Capítulo 27.

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Finalmente lo hice.

Llamé a Sara y la invité a cenar. Por primera vez desde hace mucho, me atreví a tener una cita con alguien, o por lo menos, algo parecido a una cita, porque después de la cena, Natalia y Maria nos esperan en el bar al que solemos salir de vez en cuando.

¿Qué por qué lo hice?

Supongo que tengo que comprobar por mí misma, en qué punto está mi vida sentimental. No necesito salir con alguien o enamorarme, para que mi existencia sea completa. Sola, estoy perfectamente.

Mi vida ha tomado un rumbo, que quizás nunca pensé que tomaría tan pronto. Es cierto que siempre quise vivir en la casa del lago y que alguna vez, aseguré que me haría cargo de la floristería de Doña Ascensión. Pero si hace poco más de un año me hubieran preguntado, cómo veía mi vida en un futuro cercano, en unos meses, jamás habría dicho así. Supongo que todo se ha ido dando de esa manera.

Las cosas han ido sucediendo tal cual, para llegar a este punto. Amelia se fue y yo me sentía incapaz de presentar un proyecto en el que cada palabra habla de ella. Era realmente imposible. Igual que me hubiera parecido imposible trabajar en “La Cascada”. Aunque hubiera presentado y aprobado el proyecto, convirtiéndome oficialmente en psicóloga, probablemente no habría aceptado la oferta de Natalia.

Así que, bueno, se puede decir que huí despavorida a refugiarme en mi lugar favorito. Me alejé de todo lo que me recordaba a ella, escapándome a un sitio que aún me recordaba más a ella. Porque sí, cada metro de aquella casa y de todo su exterior, cada esquina del pueblo y cada lugar al que miro, me recuerda a ella.

Duermo cada noche en la misma cama donde le hice el amor por primera vez y a veces, me despierto deseando que al abrir los ojos, ella esté ahí, como aquella mañana, durmiendo plácidamente con una sonrisa en su rostro. Pero nunca está.

Cuando el sol entra por mi ventana, anunciando la llegada de un nuevo día, mi cama está vacía. Y mi corazón... mi corazón sólo se siente vivo, cuando de un salto imprevisto, White aparece a mi lado, como si hubiera sentido el momento exacto en el que desperté y la tristeza que comienza a invadirme. Jugamos un rato y prácticamente como si no hubiera ocurrido nada, me levanto de la cama para empezar un nuevo día.

Esa es mi estrategia; no pude escapar de su recuerdo. Así que, tuve que aprender a vivir con él.

Y también gracias a mi labor en la floristería, todo ha sido un poco más fácil. Doña Ascensión se siente mayor y muy cansada, por lo que, la primera vez que fui a visitarla para darle la noticia de que me mudaría al lago durante un tiempo, vio los cielos abiertos y aprovechó la ocasión para pedirme que la ayudara un poco. Me ha estado enseñando durante meses, todo lo referente al oficio, al cuidado de las plantas, de las flores y la gestión general de la tienda.

La verdad, es que es un arduo trabajo el que se realiza, y no sé cómo durante tantos años, ha podido hacerlo ella sola. Por suerte, White se pasa el día allí conmigo y ambos encontramos paz en ese rincón tan lleno de naturaleza y tranquilidad.

Nunca pensé que las flores necesitaran tanto cuidado y dedicación. Ahora comprendo perfectamente, que esa mujer haya dedicado su vida a ello y que ahora, cada vez se desprenda un poco más de la tienda, dejándola a mi cargo. Así que, se puede decir que en un año, las cosas han cambiado mucho y muy inesperadamente. Y eso me gusta. Me gusta dónde estoy, lo que estoy haciendo y me siento bien la mayor parte del tiempo.

Por eso, en este momento, sólo necesito saber lo que siento. Necesito saber si voy a ser capaz de rehacer mi vida en ese sentido. Es lo único que ahora mismo tengo fuera de control. Y no quiero.

Quiero respuestas.

Pero no estoy usando a Sara para aclararme, ni mucho menos. Si accedí a salir con ella, es porque me gusta.

La luz de tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora