mirándome?

-Varios minutos -Se encogió de hombros. -Y como parecía que estabas queriendo arreglar el mundo con tanto pensamiento, decidí interrumpirte.

-¡Vaya, que considerada! -Sonreí irónicamente. -¿Y a qué quiere jugar la niña?

-Uhm... Yo te hago preguntas y tú respondes lo primero que te venga a la mente.

-Eso no es un juego -Entrecerré los ojos. -Eso es una entrevista. Y no me parece nada divertido.

-Y tú eres una aguafiestas.

A continuación, acompañando su berrinche, imitó mi postura y se recostó a mi lado. Permanecí segundos observándola mirar al cielo, con esa expresión de niña pequeña en su rostro, a la que me era imposible resistirme.

-Bueno, juguemos -Acepté captando de inmediato su atención -Pero con una condición.

-¿Cuál condición?

-Tendrás que responder las mismas preguntas que me hagas.

-Eso se llama trampa -se quejó con desconfianza, alzando una ceja. -Así no me gusta.

La luz de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora