inocente

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Sentía mi mandíbula adormecida por los besos demandantes que compartíamos, mis brazos cansados de retenerlo por los hombros y mis piernas temblorosas.

-Inocente. –susurro sobre mi boca, entre abrí los ojos, y lo observe, -ese es tu sabor, puro. –sus manos peinaron mi cabello hacia atrás, coloco un codo en el respaldo del sillón, dándonos unos centímetros de espacio.

Su toque bajo por mi mejilla, acariciando con la yema de sus dedos mi cuello, bajo por mi pecho, rosando mi seno por encima de mi blusa, bajo hasta mi pantalón de licra. Sus dedos tantearon el borde, se perdieron dentro de este. Mis manos rápidamente tomaron su muñeca deteniéndolo. Una sonrisa se estiro en sus labios.

-Quiero tocarte, bonita, -su ronco susurro me estremeció, lo notó porque sonrió aún más.-Sé que también quieres que te toque, -su mano se metió dentro de mis bragas, hasta que las yemas de sus dedos encontraron ese punto sensible, mi clítoris. –aquí, ¿no es cierto? –haciendo círculos lentamente sobre mi montículo, encaje mis uñas en su brazo, se sentía tan diferente a cuando yo me tocaba.

Mi boca tembló, mis muslos se abrieron más para él, mi cuerpo queriendo todo ese placer que me daban sus dedos, y él lo noto, noto cada goce en mi cara, cada temblor, cada soplido que escapaba de mi boca.

Sus dedos nunca detuvieron su estimulo.

-Voy a detenerme hasta que te asalte el orgasmo, un orgasmo por mí, para mí, esa será mi respuesta, tu cuerpo me dirá cuando me deseas, cuan húmeda estas por mí, no me costara nada hundirme en tu coño virgen, -mi espalda se arqueo ligeramente, mis pechos saltaron, y mis caderas se movían sutilmente, queriéndole seguir el ritmo a sus dedos, -no tienes que decirme que te gusta, eso lo sé, tu cuerpo me lo dice todo.

Empuñe mis manos sobre sus hombros, era la presa perfecta para él, encaje mis uñas en su camisa y apostaba que dejaría una marca en su piel. Pero ¿importaba acaso? Sebastián dejaría algo peor en mí. Su toque en la parte más sentible de mi cuerpo, que quedaría grabado por siempre en mi mente, y sabía que no tendría otro orgasmo si no imaginaba sus dedos en mí otra vez.

-Mírame, -susurro con su voz gruesa y baja, fue cuando me di cuenta que había cerrado mis ojos presa del placer y las fantasías, nuestra mirada volvió a encontrarse con sus ojos verdes incendiados por la pasión, callo de rodillas frente a mí y entre mis piernas, sus manos agiles me sacaron el pantalón de ejercicio que vestía, dejándome en bragas frente a él.  Mi entre pierna rogaba por su toque otra vez, quería más de Sebastián. Me senté derecha en el sofá y fue su turno de alzar la mirada hacía mí, mis manos peinaron su cabello rebelde, y me incline para besarlo de nuevo en los labios, perdiéndome en sus besos, me tomo de la cintura jalándome hacia él, logro colocarme en el piso. Me relamí los labios hinchados cuando el beso se rompió,  sus piernas se interpusieron entre mis muslos,  bajo su cuerpo hasta que mis senos estuvieron aprisionados bajo su pecho duro, sus manos recorrieron un camino de mis tobillos, por mis rodillas, mis muslos, hasta llegar a mi cadera, donde descansaba el elástico de mis bragas, su cara descansaba en la curva de mi cuello, su aliento me descolocaba,

-que placer seria si esta pequeña tela no nos separara, -su cuerpo se aprisionó contra el mío,  la estimulación no se hizo esperar, su cadera se movió rozando nuestros centros, la erección oculta dentro de su pantalón, creo una fricción decadente en mí centro húmedo, sus manos rápidamente tomaron mi cabeza y volvió a besarme solo como él lo sabía, fuerte, duro e imponente, sus caderas volvieron a moverse, simulando envestidas, deseaba que la ropa no fuera un impedimento.




...
perdón por tardar tanto :(

Tiene memoria la piel | Sebastian Stan |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora